jueves, 1 de enero de 2015

Teresa de Jesús: santa y docta


Teresa de Jesús: santa y docta

Jorge Capella Riera

“Nada te turbe,
nada te espante;
todo se pasa,
Dios no se muda; l
la paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene nada le falta.
Sólo Dios basta.”
(Santa Teresa de Jesús)

Introducción
Inicio la introducción a este artículo el 15 de agosto de 2014, día en que comenzamos el V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús; y lo dedico a mi madre Teresa, a mi hermana María Teresa, a mi hija María Teresa y a mi nieta Mayte.[1]
Los organizadores del Centenario señalan que éste ha de “lanzarnos a descubrir que entre las cenizas de este mundo aún caldean las brasas de otro mundo posible, mucho más justo y mucho más humano.”

“Recordar a Teresa de Jesús tendrá, sin duda, el poder de hacernos conscientes de cuánto podemos hacer para que cambien las cosas, si nos decidimos a cambiar nosotros mismos,  a optar por una vida más simple y más comprometida, más de acuerdo con el Evangelio de Jesús, el Evangelio del amor.”

“De esa manera, conseguiremos que el Centenario no sea una simple “celebración arqueológica”, ni una huída romántica a un pasado glorioso que se añora con nostalgia, y conseguiremos convertirlo en un tiempo de renovación y reactivación espiritual, de rejuvenecimiento.”

“Celebrar así esta efeméride nos ayudará, de la mano de Santa Teresa, a afrontar el presente y el futuro con coraje, con creatividad y con decisión, apostando por un mundo más justo, más solidario, en el que cada persona pueda descubrir que es única e irrepetible, que es amada y que está llamada a ser feliz, pero que no lo será si se cierra en sí misma y no es capaz de abrirse a Dios y a los otros”.

Con este artículo pretendo contribuir a estos propósitos y quiero partir de que si la vida de cualquier persona está condicionada por sus circunstancias, como diría Ortega y Gasset (2004), resulta obligado que me refiera a ellas, aunque sea brevemente,  para encuadrar la vida de Teresa. 

Como nosotros ahora, ella supo que la historia la manejaban unos pocos, pero nunca creyó que no podría cambiar nada. Esa es, quizás, la principal diferencia entre nosotros y ella.

En efecto, vivió en un tiempo en el que reinaba el machismo. Los varones controlaban la historia, empujados por una insaciable sed de poder que les llevaba a enfrentarse en innumerables guerras, a explotar pueblos inocentes.

Vivió tras los muros de un convento de clausura, y, allí, le llegaron tristes noticias que hablaban de enfrentamientos incluso entre los que profesaban su misma religión, de personas que morían sin conocer al Dios que ella amaba.

Es por todo ello que el Papa Pablo VI, en la homilía pronunciada durante el acto de la proclamación de Santa Teresa como doctora de la Iglesia Universal (1970),  afirmó:  ”la vemos ante nosotros como una mujer excepcional, como a una religiosa que, envuelta toda ella de humildad, de penitencia y de sencillez, irradia en torno a sí la llama de la vitalidad humana y de su dinámica espiritualidad; la vemos, además, como reformadora y fundadora de una histórica e insigne Orden religiosa, como escritora genial y fecunda, como maestra de vida espiritual, como contemplativa incomparable e incansable alma activa. ¡Qué grande, única y humana, que atrayente es esta figura!”.

“Puesta frente a Dios, le conoció como Amigo y Maestro, como Libro Vivo en el que comprender su propia verdad y la verdad del mundo. En Cristo, su Amado, Dios se le revelaba preocupado por la historia, preocupado por los hombres y mujeres de todos los tiempos, preocupado por ella.”

“Teresa supo que, dando su vida por todos, Jesús le había marcado un rumbo y le pedía que siguiera sus huellas y que, andando junto a Él, también ella podría contribuir a cambiar la historia, a transformar la ciudad terrena en ciudad de Dios, a dibujar sobre este mundo el Reino. Y se puso en camino.”

“Fundó pequeñas comunidades de mujeres empeñadas en demostrar al mundo que el amor puede cambiar el rumbo de la historia. En ellas, sus hijas vivían (y viven aún ahora) amándose unas a las otras, capaces de renunciar a todo en favor de los otros, sin imponerse, sin vencer la tentación de la avaricia y la preocupación exagerada por nosotros mismos que acaba por hacernos desentendernos de los otros, sabiendo que cada hombre y cada mujer son un compañero de camino cuya vida es una palabra que he de respetar y escuchar.”

Es necesario que indique que el mérito de este trabajo es de aquellos autores a quienes cito en él. A mi me ha correspondido acopiar abundante información acerca de la Santa –í como lo he hecho también sobre San Juan de la Cruz, de quien me cuparé proximamente en un artículo- , estudiarla, sistematizarla y sintetizarla en torno a un hilo conductor que es la homilia de Pablo VI que acabo de mencionar.

Este artículo consta de tres apartados: la vida de Teresa, su pensamiento y el impacto que que provocó en su época y aún en la actualidad.

Al terminar esta breve introducción, quiero precisar que he respetado en todo momento el estilo gramatical y la ortografía de la época en que vivio la santa.

Vida

Pablo VI  (1970) desanima  a quien pretenda condensar, en breves palabras, la semblanza histórica y biográfica de Santa Teresa, que parece desbordar las líneas descriptivas en las que uno quisiera encerrarlas.
Pese a ello, me arriesgo a esta pretensión y trataré de ser lo más objetivo posible apelando al Libro de la Vida y a autores que lo han trabajado; el mérito es suyo el mío es solo el de la selección y sistematización.
Primer período
Teresa[2]  nace en Ávila el 28 de marzo de 1515[3]

Se llamaba Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, aunque generalmente usó el nombre de Teresa de Ahumada hasta que comenzó la reforma, cambiando entonces su nombre por Teresa de Jesús.
El padre de Teresa era Alonso Sánchez de Cepeda, descendiente de familia judía conversa. Alonso tuvo dos mujeres. Con la primera, Catalina del Peso y Henao, tuvo dos hijos: María y Juan de Cepeda. Con su segunda esposa, Beatriz Dávila y Ahumada, tuvo otros diez: Hernando, Rodrigo, Teresa, Juan (de Ahumada), Lorenzo, Antonio, Pedro, Jerónimo, Agustín y Juana.
La propia Teresa decía:  “éramos tres hermanas y nueve hermanos”, resultando ser  ella, según propia confesión, que así se sentía, la más querida de su padre y hermanos.

Su madre encontró en la hija su mejor amiga y confidente, compartiendo con ella sus devociones y gustos.

A los siete años, Teresa tenía ya gran predilección por la lectura de las vidas de santos. Su hermano Rodrigo era casi de su misma edad de suerte que acostumbraban jugar juntos. Los dos niños, eran muy impresionados por el pensamiento de la eternidad, admiraban las victorias de los santos al conquistar la gloria eterna y repetían incansablemente: "Gozarán de Dios para siempre, para siempre, para siempre . . ."

Ambos resolvieron partir al país de los moros con la esperanza de morir por la fe. Así pues, partieron de su casa a escondidas, rogando a Dios que les permitiese dar la vida por Cristo; pero en Adaja se toparon con uno de sus tíos, quien los devolvió a los brazos de su afligida madre.

En vista del fracaso de su proyecto, Teresa y Rodrigo decidieron vivir como ermitaños en su propia casa y empezaron a construir una celda en el jardín, aunque nunca llegaron a terminarla.

Lamentablemente tuvieron que pasar la dura prueba de la orfandad, con la muerte prematura de Doña Beatriz, a sus 33 años, cuando Teresa apenas había cumplido los 13. Ello la afectó en extremo. La santa lo expresa así:  "En cuanto empecé a caer en la cuenta de la pérdida que había sufrido, comencé a entristecerme sobremanera; entonces me dirigí a una imagen de Nuestra Señora y le rogué con muchas lágrimas que me tomase por hija suya". ("Autobiografía")

Sin embargo estaba ligada a los libros de caballerias : "Las novelas de caballerías me gustaban tanto, que no estaba yo contenta cuando no tenía una entre las manos. Poco a poco empecé a interesarme por la moda, a tomar gusto en vestirme bien, a preocuparme mucho del cuidado de mis manos, a usar perfumes y a emplear todas las vanidades que el mundo aconsejaba a las personas de mi condición". (Autobiografía) El cambio que paulatinamente se operaba en Teresa, no dejó de preocupar a su padre, quien la envió -a los quince años de edad- a educarse en el convento de las agustinas de Avila, en el que solían estudiar las jóvenes de su clase.

Allí comenzó a sentir la llamada a la vida religiosa. Vocación que madura con sus lecturas y reflexiones. Luchando consigo misma, llegó a decir a su padre que deseaba ser monja, pues creía ella, dado su carácter, que el haberlo dicho bastaría para no volverse atrás. Su padre contestó que no lo consentiría mientras él viviera. Sin embargo, Teresa dejó la casa paterna, y entró el 2 de noviembre de 1533 en el convento de la Encarnación, en Ávila.

Afectada por una grave enfermedad, volvió a casa de su padre, y ya curada, la llevaron al lado de su hermana María de Cepeda, que con su marido, don Martín de Guzmán y Barrientos.
Determinada a tomar el hábito carmelita contra la voluntad de su padre, en 1535 huyó nuevamente de su casa para dirigirse al convento de la Encarnación.
Su padre, al verla tan resuelta, cesó de oponerse a su vocación. Vistió el hábito en 1537 e hizo su profesión. Poco después cayó gravemente enferma y su padre la llevó a baños minerales: sentía los primeros síntomas de sus neurosis. Ese mismo año, en casa de su padre, sufrió un ataque de parasismo, y durante dos años estuvo paralítica.
Curó, y durante bastantes años su fe anduvo bastante entibiada. Tan así que abandonó la oración (1541). Pero, según su testimonio, volvió al pasado ardor religioso porque,  Cristo se le apareció con airado semblante. Entonces creyó que la causa de su frialdad provenía de su demasiado frecuente trato con seglares, y resolvió reformar la orden del Carmelo, a la cual pertenecía, y fundar religiones de monjas descalzas y enclaustradas.

El padre de Teresa falleció en 1541. El sacerdote que lo había asistido en sus últimos momentos, el dominico Vicente Barón, se encargó de dirigir la conciencia de Teresa rememorando las últimas palabras del padre de ésta.

La lectura de las Confesiones de san Agustín y el encuentro inesperado con una imagen de Cristo, en la Cuaresma de 1554, propiciarán lo que se conoce como su conversión y entrega, ya sin retrocesos,  a una vida espiritual intensísima, incentivada por diferentes gracias místicas.

