Edith
Stein: filósofa y santa
Jorge
Capella Riera
“Bien está el venerar al
Crucificado en imágenes y fabricar crucifijos [...] pero mejor que las imágenes
de madera y piedra se conviertan en imágenes vivas”. (Edith Stein)
Introducción
Caballero Bono (2010) nos cuenta que en la
primavera del año 2009 se inauguró en Berlín un busto en bronce de Edith Stein
ubicado junto al río Spree. El autor de la efigie es Bert Gerresheim [1], el mismo
artista que realizó el grupo escultórico sobre la santa junto al Seminario
Diocesano de Colonia. Y al igual que allí, ha representado el rostro de la filósofa cortado, longitudinalmente, en
dos mitades que no encajan entre sí.
¿Tendrá esa bisección algún significado? Yo creo que la imagen puede
sugerir que, pese a la ruptura: la
conversión y el itinerario intelectual, hay una continuidad en la persona y en
su pensamiento.
Y es que Edith fue una
gran judía convertida al catolicismo y a la vez una de las grandes filósofas
del siglo XX. MacIntyre
(2008) le da la talla de filósofos contemporáneos como Lukács, Rosenzweig,
Reinach, Heidegger, Ingarden, etc.,
Hay
quienes han exclamado "¡Una verdadera locura!" ¿Cómo a alguien se le
ocurre renunciar a la fama y al éxito? Ella, que hubiera podido ser nombrada
"Filósofa del siglo XX" si no se hubiese retirado... Pero la verdad
es que esta mujer desapareció de la vida pública y la Orden del Carmelo, y con
ella la Iglesia, se hicieron de una extraordinaria
pensadora de nuestra época.
Es por eso que Marchesi
(2012) considera que “en dos mil años de historia de la Iglesia, después del
apóstol Pablo, hebreo convertido a la fe cristiana, que centró toda su
catequesis en la muerte redentora de
Cristo, tal vez ningún otro cristiano de origen hebreo, como Edith Stein,
también parte del pueblo elegido y convertida del hebraísmo a la fe católica,
ha focalizado con igual fuerza el itinerario
completo de su maduración espiritual,
hasta la entrega suprema de sí mismo, en el misterio de Cristo crucificado, “necedad”
para los hombres, pero “poder de Dios y sabiduría de Dios” (1 Cor 1, 18-25)”.
Y, por su parte, MacIntyre (2008) afirma que “Edith Stein, asistente
Edmund Husserl, fundador de la fenomenología, fue una de las pocas mujeres que
participó activamente como miembro del círculo de Göttingen, una comunidad de
amigos unidos por el deseo de llevar a cabo un proyecto filosófico de corte
realista”.
Ahora bien, a veces sus
textos sobre espiritualidad, e incluso misticismo, han ensombrecido su pensamiento filosófico. Pero
en realidad ella va a hacer de su vida una auténtica
“filosofía”, y su filosofía se va a transformar en vida. En este sentido,
podemos descubrir en Stein un modelo de los filósofos antiguos, que hacían de
su vida un continuo filosofar. No era la filosofía un aspecto más de su vida,
sino que filosofía y vida caminaban juntos, se confundían.
Ferrer Santos ( 2011) señala que “en algunos filósofos es
más relevante que en otros la biografía. En el caso de Edith se vuelve
particularmente significativa, no solo por el atractivo que en sí misma tiene,
sino también porque incide de modo especial en los distintos hitos de su
trayectoria intelectual y porque en ella la experiencia vivida es una fuente de
primer orden para el tratamiento que hace de los diversos temas, como ha
resaltado MacIntyre en la biografía
intelectual que le dedica”.
Efectivamente,
como afirma García Rojo (1998), “es una
gran mujer entre otras cosas porque “no se permitió que la vida transcurriese
delante de ella, cual espectador desocupado que se sienta a ver pasar la vida.
No. Edith Stein es una de esas criaturas que tomó desde joven las riendas de su
mundo personal para ser protagonista del mismo. Se ha forjado a pulso su
existir y su pensar; nada se le regaló. Buscó hasta encontrar, pugnó por vencer
y convencer. Tenía de sí una alta estima y se esforzó por mantenerla y
justificarla, incluso se molestó para que otros también la alcanzasen. Tanto su
vida como su obra son de una rabiosa importancia y actualidad para nosotros,
personas, cristianos, religiosos... de finales del siglo XX”.
Cabe
hablar de la actitud militante de Stein frente al discurrir de la historia del
siglo pasado. Es aquí donde cabe situar su existencia, y desde aquí se torna
más comprensible su pensar y su legado.
En la segunda década
del siglo XXI estamos frente a un grave
problema que parece afectar al ser humano: la incapacidad de pensar su
existencia y el desinterés, bastante generalizado, por los valores. Vivimos
también un momento histórico de grandes contrastes. Por un lado, la necesidad
profunda por