Aspecto físico

Su confesor, Francisco de Ribera (2004), trazó así el retrato de Teresa: “Era de muy buena estatura, y en su mocedad hermosa, y aun después de vieja parecía harto bien: el cuerpo abultado y muy blanco, el rostro redondo y lleno, de buen tamaño y proporción; la tez color blanca y encarnada, y cuando estaba en oración se le encendía y se ponía hermosísima, todo él limpio y apacible; el cabello, negro y crespo, y frente ancha, igual y hermosa; las cejas de un color rubio que tiraba algo a negro, grandes y algo gruesas, no muy en arco, sino algo llanas; los ojos negros y redondos y un poco carnosos; no grandes, pero muy bien puestos, vivos y graciosos, que en riéndose se reían todos y mostraban alegría, y por otra parte muy graves, cuando ella quería mostrar en el rostro gravedad; la nariz pequeña y no muy levantada de en medio, tenía la punta redonda y un poco inclinada para abajo; las ventanas de ella arqueadas y pequeñas; la boca ni grande ni pequeña; el labio de arriba delgado y derecho; y el de abajo grueso y un poco caído, de muy buena gracia y color; los dientes muy buenos; la barba bien hecha; las orejas ni chicas ni grandes; la garganta ancha y no alta, sino antes metida un poco; las manos pequeñas y muy lindas. En la cara tenía tres lunares pequeños al lado izquierdo, que le daban mucha gracia, uno más abajo de la mitad de la nariz, otro entre la nariz y la boca, y el tercero debajo de la boca. Toda junta parecía muy bien y de muy buen aire en el andar, y era tan amable y apacible, que a todas las personas que la miraban comúnmente aplacía mucho.”

El padre Diego de Yepes (1946) añade: “Después de amortajada y tendida en el suelo, daba muestras en la hermosura exterior de la gloria que gozaba su alma. Porque en acabando de expirar quedó su rostro hermoso en gran manera, blanco como el alabastro, sin arruga ninguna, aunque solía tener hartas por ser ya vieja, las manos y los pies con la misma blancura, todas transparentes, que se podían mirar en ellas como en un espejo, y tan tratables y tan suaves al tacto como si estuviera viva. Todos sus miembros quedaron hermoseados con manifiestas señales de la inocencia y santidad que en ellos había conservado”.



Personalidad
Su vida marcó una época, porque, en un mundo dominado por los hombres, defendió el derecho de la mujeres a desarrollar su propia personalidad; de ese empeño convenció a sus mejores contemporáneos: fray Luis de León, San  Juan de la Cruz, San Francisco de Borja, fray Juan de Ávila, el padre y profesor Domingo Báñez, el inquisidor Quiroga..., incluso a Felipe II. Y a pesar de los desprecios e insultos, viajó por toda España con idéntico espíritu que al principio y renovada ilusión.
Según relata la propia Teresa, en el libro Vida de Santa Teresa de Jesús, desde sus primeros años mostró Teresa una imaginación vehemente y apasionada. Su padre, aficionado a la lectura, tenía algunos romanceros; esta lectura y las prácticas piadosas comenzaron a despertar el corazón y la inteligencia de la pequeña Teresa con seis o siete años de edad.
“Comencé a traer galas, y a desear contentar en parecer bien, un mucho cuidado de manos y cabello y olores, y todas las vanidades que en esto podía tener, que eran hartas, por ser muy curiosa...”

“Tenía primos hermanos algunos... eran casi de mi edad, poco mayores que yo; andábamos siempre juntos, teníanme gran amor y en todas las cosas que les daba contento, los sustentaba plática y oía sucesos de sus aficiones y niñerías, no nada buenas... Tomé todo el daño de una parienta (se cree que una prima), que trataba mucho en casa... Con ella era mi conversación y pláticas, porque me ayudaba a todas las cosas de pasatiempo, que yo quería, y aun me ponía en ellas, y daba parte de sus conversaciones y vanidades. Hasta que traté con ella, que fue de edad de catorce años... no me parece había dejado a Dios por culpa mortal.”

Su habla era muy graciosa, y su conversación muy suave, alegre, llana, cuerda,  y  a  cualquier  cosa  que  se  tratase  salía  muy  bien,  y  entretenía maravillosamente  a  todas  las  personas  que  la  oían.  De  aquí  venía  que adondequiera que iba era muy querida de todos, y juntamente muy estimada.


Santa Teresa era una mujer excepcionalmente dotada. Su bondad natural, su ternura de corazón y su imaginación chispeante de gracia, equilibradas por una extraordinaria madurez de juicio y una profunda intuición, le ganaban generalmente el cariño y el respeto de todos. Razón tuvo el poeta Crashaw en The flaming heart   (1917) al referirse a la santa  bajo los símbolos aparentemente opuestos de "el águila" y "la paloma". Cuando le parecía necesario, sabía hacer frente a las más altas autoridades civiles o eclesiásticas, y los ataques del mundo no le hacían doblar la cabeza. Pero el águila no mata a la paloma, como puede verse por la carta que escribió a un sobrino suyo que llevaba una vida alegre y disipada: "Bendito sea Dios porque os ha guiado en la elección de una mujer tan buena y ha hecho que os caséis pronto, pues habíais empezado a disiparos desde tan joven, que temíamos mucho por vos. Esto os mostrará el amor que os profeso".  

Como he dicho, poseía una gran intuición que ponía de manifiesto sobre todo en la elección de las novicias. Lo primero que exigía, aun antes que la piedad, era que fuesen inteligentes, es decir, equilibradas y maduras, porque sabía que es más fácil adquirir la piedad que la madurez de juicio. "Una persona inteligente es sencilla y sumisa, porque ve sus faltas y comprende que tiene necesidad de un guía. Una persona tonta y estrecha es incapaz de ver sus faltas, aunque se las pongan delante de los ojos; y como está satisfecha de sí misma, jamás se mejora". … "Aunque el Señor diese a esta joven los dones de la devoción y la contemplación, jamás llegará a ser inteligente, de suerte que será siempre una carga para la comunidad. ¡Que Dios nos guarde de las monjas tontas!"


El Padre Pedro de la Purificación escribió en 1602:Tenía tan suave conversación, tan altas palabras y la boca tan llena de alegría, que nunca cansaba y no había quien se pudiese despedir de ella.”


Ante circunstancias adversas, en vez de ponerse de mal humor, se moría de risa.



Urkiza (1981) apunta que Ana de San Bartolomé añade:Era muy piadosa con los súbditos humildes y sujetos a la obediencia, y muy rigurosa con los que mostraban libertad. No era amiga de gente triste, ni lo era ella, ni quería que los que iban en su compañía lo fuesen. Decía: “Dios me libre de santos encapotados”. Sacaba pláticas de Dios por los caminos, de suerte que los que suelen ir jurando y traveseando (haciendo travesuras), gustaban más de oírla que de todos los placeres del mundo, que así se lo yo decir a ellos. Siempre en los caminos era la primera que despertaba a todos y la postrera que se sosegaba de noche”.

Misticismo

Como veremos más adelante, la oración de unión ocupó un largo periodo de su vida, con el gozo y el amor que le son característicos; y Dios empezó a visitarla con visiones y comunicaciones interiores.

Ello la inquietó, porque había oído hablar con frecuencia de ciertas mujeres a las que el demonio había engañado miserablemente con visiones imaginarias.

El biógrafo Boudot (2003) sostiene que en todas las páginas del   libro Vida de Santa Teresa “se ven las huellas de una pasión viva, de una franqueza conmovedora, y de un iluminismo consagrado por la fe de fieles. Todas sus revelaciones atestiguan que creía firmemente en una unión espiritual entre ella y Jesucristo; veía a Dios, la Virgen, los santos y los ángeles en todo su esplendor, y de lo alto recibía inspiraciones que aprovechaba para la disciplina de su vida interior. En su juventud las aspiraciones que tuvo fueron raras y parecen confusas; sólo en plena edad madura se hicieron más distintas, más numerosas y también más extraordinarias”.

“Pasaba de los cuarenta y tres años cuando por vez primera vivió un éxtasis. Sus visiones intelectuales se sucedieron sin interrupción durante dos años y medio (15591561). Sea por desconfianza, sea para probarla, sus superiores le prohibieron que se abandonase a estos fervores de devoción mística, que eran para ella una segunda vida, y la ordenaron que resistiera a estos arrobamientos, en que su salud se consumía. Obedeció ella, mas a pesar de sus esfuerzos, su oración era tan contínua que ni aun el sueño podía interrumpir su curso. Al mismo tiempo, abrasada de un violento deseo de ver a Dios, se sentía morir. En este estado singular tuvo en varias ocasiones la visión que dio origen al establecimiento de una fiesta particular en la Orden del Carmelo”.

El biógrafo alude al suceso (1559) que refiere la santa en estas líneas: “Vi a un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en forma corporal... No era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos, que parece todos se abrasan... Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas: al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento... Los días que duraba esto andaba como embobada, no quisiera ver ni hablar, sino abrasarme con mi pena, que para mí era mayor gloria, que cuantas hayan tomado lo criado.” (Cap. XXiX

El año siguiente (1560), para corresponder a esa gracia, la santa hizo el voto de hacer siempre lo que le pareciese más perfecto y agradable a Dios. Un voto de esa naturaleza está tan por encima de las fuerzas naturales, que sólo el esforzarse por cumplirlo puede justificarlo. Santa Teresa cumplió perfectamente su voto.

Boudot  agrega: “Hasta exhalar el último suspiro Teresa gozó la dicha de conversar con las personas divinas, que la consolaban o revelaban ciertos secretos del cielo; la de ser transportada al infierno o al purgatorio, y aun la de presentir lo venidero”.

Como podremos apreciar más adelante,  la evolución espiritual de Teresa  se puede seguir a través de sus obras

Reformadora y fundadora

Repuesta de sus dolencias  y animada por San Luis Beltrán, con quien la santa mantenía correspondencia, empezó a instruir a un grupo de religiosas de la Encarnación en la vida de oración y a planear la reforma de la orden carmelitana para devolverle el antiguo rigor, mitigado en 1432 por Eugenio IV.

Las carmelitas, como la mayoría de las religiosas, habían decaído mucho del primer fervor, a principios del siglo XVI. Ya hemos visto que los recibidores de los conventos de Avila eran una especie de centro de reunión de las damas y caballeros de la ciudad. Por otra parte, las religiosas podían salir de la clausura con el menor pretexto, de suerte que el convento era el sitio ideal para quien deseaba una vida fácil y sin problemas. Las comunidades eran sumamente numerosas, lo cual era a la vez causa y efecto de la relajación.

Alcanzada su madurez humana y espiritual, a sus 47 años, buscando Teresa seguir con mayor perfección el llamamiento que el Señor le había hecho y ayudar a la Iglesia con su oración y encerramiento, fundó en 1562 el convento de San José en Ávila, al que luego seguirán otros catorce, recorriendo los caminos de Castilla y Andalucía, interviniendo también directamente en la fundación de los primeros conventos de descalzos.

Cabe señalar que Las Constituciones,  que redactó la santa en 1563 para reglamentar de alguna manera las reformas y fundaciones,  fueron aprobadas en 1565 por Pío IV,

En 1568  fundó un convento de frailes en el pueblecito de Duruelo y a partir de entonces dejó el resto de las fundaciones de conventos de frailes a cargo de San Juan de la Cruz.

Doy por supuesto que el lector ha de comprender que no puedo ocuparme de todas las reformas y fundaciones. Lo haré tan solo de la que a mi entender  es la más significativa, vale decir, la del convento de San José.

En 1577 Teresa regresó a Avila para someter a la Orden del Carmen el convento de San José donde la santa estableció la más estricta clausura y el silencio casi perpétuo. El convento carecía de rentas y reinaba la penuria. No es que la gran mística, descuidara las cosas prácticas sino que las atendía según era realmente necesario. Sabía utilizar las cosas materiales para el servicio de Dios. En una ocasión dijo: "Teresa sin la gracia de Dios es una pobre mujer; con la gracia de Dios, una fuerza; con la gracia de Dios y mucho dinero, una potencia".

La santa pasó cinco años en ese convento, compartiendo con sus hermanas no sólo la oración, sino también los trabajos más humildes.  Dormían sobre un jergón de paja; llevaban sandalias de cuero o madera; consagraban ocho meses del año a los rigores del ayuno y se abstenían por completo de comer carne.

Acerca de esa época escribió: "Creo que fueron los años más tranquilos y apacibles de mi vida, pues disfruté entonces de la paz que tanto había deseado mi alma . . . Su Divina Majestad nos enviaba lo necesario para vivir sin que tuviésemos necesidad de pedirlo, y en las raras ocasiones en que nos veíamos en necesidad, el gozo de nuestras almas era todavía mayor".

Últimos años y fallecimiento

Las  pruebas que Dios enviaba a la santa purificaron su  alma;  y los favores extraordinarios de visiones, éxtasis y experiencias místicas,  le enseñaron a ser humilde y fuerte, la despegaron de las cosas del mundo y la encendieron en el deseo de poseer a Dios.

Y es que a  la par de estos favores se le fueron presentando una serie de graves sinsabores.

En 1560  las religiosas carmelitas que habían elegido a la Madre Teresa como priora fueron castigadas con la excomunión. 

En 1574 se denunció a la Inquisición por vez primera la autobiografía de la santa. Posteriormente fue delatada con otros argumentos infundados.

El padre provincial de Castilla, intimó a Teresa que no hiciera más fundaciones y que se retirase a un convento sin salir de él
Se propalaron  muchas calumnias contra ella por lo se trató de enviarla a un convento americano.
Luego en 1578 sostuvo  una polémica con el padre Suárez, provincial de los Jesuitas, y el nuncio redobló sus persecuciones hasta el punto de pretender destruir la reforma, desterrando a los principales descalzos y confinando a Toledo a Teresa, por él calificada de «fémina inquieta y andariega».
Pero la prueba  más cruel fue el proceso legal del testamento de su hermano Lorenzo, cuya hija era superiora en el convento de Valladolid. Como uno de los abogados tratase con rudeza a la santa, ésta replicó: "Quiera Dios trataros con la cortesía con que vos me tratáis a mí". Sin embargo, Teresa se quedó sin palabra cuando su sobrina, que hasta entonces había sido una excelente religiosa, la puso a la puerta del convento de Valladolid, que ella misma había fundado. Poco después, la santa escribía a la madre María de San José: "Os suplico, a vos y a vuestras religiosas, que no pidáis a Dios que me alargue la vida. Al contrario, pedidle que me lleve pronto al eterno descanso, pues ya no puedo seros de ninguna utilidad".

 

En julio de 1582  Santa Teresa tenía la intención de retornar a Avila  se hallaba ya tan débil  que se desmayó en el camino;  y al llegar a Alba de Tormes tuvo que acostarse inmediatamente.

Tres días más tarde, dijo a la Beata Ana: "Por fin, hija mía, ha llegado la hora de mi muerte". El P. Antonio de Heredia le dio los últimos sacramentos y le preguntó donde quería que la sepultasen. Teresa replicó sencillamente: "¿Tengo que decidirlo yo? ¿Me van a negar aquí un agujero para mi cuerpo?" Cuando se le llevó el viático, la santa consiguió erguirse en el lecho y exclamó: "¡Oh, Señor, por fin ha llegado la hora de vernos cara a cara!"

Santa Teresa de Jesús, visiblemente transportada por lo que el Señor le mostraba, murió en brazos de la Beata Ana a las 9 de la noche del 4 de octubre de 1582.

Para perpetuar la memoria de la transverberación del corazón de Santa Teresa, el Papa Benedicto XIII estableció la fiesta  correspondiente en 1726.

La Universidad de Salamanca la nombró Doctora honoris causa en 1922  y posteriormente fue designada patrona de los escritores españoles por Pablo VI el 18 de agosto de 1965

 

Fue beatificada por el Papa Pablo V el 24 de abril de 1614 y  canonizada por el Papa Gregorio XV el 12 de marzo de 1622. El Papa Pablo VI la declaró doctora de la Iglesia el 27 de setiembre de 1970.


Como quiera al día siguiente de su deceso entró en vigor la reforma gregoriana del calendario, que suprimió diez días, la fiesta de la santa fue fijada el 15 de octubre.

Pensamiento teresiano

Como aprecia Pablo VI (1970 ), “la doctrina de Teresa de Avila brilla por los carismas de la verdad, de la fidelidad a la fe católica, de la utilidad para la formación de las almas. Y podríamos resaltar de modo particular otro carisma, el de la sabiduría, que nos hace pensar en el aspecto más atrayente y al mismo tiempo más misterioso del doctorado de Santa Teresa, o sea, en el influjo de la inspiración divina en ésta prodigiosa y mística escritora”.
“¿De dónde le venía a Teresa el tesoro de su doctrina?” Se pregunta el Papa,  y él mismo se responde: “Sin duda alguna, le venía de su inteligencia y de su formación cultural y espiritual, de sus lecturas, de su trato con los grandes maestros de la teología y de la espiritualidad, de su singular sensibilidad, de su habitual e intensa disciplina ascética, de su meditación contemplativa, en una palabra de su correspondencia a la gracia acogida en su alma, extraordinariamente rica y preparada para la práctica y para la experiencia de la oración. Pero, ¿era ésta la única fuente de su eminente doctrina? ¿O acaso no se encuentran en Santa Teresa hechos, actos y estados en los que ella no es el agente, sino más bien el paciente, o sea, fenómenos pasivos y sufridos, místicos en el verdadero sentido de la palabra, de tal forma que deben ser atribuidos a una acción extraordinaria del Espíritu Santo?”
 “Estamos, sin duda alguna, ante un alma en la que se manifiesta la iniciativa extraordinaria del Espíritu Santo, sentida y posteriormente descrita llana, fiel y estupendamente por Teresa con un lenguaje literario peculiarísimo.”
Es por estas razones expuestas por Pablo VI que me ha propuesto intentar penetrar en el pensamiento teresiano. Ahora bien, el lector comprenderá que en este estudio no puedo abarcar toda la obra de la santa que, como hemos visto, es realmente vasta. Como educador, me voy  limitar a las obras  místicas de carácter didáctico más importantes de cuantas escribió, en el contexto existencial y vital que dio lugar a su maduración como Libro de la Vida (1562- 1565), Meditaciones sobre los Cantares(1574) y Castillo Interior o Las Moradas (1577).  
Y elijo estas también porque,  como dice Serrano Pérez (2011),  “es en su pensamiento teologal, que ella llama «teología mística», que se encuentra su clave hermenéutica para la comunicación de la experiencia”.
“A decir verdad toda persona humana a la vez que vive unos hechos exteriores, que sirven para jalonar los años con que mide su existencia recorre también un camino interior, sin huellas visibles de su paso, pero con el que completa su círculo vital. Y tan interior e invisibles, incluso para el interesado, que a veces se muere sin reconocerlo y saber que lo ha hecho.”

No es precisamente el caso de Teresa, que además de conocer con precisión sus etapas nos ha transmitido el relato que lo documenta. Y gracias a eso conocemos su propio itinerario espiritual. Itinerario que, como hemos visto,  se inicia en su hogar, guiada por los ejemplos y la piedad sincera y sencilla de sus padres, que fundamentan toda su vida, con lo que ella llamó la “verdad de cuando niña”.

“Libro de la vida”

Según Velasco Kindelán (1999) el Libro de la Vida de Santa Teresa de Jesús, es una autobiografia espiritual porque en ella radica su verdadera aventura espiritual.

La mayoría de personas que escriben su autobiografia o sus Memorias lo hacen porque están próximas a cerrar el arco de sus vidas, y quieren exponer sus anhelos e intenciones al juicio de los demás, o incluso, desafiando ese juicio, apelar al de la historia o al de Dios.

La autobiografia de Teresa de Jesús es diferente. Ella tenía  menos de 50 años, y le quedaba mucho, y quizás lo más importante, por realizar.

Velasco cree que “la santa escribe por tres razones poderosas: la primera, para dar gloria a Dios y dar a conocer «sus misericordias»; después, por obedecer a Dios y a quienes lo representan, que le mandan taxativamente que escriba; por último, para hacer bien a otras almas y evitarles los sufrimientos de la soledad espiritual que ella ha sufrido”.

A estos tres motivos se corresponden los tres destinatarios del texto. Los confesores, en primer lugar, que serán el filtro por el que su obra llegará a esas otras personas: sus hermanas religiosas, y un pequeño círculo de almas selectas. Y de forma eminente, Dios, al que continuamente se dirige Teresa, fundiendo así la rememoración del pasado con la oración presente, en una extraordinaria manifestación de reviviscencia. Ello da al Libro de la Vida una profunda originalidad de raíz sin  duda agustiniana .

Nunca quiso simplemente hacer literatura, sino dar gloria a Dios y hacer bien a otras personas, además de contrastar su vida con la doctrina de los letrados.

Velasco Kindelán (1999) entiende que Teresa piensa que sus lectores serán un círculo pequeño  de personas  piadosas,  que emprenden como ella en solitario el camino de la perfección cristiana. Ella sabe por experiencia lo difícil que es andar sin maestro por los caminos del espíritu: «Una de las cosas porque me animé, siendo la que soy, a obedecer en escribir esto y a dar cuenta de mi ruin vida y de las mercedes que me ha hecho el Señor ..., ha sido ésta (consolar a otras almas)». (Cap. XIX) Y en otra ocasión dice: «Escrívolo para consuelo de almas flacas como la mía, que nunca desesperen ni dejen de confiar ...» (Cap. XIX)

El no haber encontrado maestros es queja que se escapa con frecuencia de la pluma de Teresa: muchos sufrimientos se hubiera ahorrado de haber tenido un firme guía en los comienzos de su vida espiritual. «Porque yo no hallé maestro ..., aunque le busqué, en veinte años después de esto que digo, que me hizo harto daño para tomar muchas veces atrás.» (Cap. IV)

Este sufrimiento de la soledad interior es sentido como uno de los más grandes de su vida: «Digo esto para que se entienda el gran trabajo que es no haver quien tenga espiriencia en este camino espiritual ..., y con haver yo pasado en la vida grandísimos travajos, es éste de los mayores». (Cap. XXVIII) También sufrió Teresa por no tener las ideas filosóficas y antropológicas adecuadas para explicar su vida espiritual. Tuvo que hacerlo todo por ella misma, a base de tanteos y aproximaciones, explicando sus experiencias mediante comparaciones, insistiendo y repitiéndose con frecuencia para intentar aclarar su pensamiento: «Siempre tuve esta falta de no me saber dar a entender -como he dicho- sino a costa de muchas palabras». (Cap. XIV)

Pero en realidad, señala Velasco, Dios se va a convertir en el interlocutor principal del Libro de la Vida, y, a la postre, en su verdadero protagonista. Es un Dios poderoso, Creador del mundo, al que Teresa llama, como a Rey, «Su Majestad». Pero también un Dios cercano, «Cristo, Jesús mío», al que ama con pasión de enamorada. Así, se produce continuamente en el Libro de la Vida un desahogo del alma hacia el Amigo leal al que todo le debe: «Bendito seáis, Señor mío, que ansí hacéis de pecina tan sucia como yo, agua tan clara que sea para vuestra mesa.» (Cap. XIX)

Todo el relato de la Vida está entreverado de alabanzas y bendiciones a Dios. Ante el contraste entre la grandeza de Dios y la miseria propia, surge el dolor y una profunda sensación de impotencia que sólo Dios puede calmar. El alma humilde de Teresa se acoge a esta benignidad divina, y se desborda en deseo de hacer algo por Él.

La autobiografía narrativa se hace oración contemplativa, desahogo del alma que revive su pasado, actualización de sentimientos narrados, vivos en el alma de la autora. La narración del pasado se funde así con la expresión del presente, manifestando una profunda unidad de vida.

El nervio rector de toda la obra es mostrar cómo Dios va haciendo de la historia humana, con la colaboración de los hombres, una historia de salvación. Por eso Teresa entiende que la narración de su vida se resume en contar la acción de Dios en ella:
las misericordias de Dios

Su trabajo viene a ser la conjunción en una misma persona de dos condiciones de difícil coincidencia: en primer lugar, la santidad, la cercanía de Dios y la íntima experiencia de realidades sobrenaturales y gracias extraordinarias. Después, un enorme poder de introspección y de discernimiento espiritual para saber interpretar lo que experimenta, lo que siente, lo que le sucede.

Veamos con mayor detalle lo concerniente a la oración, apelando al trabajo de
Velasco Kindelán,  pero sobre todo a citas completas de la propia Santa Teresa.

El gran deseo de Teresa al escribir su «modo de oración» era el de contrastarlo con la doctrina de los letrados y teólogos. Es un  verdadero tratado de oración clásico y único en el que se consideran cuatro maneras de plegaria. Para hacerlo más inteligible apela a la metáfora de comparar esas formas con las de regar un huerto en el que las flores que éste dará son las virtudes.

“Veo claro la gran misericordia que el Señor hizo conmigo: ya que había de tratar en el mundo, que tuviese ánimo para tener oración.” (Cap. VIII)


“Esto no era manera de visión; creo lo llaman mística teología. Suspende el alma de suerte, que toda parecía estar fuera de sí: ama la voluntad, la memoria me parece está casi perdida, el entendimiento no discurre, a mi parecer, mas no se pierde; mas, como digo, no obra, sino está como espantado de lo mucho que entiende, porque quiere Dios entienda que de aquello que Su Majestad le representa ninguna cosa entiende.” (Cap. X)


“He aquí una joya que, acordándonos que es dada y ya la poseemos, forzado convida a amar, que es todo el bien de la oración fundada sobre humildad.” Cap. X)


“Por claro que yo quiera decir estas cosas de oración, será bien oscuro para quien no tuviere experiencia. Algunos impedimentos diré, que a mi entender lo son para ir adelante en este camino, y otras cosas en que hay peligro, de lo que el Señor me ha enseñado por experiencia y después tratádolo yo con grandes letrados y personas espirituales de muchos años, y ven que en solos veinte y siete años que ha que tengo oración, me ha dado Su Majestad la experiencia -con andar en tantos tropiezos y tan mal este camino- que a otros en cuarenta y siete y en treinta y siete, que con penitencia y siempre virtud han caminado por él.” (Cap. X)


Pues veamos ahora de la manera que se puede regar, para que entendamos lo que hemos de hacer y el trabajo que nos ha de costar la oración, si es mayor que la ganancia, o hasta qué tanto tiempo se ha de tener.


“Paréceme a mí que se puede regar de cuatro maneras:

·        con sacar el agua de un pozo, que es a nuestro gran trabajo;.
·        con noria y arcaduces, que se saca con un torno; yo lo he sacado algunas veces: es a menos trabajo que estotro y sácase más agua;
·        de un río o arroyo: esto se riega muy mejor, que queda más harta la tierra de agua y no se ha menester regar tan a menudo y es a menos trabajo mucho del hortelano;
·        con llover mucho, que lo riega el Señor sin trabajo ninguno nuestro, y es muy sin comparación mejor que todo lo que queda dicho.” (Cap.XIII)

1. Riego acarreando el agua con cubos desde un pozo.
Corresponde con la oración mental, interior o meditativa, que es un discurso intelectual sin repetición de oraciones aprendidas. Se trata de recoger el pensamiento en el silencio, y evitar las continuas distracciones. La definición de Teresa de “oración mental no es otra cosa, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (Cap. VIII). Es la etapa que más esfuerzo personal requiere para tomar la decisión de iniciar este camino.
Han menester irse acostumbrando a no se les dar nada de ver ni oír, y aun ponerlo por obra las horas de la oración, sino estar en soledad y, apartados, pensar su vida pasada.  … Al principio aún da pena, que no acaban de entender que se arrepienten de los pecados; y sí hacen, pues se determinan a servir a Dios tan de veras. Han de procurar tratar de la vida de Cristo, y cánsase el entendimiento en esto.” Cap. XIII)

2. Riego trasegándola con una noria.
Oración de quietud: también llamada contemplativa. La memoria, la imaginación y razón experimentan un recogimiento grande, aunque persisten las distracciones ahonda la concentración y la serenidad. El esfuerzo sigue siendo personal, se comienza a gustar de los frutos de la oración, lo que nos anima a perseverar.

“Esto es un recogerse las potencias dentro de sí para gozar de aquel contento con más gusto; mas no se pierden ni se duermen; sola la voluntad se ocupa de manera que, sin saber cómo, se cautiva; sólo da consentimiento para que la encarcele Dios, como quien bien sabe ser cautivo de quien ama. ¡Oh Jesús y Señor mío! ¡qué nos vale aquí vuestro amor!, porque éste tiene al nuestro tan atado que no deja libertad para amar en aquel punto a otra cosa sino a Vos.” (Cap. XIV)

“Pues todo esto que pasa aquí es con grandísimo consuelo y con tan poco trabajo, que no cansa la oración, aunque dure mucho rato; porque el entendimiento obra aquí muy paso a paso y saca muy mucha más agua que no sacaba del pozo. Las lágrimas que Dios aquí da, ya van con gozo; aunque se sienten, no se procuran.” (Cap. XIV)

3. Riego con canales desde una acequia.

Oración de unión: el esfuerzo personal del orante es ya muy pequeño: memoriaimaginación y razón son absorbidas por un intenso sentimiento de amor y sosiego: «el gusto y suavidad y deleite es más sin comparación que lo pasado». (Cap. XVI)
“Es un sueño de las potencias, que ni del todo se pierden ni entienden cómo obran. El gusto y suavidad y deleite es más sin comparación que lo pasado; es que da el agua a la garganta, a esta alma, de la gracia, que no puede ya ir adelante, ni sabe cómo, ni tornar atrás. Querría gozar de grandísima gloria. Es como uno que está, la candela en la mano, que le falta poco para morir muerte que la desea; está gozando en aquella agonía con el mayor deleite que se puede decir. No me parece que es otra cosa sino un morir casi del todo a todas las cosas del mundo y estar gozando de Dios.” (Cap. XVI)
“Yo no sé otros términos cómo lo decir ni cómo lo declarar, ni entonces sabe el alma qué hacer; porque ni sabe si hable ni si calle, ni si ría, ni si llore. Es un glorioso desatino, una celestial locura, adonde se desprende la verdadera sabiduría, y es deleitosísima manera de gozar el alma.” (Cap. XVI)

4. Riego con la lluvia que viene del cielo.
Éxtasis o arrobamiento: se pierde el contacto con el mundo por los sentimientos. «Acá no hay sentir, sino gozar sin entender lo que se goza» (Cap. XVIII), se pierde incluso la sensación de estar en el cuerpo y cualquier posible control sobre lo que nos acontece. Corresponden con las descripciones de levitación.
“Acá no hay sentir, sino gozar sin entender lo que se goza. Entiéndese que se goza un bien, adonde juntos se encierran todos los bienes, mas no se comprende este bien. Ocúpanse todos los sentidos en este gozo, de manera que no queda ninguno desocupado para poder en otra cosa, exterior ni interiormente.” (Cap. XVIII)
Antes dábaseles licencia para que, como digo, hagan algunas muestras del gran gozo que sienten; acá el alma goza más sin comparación, y puédese dar a entender muy menos, porque no queda poder en el cuerpo, ni el alma le tiene para poder comunicar aquel gozo. En aquel tiempo todo le sería gran embarazo y tormento y estorbo de su descanso; y digo que si es unión de todas las potencias, que, aunque quiera -estando en ello digo- no puede, y si puede, ya no es unión.” (Cap. XVIII)

“El cómo es ésta que llaman unión y lo que es, yo no lo sé dar a entender. En la mística teología se declara, que yo los vocablos no sabré nombrarlos, ni sé entender qué es mente, ni qué diferencia tenga del alma o espíritu tampoco; todo me parece una cosa, bien que el alma alguna vez sale de sí misma, a manera de un fuego que está ardiendo y hecho llama, y algunas veces crece este fuego con ímpetu; esta llama sube muy arriba del fuego, mas no por eso es cosa diferente, sino la misma llama que está en el fuego.” (Cap. XVIII)


“Meditaciones sobre los cantares”

Orígenes es considerado un Padre de la Iglesia oriental (Alejandría, 182-254) , destacado por su erudición y, junto con San Agustín y Santo Tomás, uno de los tres pilares de la teología cristiana.

La relación entre Orígenes y Teresa ha sido puesta de relieve tanto por los estudios patrísticos como por los teresianos, aunque, hasta donde hemos podido comprobar, la cuestión no ha recibido un tratamiento específico desde la perspectiva del lenguaje poético místico. Entre los patrólogos, Simonetti (1994) afirma que más allá del específico ámbito exegético, el Comentario al Cantar de Orígenes, marcó un punto fundamental en la historia de la mística occidental, hasta llegar a Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. En sentido histórico inverso, entre los teresianistas, ha sido recientemente el carmelita Diego Sánchez (2008) quien, tras recoger la tesis de Eulogio Pacho sobre la relación de la mística española con la literatura patrística, subrayó que Jerónimo y Gregorio Magno, buenos conocedores del pensamiento cristiano griego, sobre todo de la obra exegética y espiritual de Orígenes, bien pudieron hacer de filtros para hacerle llegar a Teresa lo mejor de esa teología que tenía un marcado cacter místico.

Avenatti de Palumbo (2012) sostiene que Orígenes y Teresa descubrieron en el texto bíblico del Cantar de los cantares la fuente a partir de la cual gestaron cada uno en su tiempo– un lenguaje, ligado a la vez que creativo, para expresar la experiencia de la unión con Dios en Cristo.

Cuando uno se adentra en el estudio de las características del lenguaje poético místico cristiano, no se demora en constatar que fueron ellos quienes dieron impulso al desarrollo de dos de las figuras de mayor perduración en el lenguaje de la unión con Dios: la herida de amor y la mística nupcial.

Pues bien, a continuación presento -con Avenatti de Palumbo- la recreación teresiana de la herida como dardo, flecha y saeta de amor y la transformación de la metáfora nupcial bíblica en el símbolo del matrimonio espiritual.

Sis bendito, Señor, que por vuestra parte no perderemos nada. ¡Q de caminos, por qué de maneras, por qué de modos nos mostráis el amor! Con travajos, con muerte tan áspera, con tormentos, sufriendo cada día injurias y perdonando; y no sólo con esto sino con unas palabras tan herideras para el alma que os ama, que la decís en estos Cánticos y la enseñáis que os diga []. Pues, Señor mío, no os pido otra cosa en esta vida sino que me beséis con beso de vuestra boca.  

Este texto reúne los elementos fundamentales de la configuración del lenguaje metarico de la herida de amor y de la mística nupcial de la escritora abulense.

“La saeta o flecha, a la que se refiere Teresa en el capítulo XXIX del Libro de la Vida, -afirma Avenatti- forma parte de una visión en la que un ángel pequeño y hermoso mucho” la traspasa con un dardo de oro largo” que le llegaba con su fuego al corazón y las entrañas, provocándole un dolor suave. Esta experiencia que durará alrededor de once años, entre 1560 y 1571 aproximadamente, se conoce como gracia del dardo” y se encuentra integrada al campo semántico de los símbolos esponsales.”

Pues vengamos, con el favor del Espíritu Santo, a hablar en las sestas moradas, adonde el alma ya queda herida del amor del Esposo y procura más lugar para estar sola y quitar todo lo que puede, conforme a su estado, que la puede estorbar de esta soledad. Está tan esculpida en el alma aquella vista, que todo su deseo es tornarla a gozar.”

La herida mantiene la tensión de la distancia, y por ello es precisamente en la herida donde acontece la unión inconcebible entre Dios y el hombre por el don del mutuo amor y deseo. Al recuperar en la metáfora nupcial la centralidad del amor que se entrega en perpetuo acrecentamiento del deseo, Teresa le devuelve al amor humano su dinamismo de donación oblativa, a la vez que recupera para el amor divino el dinamismo erótico del éxtasis mutuo.

Paul Ricoeur (2001), sobre la base del carácter poético no narrativo del Cantar, interpreeste libro bíblico como una metáfora nupcial, a partir de la cual destaca la primacía de los movimientos del amor como eje en torno al cual se estructura el texto.

En este drama de búsqueda y posesión, la amada confiesa dos veces que está enferma de amor” (Cant 2,5 y 5,8). Esta enfermedad de amor, sostiene Avenatti  “se cura con más amor, que es el que trae la presencia del amado, con lo cual se revela la condición excesiva del deseo, que no es consecuencia de una carencia, como lo entendían los griegos, sino de un estado de plenitud: a más amor, mayor deseo de amor. En este contexto la herida es apertura que comunica con lo excesivo del don a través de la experiencia del dolor que cura el deseo de más amor.”

Por ello la saeta de fuego es el otro campo sentico que surge en torno a la herida de amor: Porque es fuerte el amor como la muerte, / implacable como el sheol la pasión. / Saetas de fuego sus saetas” (Cant 8, 6).La flecha que hiere es poderosa, inexorable, ineludible, pues avanza como el fuego y transfigura a quien alcanza.”

Teresa asume de modo indirecto la tradición origeniana de la interpretación del Cantar, para la cual el Esposo es Cristo (el Ungido) y el Verbo (Palabra). El proceso de apropiación se pone de manifiesto en la expresión palabras tan herideras, con la cual Teresa actualiza la ya entonces milenaria tradición homilética origeniana de la Palabra que hiere, a la vez que reformula la tradición de su mística nupcial, al sostener a diferencia del alejandrino que la unión acontece en el encuentro con la humanidad de Cristo. Su actitud ante la fuente bíblica –sobre todo del Cantar la sitúa dentro de la tradición origeniana, mientras que su afirmación de la presencia de Jesús como hombre en las tres últimas Moradas del Castillo interior, aleja su propuesta nupcial de recepciones espiritualizantes.

“Si bien es cierto que, como señala Velasco (2003), Teresa es un caso de creación verbal propiamente dicha, en la configuración de su simbología mística la presencia de los tópicos acados por Orígenes se despliegan en figuras que inauguran tradiciones renovadas.” Es el caso de la transformación de la figura de la herida en la gracia del dardo” y de las nupcias” en las vistas, desposorio y matrimonio espiritual, que -según Álvarez (2000)- corresponden a las tres últimas moradas.

“La saeta o flecha, a la que se refiere Teresa en el capítulo XXIX del Libro de la Vida, afirma Avenatti, forma parte de una visión en la que un ángel pequeño y hermoso mucho” la traspasa con un dardo de oro largo” que le llegaba con su fuego al corazón y las entrañas, provocándole un dolor suave. Esta experiencia que durará alrededor de once años, entre 1560 y 1571 aproximadamente, se conoce como gracia del dardo” y se encuentra integrada al campo semántico de los símbolos esponsales. En el capítulo sexto de las Meditaciones sobre los Cantares, Teresa unifica herida y esponsalidad al atribuir la saeta a la voluntad de la amada que hiere con su acción el corazón del mismo Dios. Prueba de ello es que el campo semántico de la herida reaparece en torno a la simbólica erótica de las sextas y séptimas Moradas, a las que incorpora las costumbres de su contexto cultural, transformando las nupcias místicas en desposorios y matrimonio espiritual, a la vez que mantiene los símbolos bíblicos y origenianos –la bodega, el vino, la embriaguez, los olores, el manzano, los perfumes, el huerto, el pecho como ámbitos donde acontece la unión, espacios de la pura gratuidad del amor, que la alteridad de la herida del dardo ha hecho posible. Así la obertura de las anteúltimas Moradas: Pues vengamos, con el favor del Espíritu Santo, a hablar en las sestas moradas, adonde el alma ya queda herida del amor del Esposo y procura más lugar para estar sola y quitar todo lo que puede, conforme a su estado, que la puede estorbar de esta soledad. Está tan esculpida en el alma aquella vista, que todo su deseo es tornarla a gozar.”

“Nupcias entre el Esposo y el alma a partir de la herida, deseo de mayor amor desde la experiencia de plenitud. En estos desposorios, siente ser herida sabrosísimamente, más no atina cómo ni quien la hirió; más bien conoce ser cosa preciosa y jamás querría ser sana de aquella herida. La herida permanece abierta y, por eso, esta morada no es definitiva como lo es la última, sino reversible y transitoria. “Sin embargo, dice  Avenatti, ya está en camino hacia la consumación definitiva del amor, que a diferencia del Cantar, y siguiendo a Orígenes, Teresa identificará con el matrimonio. Así, al entrar en las séptimas Moradas que se encuentran en el centro mismo del alma, con la unión sobreviene la paz y el reposo, de los cuales el beso del comienzo del Cantar, es recuperado al final como símbolo supremo.”

Avenatti concluye señalando que “mientras las de Orígenes eran nupcias salutíferas, las de Teresa son herideras nupcias de paz pues el fruto de la herida de amor es la paz. El lenguaje místico cristiano es lenguaje de la carne, cuya profundidad es el amor manifestado en la belleza de las nupcias con el Dios que habita en el interior: el Verbo encarnado que otorga la salvación y la paz en el espacio abierto por la herida”.

“Castillo Interior o Las Moradas”
Herraiz (2001) llega a decir que con Castillo Interior nace «uno de los libros cimeros de la espiritualidad de la humanidad»
Alvarez (1987) apunta  que la santa llama al libro “tratado pues contiene su historia personal leída desde la Palabra de Dios y concentrada en el símbolo del castillo. Con este libro la autora pretende el conocimiento de «la vida que vive el hombre en el castillo de sí mismo, y decir la razón teológica de la vida mística».
El libro se estructura a base de siete moradas: las ascéticas, de la primera a la tercera morada; la de quiebre y paso, la cuarta morada; y las místicas, de la quinta a la séptima morada. La idea o concepto de morada se refiere al estadio en que se da la relación; consiste en la acción de Dios y la respuesta humana. Es importante la distinción, por último, del contenido de la mística de su envoltorio, ya que interesa discernir la gracia «del ropaje en el que viene envuelta».
Serrano Pérez (2011) nos ofrece una interesante e importante propuesta para desentrañar la sistematicidad de la antropología teológica de Santa Teresa, latente en su obra Castillo Interior. Esta propuesta nos aporta otros elementos de juicio acerca del pensamiento de la santa como veremos a continuación.
Esta autora, en la conclusión de su tesis doctoral, se reafirma en que  “desde la perspectiva de la  antropología pneumatológica, unitaria y de misterio, “la obra teresiana va poniendo de manifiesto la donación de Dios como el fundamento trascendental de lo humano, lo que genera asombro y sobrecogimiento”.
“El principio y la consumación, se entienden en interacción; debido a que la creación se contempla como hecho salvífico desde el proceso en el que todo lo creado está orientado a la nueva creación. La creación se sigue gestando hoy y se van descubriendo temas antropológicos que actualmente son debatidos. Teresa nos invita a pensar la receptividad como la mayor actividad a que el ser humano es convocado por el Espíritu Santo, lo que sucede cuando la finitud acoge la infinitud, lo inesperado de Dios. Asimismo, la relación entre el conocimiento y el amor va generando la libertad inteligente y amorosa; también se presenta la libertad en vinculación con la gratuidad; y, por último, libertad regalada, como don divino, se plasma en el amor sabio. Teresa utiliza el término espanto para sugerir una posible propuesta de antropología enriquecida con lo divino”.
“La relación de Dios y el ser humano es posible y se ha realizado en la historia en Jesucristo. La encarnación revela la viabilidad de un ser humano que se vaya configurando como sujeto personal, como misterio que admira y desafía, porque la compleja finitud es conducida hacia la divinización. La salvación sigue aconteciendo hoy y sigue siendo discutido el problema del mal, que en Teresa es el pecado. Al ser humano le cuesta la fragilidad pero es el camino para vencer el pecado, como en Jesús que siendo crucificado (víctima) resucita. Otros contenidos relevantes y significativos para hoy, desde la razón y el amor, son: la alteridad, la presencia y la gratitud. Finalmente, Teresa propone una antropología transformadora desde lo tremendo y lo fascinante de la complejidad humana.”
“La plenitud del hombre a través de la unión con Dios es punto de llegada de la creación soteriológica y supone el cumplimiento de la antropología. La historia puede ser tiempo de salvación para cada existencia que espera la manifestación de lo definitivo; cumplimiento de la promesa que se va experimentando en la comunidad eclesial donde se vive la dimensión profética y mística. La plenitud teresiana ilumina todo el proceso lo que ayuda a profundizar y a asumir diversos cuestionamientos. La definitividad resulta cada día más costosa, en un mundo donde todo es provisional y pasajero, donde todo tiene fecha de caducidad y se vota; es difícil vivir compromisos de por vida. Frente a ello Teresa sigue proponiendo la aproximación de lo último, la resurrección. Además, referidos a la razón y el amor, se presentan las explicaciones de la plenitud, la desmesura-exceso y el final positivo. Termina Teresa proponiendo una antropología posibilitadora, es decir integradora de toda la existencia humana.”
“La sabiduría amorosa del Espíritu va generando en cada creyente el crecimiento en la experiencia de Dios, de los hermanos y del servicio, vivencia de la interioridad, de la comunitariedad y del compromiso. En Teresa, la mística consiste en la experiencia de lo que se cree por fe; se trata de la aproximación de lo escatológico a la historia individual y comunitaria. Es la vivencia de lo sagrado en espacios y tiempos determinados en los que se armoniza pasado, presente y futuro; esto, finalmente, forma parte de la vivencia sacramental.”
“El ser humano puede comprender su misterio vivencialmente en Dios. Dice Teresa que la creatura nueva manifiesta «el deseo que queda en estas almas de que se haga la voluntad de Dios en ellas, que todo lo que su Majestad hace tienen por bueno: si quisiere que padezca, enhorabuena; si no, no se mata como solía».”
Voy a insistir en los aspectos que creo son de mayor relevancia.
Símbolo y pensamiento
Según Serrano Pérez (2011),   en la obra se produce un admirable engranaje de símbolo y pensamiento que da el soporte y la graduación a la antropología teresiana, cuya originalidad consiste en que todo lo doctrinal tiene germen experiencial.
Teresa explica los tres niveles del proceso místico, y, también, comprensivo: la experiencia, el conocimiento y la comunicación. Es consciente de la graduación del proceso y reconoce la progresividad. La experiencia comporta la percepción y pertenece al ámbito del sentimiento. El conocimiento se halla vinculado a la doctrina, poniendo en juego al pensamiento, al entendimiento. Y la comunicación resulta ser la expresión del convencimiento.
Su ser mujer cristificada es el testimonio del Espíritu Santo en la fragilidad humana. La antropología teresiana se manifiesta en la acción del Espíritu en su existencia, siendo así ella transparencia de Cristo. De todos modos, la antropología es trinitaria en tanto en cuanto se ve a lo largo de su vida la acción de la Trinidad.
Teresa refleja gran lucidez en la detección, descubrimiento, del misterio del mal que desordena al ser humano y rompe el proyecto relacional de Dios. Relativiza lo transitorio y accidental sin ignorarlo, y entiende los males como pasajeros, ya que no se altera el concepto de ser humano revelado en Cristo, en quien el pecado ha sido vencido por amor. Es esta revelación la que explosiona en la séptima morada que presenta al nuevo ser, capaz de contener a Dios y, a la vez, capaz de renegar de sí mismo introduciendo el mal. En definitiva, la persona es misterio, al igual que la realidad divina a cuya imagen está creada, por lo que es capaz de relación con Dios: entra en el misterio trinitario y lo comunica. El ser humano se entrega a Dios porque Dios se ha dado a él. Se trata del misterio circular de las relaciones intratrinitarias.
En Teresa, el autoconocimiento de la grandeza y la miseria es a la luz de Dios y por eso puede vivir como resucitada. La escatología se hace presente en la entraña de la historia, y ella es una persona nueva. Participa de Dios en fe, esperanza y amor, porque Dios la ha encontrado, de tal modo que el ser humano teresiano está capacitado para el acceso al misterio de Dios que acontece en el misterio del hombre.
El dinamismo del conocimiento humano es el don que ya está en nosotros por el Espíritu. La persona se ensancha y dinamiza su capacidad porque el don ya tiene la referencia trinitaria. Desde la séptima morada se vislumbra una antropología trinitaria que, partiendo de la experiencia mística tiñe toda su obra.
La antropología teresiana se sustenta en su concepción trinitaria y cristológica y se muestra en la vocación eclesial de comunión y misión. Dicha antropología se basa en la experiencia de una progresiva interrelación entre el conocimiento y el amor que representan la diversidad de la realidad humana. El centro es la persona divina que unifica al ser humano que se va conformando con Cristo.
Teresa describe la profunda vivencia con Cristo y experimenta la permanente presencia trinitaria. La imagen del matrimonio espiritual vehiculiza la relación entre el ser humano y Dios. De ese modo, el servicio eclesial nace de la cristología y de su concepción trinitaria, lo que se manifiesta en su conciencia y en su práctica de compromiso responsable. Para Teresa lo fundamental es la relación interpersonal del ser humano con el otro y con Dios: «nunca se fueron de con ella».
El pensamiento teresiano sobre lo humano, sostiene Serrano Pérez (2011),  se puede sintetizar desde la luz que irradia el punto de llegada. Los cuatro capítulos de la séptima morada expresan el culmen de la experiencia humana.
El ser humano experimenta, lo que sabe y cree por fe, a Dios uno y trino. Así lo expresa Teresa: «por visión intelectual [... ] se le muestra la Santísima Trinidad, todas tres personas [...] distintas, [...] y un solo Dios, de manera que lo que tenemos por fe, allí lo entiende el alma, [...], y la dan a entender [...] que vendría Él y el Padre y el Espíritu Santo a morar con el alma que le ama y guarda sus mandamientos (Jn 14,23)».
El ser humano que se confía a Dios experimenta su misericordia, amor que Teresa formula así: «El Señor no mira tanto la grandeza de las obras como el amor con que se hacen [...] pudiendo cada día más y más».
Desde la unión plena, experiencia que ilumina el camino, se detecta una posible propuesta antropológica, gracias a la cual el ser humano es llamado a la experiencia de interioridad, de comunitariedad y de compromiso; es un ser creado para plenificarse a través de la historia.
Identidad y libertad
Serrano Pérez (2011) considera que desde el punto de vista de la antropología teológica latente en Castillo Interior, la identidad y la libertad se han ido configurando desde el proceso de búsqueda del ser humano que pretende el descubrimiento del misterio creador. La persona puede conocerse acudiendo al origen de su ser que, para Teresa, está en el Dios-Amor que da la existencia.
La criatura se constituye como fruto del amor divino que regala la libertad para la autorrealización y la madurez desde la experiencia primigenia de gratuidad. Al ser humano, además del origen, le interesa conocer el fin, el para qué ha sido creado.
Serrano expresa que, “a través de la historia de salvación, el ser humano culminará en el amor de Dios. La meta, por tanto, es el mismo seno de Dios trinitario, al que se accede, por gracia, a través de una opción de amor razonada, gracias a la racionalidad amorosa”.
La criatura va descubriendo el misterio de sí misma a lo largo del itinerario procesual desde el origen, amor de Dios, hacia la meta, amor de Dios. El encuentro crea asombro y sobrecogimiento, espanto, cuando descubre que la finitud es su identidad y cuando va atisbando el significado del misterio de su procedencia y de su finalidad. El ser humano va experimentando el misterio -identidad del sujeto libre cuyo origen y fin es el amor- como salvación en la historia concreta.
El ser creado libre busca su identidad en el origen y en la meta de su existencia, es decir, en el seno amoroso de Dios trinitario. Además, puede conocer y amar el misterio con asombro y sobrecogimiento. Todo ello gracias al espíritu de Dios que se hace presente gestando la creación amada.
Es decir, en el Espíritu el Padre crea por el Hijo dando la existencia a lo que no era en un tiempo y en un espacio. La donación gratuita de la vida puede ser experimentada, entendida y comunicada como el primer acontecimiento salvador hacia la plenitud.
Era normal que al abrir el espacio interior de su alma, Teresa optase por una actitud de recato literario: arropar el relato con los celajes de un símbolo. El símbolo dispensa de la narración explícita. Tiende un velo de pudor sobre las experiencias íntimas e inefables de lo divino. Y, a la vez, el símbolo dice sin decir. Es una especie de palabra abierta o de mensaje en sordina, capaz de despertar en el lector resonancias e inteligencias según el calado del alma del lector mismo, según su capacidad de escucha o su empatía con la experiencia de la autora.

Los símbolos utilizados por ella: agua, fuego, nave, ave fénix, mar… hunden sus raíces en la experiencia vivida por ella. Tienen espaciosa apertura semántica sobre el horizonte humano. Y pulsan la inteligencia y sensibilidad del lector en forma sugeridora. Le sugieren mucho más de lo que dicen. Lo invitan a reacuñar y revivir cada símbolo en la propia vida.

Razón teológica. 

En última instancia, sostiene Serrano, Teresa no escribe por hacer literatura, ni siquiera por contar de nuevo el paso de Dios por su vida. En última instancia le interesa explicarse a sí misma y al lector el sentido profundo de esa vivencia. Elevarse al plano de la «razón teológica» del hecho místico y de la vida de la gracia. Su historia personal y el embrujo de los símbolos le sirven para eso: para diagramar a su modo el proceso de desarrollo de la gracia como vida nueva y misteriosa del creyente.

Teresa conoce los esquemas tradicionales, que explican ese proceso de vida en tres vías o en tres etapas: de principiantes, aprovechados y perfectos. Pero no los adopta ni los utiliza. El símbolo del Castillo le permite fijar el punto de partida de su explicación doctrinal en el hombre: en su capacidad y dignidad, en su hechura a imagen de Dios, en su condición de templo del Espíritu, en su vocación radical a la comunión con Dios. Será ésa la base antropológica cristiana de su exposición.

Pero esa su vocación a la relación con Dios pasa necesariamente por Cristo. Teresa introduce, para explicarlo, el delicioso símil del gusano de seda que se transforma en mariposa. Y como clave bíblica, el lema paulino «mi vida es Cristo». El cristiano crece en Cristo, se configura con él, hasta la unión plena con su Señor Jesús.

La fase terminal es trinitaria y eclesial. El cristiano que no vive a fondo la inhabitación trinitaria, nunca llegará a la plenitud de los gérmenes de vida nueva recibidos en el bautismo. Y si llega a esa plenitud, la revierte –como Cristo mismo– en el servicio de los otros, en hacer Iglesia.

Sobre esa trilogía (o cuatrilogía) se despliega el paisaje doctrinal del Castillo: el hombre, por Cristo, a la Trinidad, para la Iglesia.

El relato que la santa nos dejó en su "Autobiografía" sobre sus visiones y experiencias espirituales da muestra de una extraordinaria sencillez de estilo y de una preocupación constante por no exagerar los hechos. La Iglesia califica de "celestial" la doctrina de Santa Teresa, en la oración del día de su fiesta. Las obras de la “Mística Doctora" ponen al descubierto los rincones más recónditos del alma humana. La santa explica con una claridad casi increíble las experiencias más inefables. Y debe hacerse notar que Teresa era una mujer relativamente inculta, que escribió sus experiencias en la común lengua castellana de los habitantes de Avila, que ella había aprendido "en el regazo de su madre"; una mujer que escribió sin valerse de otros libros, sin haber estudiado previamente las obras místicas y sin tener ganas de escribir, porque ello le impedía dedicarse a hilar; una mujer, en fin, que sometió sin reservas sus escritos al juicio de su confesor y sobre todo, al juicio de la Iglesia. La santa empezó a escribir su autobiografía por mandato de su confesor".

Por otra parte, el mejor comentario de las obras de la santa es la paciencia con que sobrellevó las enfermedades, las acusaciones y los desengaños; la confianza absoluta con que acudía en todas las tormentas y dificultades al Redentor crucificado y el invencible valor que demostró en todas las penas y persecuciones.

Los escritos de Santa Teresa subrayan, como hemos visto, sobre todo el espíritu de oración, la manera de practicarlo y los frutos que produce. Como la santa escribió precisamente en la época en que estaba consagrada a la difícil tarea de fundar conventos de carmelitas reformadas, sus obras, prescindiendo de su naturaleza y contenido, dan testimonio de su vigor, industriosidad y capacidad de recogimiento.

Santa Teresa escribió el "Camino de Perfección" para dirigir a sus religiosas, y el libro de las "Fundaciones" para edificarlas y alentarlas. En cuanto al"Castillo Interior", puede considerarse que lo escribió para instrucción de todos los cristianos, y en esa obra se muestra la santa como verdadera doctora de la vida espiritual.

Impacto

Santa Teresa es, sin duda, una de las mujeres más grandes y admirables de la historia tanto por su ejemplo de espiritualidad como por la doctrina que nos ha dejado.
Álvarez (2000) dice que Teresa, además de dar razón de la experiencia mística, también pretende «diagramar a su modo el proceso de desarrollo de la gracia como vida nueva y misteriosa del creyente ... fijar el punto de partida de su explicación doctrinal en el hombre: en su capacidad y dignidad, en su hechura a imagen de Dios, en su condición de templo del Espíritu, en su vocación radical a la comunión con Dios  ...  relación con Dios que pasa necesariamente por Cristo ... . El cristiano que ... vive a fondo la inhabitación trinitaria, ...  llegará a la plenitud que revierte ...  en hacer Iglesia».
Por su parte, Serrano Pérez (2011)  sostiene que la antropología es una ciencia de actualidad que se proyecta al futuro. De esta suerte,  hay realidades que interrogan al varón y a la mujer de hoy en un contexto de división y negatividad, pecado, urgido de gracia. De tal modo que la latente antropología teresiana ha ido saliendo a la luz invitando a la reflexión sobre la receptividad, lo femenino y el misterio.
Para corroborar lo dicho acudo al mensaje y a la vigencia de este impacto:

Mensaje
No veo mejor forma de sintetizar el mensaje de Santa Teresa que recurriendo a la mencionada homilía de PabloVI (1970) al declararla Doctora de la Iglesia que viene a ser el hilo conductor del artículo: “Todos reconocían, podemos decir que con unánime consentimiento, la prerrogativa de Santa Teresa de ser madre y maestra de las personas espirituales. Una madre llena de encantadora sencillez, una maestra llena de admirable profundidad. El consentimiento de la tradición de los santos, de los teólogos, de los fieles y de los estudiosos, se lo había ganado ya. Ahora lo hemos confirmado nosotros, a fin de que, nimbada por este título magistral, tenga en adelante una misión más autorizada que llevar a cabo dentro de su familia religiosa, en la Iglesia orante y en el mundo, por medio de su mensaje perenne y actual: el mensaje de la oración”.
“Esta es la luz, hecha hoy más viva y penetrante, que el título de doctora conferido a Santas Teresa reverbera sobre nosotros.”
“El mensaje de oración nos llega a nosotros, hijos de la Iglesia, en una hora caracterizada por un gran esfuerzo de reforma y de renovación de la oración litúrgica; nos llega a nosotros, tentados, por el reclamo y por el compromiso del mundo exterior, a ceder al trajín de la vida moderna y a perder los verdaderos tesoros de nuestra alma por la conquista de los seductores tesoros de la tierra.”
“Este mensaje llega a nosotros, hijos de nuestro tiempo, mientras no sólo se va perdiendo la costumbre del coloquio con Dios, sino también el sentido y la necesidad de adorarlo y de invocarlo.”
“Llega a nosotros el mensaje de la oración, canto y música del espíritu penetrado por la gracia y abierto al diálogo de la fe, de la esperanza y de la caridad, mientras la exploración psicoanalítica desmonta el frágil y complicado instrumento que somos, no para escuchar las voces de la humanidad dolorida y redimida, sino para escuchar el confuso murmullo del subconsciente animal y los gritos de las indomadas pasiones y de la angustia desesperada.”
“Llega ahora a nosotros el sublime y sencillo mensaje de la oración de parte de la sabia Teresa, que nos exhorta a comprender "el gran bien que hace Dios a un alma que la dispone para tener oración con voluntad…, que no es otra cosa la oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama".
Y así concluía el Papa: “Este es  el mensaje que nos da Santa Teresa de Jesús, doctora de la santa Iglesia. Escuchémoslo y hagámoslo nuestro”.




Vigencia.
Los “andares espirituales” de la mística Doctora no concluyeron en su fallecimiento pues su mensaje y ejemplo impactaron por mucho tiempo en personas, hombres y mujeres, que se interesaron  por  sus escritos especialmente por LaVida.
Es más,  su influjo ha ido actuando a lo largo de esos cuatro siglos que han transcurrido.  Para no cansar al lector solo voy a referirme a seis santas que bebieron de su espíritu, a dos instituciones que han seguido de alguna manera las huellas que Santa Teresa dejara en sus fundaciones y  a algunos hechos y referencias a la santa que demuestran su vigencia actual:

Santas vinculadas con Teresa de Ávila:

Santa Teresa Margarita Redi (1747-1770

Teresa Margarita Redi, Santa Teresa Margarita Redi o Teresa Margarita del Sagrado Corazón de Jesús fue una santa que nació en Arezzo y pasó la mayor parte de su vida en Florencia (Italia).

Un día, una conocida de Ana María Redi -que así se llamaba de seglar-  Cecilia Albergotti, que estaba a punto de entrar en el Carmelo, fue a Santa Apolonia a despedirse de las Religiosas y de las alumnas.  Ana María pidió hablar un momento con Cecilia, pero el tiempo pasó y no tuvo ocasión para hacerlo. Sin embargo, cuando Cecilia estaba a punto de irse, tomó la mano de Ana María y la miró sin decir nada. Y se fue. Ana María volvió a su habitación con un extraño sentimiento interior... Entonces, oyó unas palabras: "Yo soy Teresa de Jesús, y te quiero entre mis hijas." Confundida y asustada, Ana María se fue a la capilla. Y allí, a los pies del Santísimo Sacramento, volvió a oír las mismas palabras otra vez.

Sus años en el monasterio fueron de una vida muy íntima y espiritual. Se dedicó a la vida contemplativa bajo las palabras de Juan 4:8, "Dios es amor." Era especialmente devota del Sagrado Corazón. Y se  distinguía por su caridad, que le llevaba a aprovechar cuantas oportunidades le ofrecía la vida del claustro para sacrificarse por sus hermanas,  como correspondía a una hija auténtica de santa Teresa y a una fiel discípula de san Juan de la Cruz.

Probablemente la forma tan estricta en que practicó la oración, la penitencia y la pobreza, yendo más allá de lo que exigía la regla, acortó sus días.

Además, durante la mayor parte de su vida religiosa ejerció el oficio de enfermera; en él dio muestras de maravillosa ecuanimidad y alegría, aunque su débil salud habría exigido que se la contase más bien entre las enfermas.

Según la creencia, vaticinó el día de su muerte, que llegaría cuando contara con 23 años. Y efectivamente así sucedió el 7 de marzo de 1770. Su cuerpo permaneció expuesto durante quince días, sin que se advirtiera la menor señal de descomposición y, hasta el presente, se halla incorrupto. La santa ha sido muy venerada, sobre todo en Florencia y ha obrado numerosos milagros.

Fue beatificada por el Papa PíoXI el 9 de junio de 1929 y santificada por el mismo Papa el
19 de marzo de 1934.

Santa Teresa de Jesús Jornet  (1843 - 1897)

Teresa de Jesús nació en Aitó de Lleida (Catalunya) en el seno de una familia religiosa. Su hermana Josefa, fue Hija de la Caridad en el hospital de la Habana; su hermana María se incorporó con ella a la nueva orden religiosa; su hermano Juan, casado, dio tres hijas a la misma congregación; su tía Rosa, hermana de su madre, muerta en honor de santidad y su tío abuelo el Beato Francisco Palau, fue fraile carmelita exclaustrado, apóstol, orador, escritor y penitente.


A su muerte, el 26 de Agosto de 1897, dejó 103 asilos en España y América. El 27 de abril de 1958 el Papa Pío XII la beatificó y fue canonizada por Pablo VI.

PíoXII se expresó así de ella:  "Alma grande y al mismo tiempo humanamente afable y sencilla, como su homónima, la insigne reformadora abulense; humilde hasta ignorarse a sí misma, pero capaz de imponer su personalidad y llevar a cabo una obra ingente; enferma de cuerpo, pero robusta de espíritu con fortaleza admirable; "monja andariega" ella también, pero siempre estrechamente unida a su Señor; de gran dominio de sí misma, pero adornada con aquella espontaneidad y aquel gracejo tan amable; amiga de toda virtud, pero principalmente de la reina de ellas, la caridad, ejercitada en aquellos viejecitos o viejecitas que exigen la paciencia y benignidad de que habla el Apóstol."

Santa Teresa de Lisieux  (1873-1897)

María Francisca Teresa Martín Guérin nació en Alençon de Normandía en Francia y se la llama Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz o también Santa Teresa de Lisieux 

Educada por las Benedictinas de Lisieux  ingresó en el Carmelo de esa ciudad donde comenzó el camino de perfección trazado por la Madre Fundadora, Teresa de Jesús, con auténtico fervor y fidelidad,
Dio especial valor a la oración y a los pequeños actos. Destaca sobre todo en su espiritualidad lo que ella llamó "la pequeña vía" o "el pequeño caminito" que consiste en hacer hasta las cosas más pequeñas e insignificantes por amor a Dios, como si para él se hicieran, siempre ejercitándose en la humildad y la pequeñez, también la conocida "infancia espiritual" que proclama que hay que entregarse a los brazos de Dios como un niño, es decir, con gran inocencia, humildad, confianza en su misericordia y conocimiento de nuestra pobreza que nos lleva a solo estar completamente sostenidos por la gracia de Dios, tomando como base bíblica esa cita del evangelio: "El que se haga pequeño, como un niño, es el más grande en el reino de Dios" (Mt 18, 4).

Fue beatificada el 29 de abril de 1923 por el papa Pío XI y canonizada por el mismo Papa el 17 de mayo de 1925.

En 1927 es proclamada patrona de las misiones porque pese a no haber abandonado nunca el convento, siempre rezaba por los misioneros y siempre deseó serlo hasta en los últimos confines de la tierra.

El papa Pío XI la llamó la "estrella de su pontificado."

Por último fue proclamada "Doctora de la Iglesia" por el Papa Juan Pablo II el 19 de Octubre de 1997.

Teresa Benedicta de La Cruz (1891- 1942)
Edith Stein nació  el 12 de octubre de 1891en Breslavia, entonces Alemania y hoy Polonia, en el seno de una familia judía,
Estudió  en las Universidades de Gotinga y Friburgo donde atraída por la fenomenología trascendental, se convirtió en discípula de Husserl y luego tuvo relación con Scheler.
En 1921 de visita en la casa de otra discípula de Husserl visitó la biblioteca y quedó profundamente fascinada al leer el “Libro de la vida”  de Santa Teresa de Ávila. Según lo confesara  la propia Edith, esta obra fue determinante para su conversión definitiva al catolicismo.
En 1922, Edith fue bautizada y el 2 de febrero del mismo año, recibió la confirmación.
En 1933 ingresa al Convento de las Carmelitas Descalzas de Colonia, donde toma el hábito de dicha orden, con el nombre de Sor Teresa Benedicta de La Cruz.
Edith confesaba  en 1928: “En el tiempo inmediatamente anterior a mi conversión y después de un cierto período, llegué a pensar que llevar una vida religiosa significaría dejar todo lo terreno y vivir teniendo el pensamiento única y exclusivamente en las cosas divinas. Pero, poco a poco, he comprendido que en este mundo se nos exige otra cosa, y que incluso en la vida contemplativa no debe cortarse esa relación con el mundo; creo, incluso, que cuanto más profundamente uno esté metido en Dios, tanto más debe, en este sentido, 'salir de sí mismo', es decir adentrarse en el mundo para comunicarle la vida divina.”
Luego de una fecunda vida espiritual y filosófica murió como judía en el campo de exterminio nazi de Auschwitz a los 51 años de edad. Antes de fallecer había escrito “Bien está el venerar al Crucificado en imágenes y fabricar crucifijos [...] pero mejor que las imágenes de madera y piedra se conviertan en imágenes vivas”.
Fue beatificada el 1º de mayo de 1987 por el Papa Juan Pablo II y canonizada por el mismo Papa el 11 de octubre de 1998.
Fue también este Papa quien la declaró co-patrona de Europa el 12 de julio de 1999.

Santa Maravillas de Jesús (1891-1974)
María Maravillas Pidal y Chico de Guzmán nació en Madrid el 4 de noviembre de 1891.
Leía frecuentemente las obras de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz y, cautivada por sus vidas y experiencias espirituales, decidió entrar en las Carmelitas Descalzas de El Escorial (Madrid) el 12 de octubre de 1919. Tomó el hábito en 1920 e hizo su primera profesión en 1921 con el nombre de Maravillas de Jesús.
La santa se interesó profundamente por los problemas del prójimo, especialmente por las carencias económicas, pero siempre bajo un prisma espiritual. Escribió: "No quiero la vida más que para imitar lo más posible la de Cristo".
Los conventos carmelitas fundados por Maravillas de Jesús, se caracterizaron por la vida en pobreza: sin rentas, con edificios pequeños, con trabajo manual para su sustento.
Durante la persecución religiosa en España a partir de 1931, pasaba todas las noches muchas horas orando desde su Carmelo, contemplando el monumento al Sagrado Corazón. Solicitó y obtuvo permiso del papa Pío XI para salir con su comunidad, exponiendo sus vidas, si llegara el momento de defender la sagrada imagen, en caso de ser profanada.
En 1938 hizo voto de hacer siempre lo más perfecto. En marzo de 1939 pudo volver a recuperar, totalmente destruido en la guerra, el convento de El Cerro de los Ángeles, donde fue elegida nuevamente priora. En este tiempo dio testimonio de fe, heroísmo y fortaleza, prudencia y serenidad y de una extraordinaria confianza en Dios.
Falleció en el convento de La Aldehuela de Getafe, el 11 de diciembre de 1974.
Fue beatificada por el papa Juan Pablo II el día 10 de mayo de 1998; y canonizada por el mismo Papa el 4 de mayo de 2003. 
Santa Teresa de Los Andes (1900-1920)
Juana Enriqueta Josefina de los Sagrados Corazones Fernández Solar nació en  Santiago de Chile el 13 de julio de 1900
Entre los estudios, la vida familiar y su apostolado de caridad con los más pobres, se desarrolló su intenso amor por Jesucristo.
La lectura de las obras de Santa Teresa de Jesús, a quien consideró su guía y maestra, influyeron enormemente en el desarrollo de su vocación.  Efectivamente a los 14 años, decidió consagrarse a Dios como religiosa carmelita descalza en el monasterio de Los Andes.
El 14 de octubre hizo su primera profesión, tomó el hábito y recibió el nombre de Teresa de Jesús.
Los biógrafos de Teresa  describen que la santa consiguió armonizar lo divino y lo humano integrándolo en su vida en admirable síntesis. Para ello no hay dos vidas superpuestas: una natural profana y la otra sobrenatural, espiritual. No hay sino una única vida humana planificada por el amor divino, divinizada. Viviendo abierta a la voluntad de Dios y no apartándose ni un punto de ella, conjuga con naturalidad encantadora el trato con Dios y con los hombres, como queda ponderado.
Con solo once meses en el convento la santa falleció de tifus y difteria el 12 de abril de1920, a los 19 años.
Fue beatificada por Juan Pablo II el 3 de abril de 1987 y canonizada por el mismo Pontífice el 21 de marzo de 1993.

Cabe destacar que el santuario de Auco, donde se guardan las reliquias de la santa, constituye uno de los mayores lugares de peregrinación del país durante todo el año, siendo su evento más importante la peregrinación juvenil De Chacabuco al Carmelo, llevada a cabo el tercer sábado de octubre de cada año, a la que acuden jóvenes de todos los rincones de Chile, e incluso del extranjero.


Instituciones religiosas

Carmelitas descalzas.

Como ellas mismas se definen (1999) desde el Carmelo de Altea (Alicante)  “Somos en la Iglesia continuadoras y recreadoras del carisma que Dios confió a Santa Teresa de Jesús, a quien tenemos por fundadora, madre y maestra espiritual”.

Están extendidas por los cinco continentes, como comunidades orantes al servicio de la Iglesia.  La vida en sus Carmelos se desarrolla en el ámbito de la clausura, conjugando armónicamente la vida comunitaria con el retiro en soledad. Y la jornada la vertebra la Liturgia: Eucaristía y Oficio Divino.

“Procuramos llevar una vida de sobriedad y sencillez, trabajando para ganar nuestro sustento y ayudar a las necesidades de la Iglesia y de los hombres.”

“La vida de la carmelita quedaría bien expresada en clave de amistad: amistad con Dios (oración) y amistad entre las hermanas (fraternidad). Este camino, recorrido con María, Reina y Hermosura del Carmelo, Madre y Hermana.”

La Institución Teresiana.

Según puede leerse en su página web, “la Institución Teresiana es una Asociación Internacional de Laicos de la Iglesia Católica, cuya finalidad es contribuir a la promoción humana y social, a través de mediaciones educativas y culturales, participando de la misión evangelizadora de la Iglesia. Fundada por el sacerdote y pedagogo san Pedro Poveda, en Covadonga (Asturias, España) en 1911, su presencia se extiende en treinta países de los continentes europeo, americano, asiático y africano. Sus asociados viven los valores del Evangelio, procuran una seria preparación y realizan la misión de la Institución Teresiana en entidades públicas y privadas, a través del ejercicio profesional”.

El nombre de la Institución está inspirado en Santa Teresa de Jesús. Su fundador, San Pedro Poveda, se expresaba así de la santa: “vivió una vida plenamente humana y toda de Dios”.

“A lo largo de un centenario de vida, la labor de contribuir a transformar realidades y situaciones injustas a través de la educación, ha sido realizada principalmente por mujeres profesionales preparadas en las corrientes más avanzadas de cada época. Ello favoreció, en los distintos campos de la cultura y el conocimiento, así como en los socioeducativos, el trabajo con numerosos colaboradores, muchos de los cuales se integraron progresivamente en las diversas asociaciones de la Institución Teresiana.”

“La viabilidad de un diálogo entre la fe y la ciencia con la mirada puesta en tener por centro al ser humano, ha sido preocupación de Pedro Poveda y escuela de formación y acción para sus miembros y colaboradores desde el incio del siglo XX. La posterior inserción de la Institución Teresiana en diferentes países y realidades ha colocado en primer plano la necesidad de promover actitudes de encuentro y respeto entre las diversas culturas y creencias, siempre en búsqueda de justicia, sin que ello supusiera una pérdida de identidad.”

“La oración y el estudio son dimensiones esenciales de la vocación teresiana. La audacia de Santa Teresa de Jesús en el servicio de Dios, su desasimiento y espíritu atrayente inspiran el temple de los miembros de la Obra.”

En 1917, la Institución obtuvo su aprobación como Asociación Civil, a la vez que su reconocimiento en la diócesis de Jaén, España. El 11 de enero de 1924 alcanza la Aprobación Pontificia como Pía Unión, de acuerdo al Derecho Canónico vigente en ese momento.
El Padre Poveda murió asesinado el 28 de julio de 1936 en el inicio de la guerra civil española. Dio testimonio de su fe cristiana y de su ser sacerdote hasta el último momento. Fue canonizado por el Papa Juan Pablo II el 4 de mayo de 2003.

Hechos y Referencias

El día 23 de mayo del 2014 la Fundación V Centenario ha puesto en marcha la web www.amigosdeteresa.es  para fomentar y difundir la figura y magisterio de la Santa, su legado y herencia así como su actualidad y vigencia.

Según informa 20 Minutos.es,  la vida y el pensamiento de Santa Teresa de Jesús han sido tema  de análisis del Congreso Internacional Teresiano 'Historia, literatura y pensamiento' realizado en octubre de este año en el Aula Magna de la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA), donde se han dado cita ponentes de distintos países.

Garcinuño (2014) señala  que S.S. el Papa Francisco,  en el mensaje enviado a la Diócesis  de Ávila con motivo del inicio del V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, se expresó así de la Mística Doctora: “En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. ¿Por qué caminos quiere llevarnos el Señor tras las huellas y de la mano de Santa Teresa? Quisiera recordar cuatro que me hacen mucho bien: el camino de la alegría, de la oración, de la fraternidad y del propio tiempo”.

Y como ha informado Europa Press, durante la audiencia general de este miércoles (14 de octubre de 2014) el Papa ha puesto de ejemplo a Santa Teresa Jesús, doctora de la Iglesia católica, y ha pedido aprender de ella la radicalidad del Evangelio y el crecimiento en la comunión plena con Dios, coincidiendo con la apertura del Año Jubilar Teresiano, que conmemora en España el V Centenario del nacimiento de la santa.

Y termino apelando una vez más a Pablo VI quien, en la mencionada homilía, se expresó así de ella:  “A distancia de cinco siglos, Santa Teresa de Avila sigue marcando las huellas de su misión espiritual, de la nobleza de su corazón, sediento de catolicidad; de su amor, despojado de todo apego terreno para entregarse totalmente a la Iglesia. Bien pudo decir, antes de su último suspiro, como resumen de su vida: “En fin, soy hija de la Iglesia".
Y añadió: “en esta expresión, presagio y gusto de la gloria de los bienaventurados para Teresa de Jesús, queremos adivinar la herencia espiritual, una llamada dirigida a todos a hacernos eco de su voz, convirtiéndola en lema de nuestra vida para poder repetir con ella: ¡Somos hijos de la Iglesia!”

Lima, noviembre del 2014

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[1] Mayte o Maite es un  nombre de origen euskérico que significa amor/amada. Pero  en la época en la que los nombres en euskera estaban prohibidos fue muy usual registrar a las recién nacidas como Maria Teresa para poder llamarlas Mayte.

[2] Se cree que la palabra "Teresa" viene de la palabra griega "teriso" que se traduce por "cultivar"; cultivadora. O de la palabra "terao" que significa "cazar", "la cazadora".   Como bien dice el Padre Sálesman en su biografía, ambos títulos le quedan bien a Santa Teresa, por ser ella "Cultivadora" de las virtudes y "cazadora" de almas para llevarlas al cielo
[3] Existen varios datos que hacen pensar que Teresa es oriunda de Gotarrendura y no en Ávila capital, ya que en esta ciudad no existe su partida de nacimiento, y en el de Libro de nacimientos de Gotarrendura faltan 30 hojas que pertenecen a las fechas en las que vino al mundo. Otro dato importante es que todos sus hermanos nacieron en dicha localidad, e incluso su madre falleció en el lugar. En el centro del pueblo aún existen propiedades -como un palomar que data como mínimo de principios del siglo XV que pertenecieron a su familia y que la propia Doctora de la Iglesia alude en alguno de sus escritos.

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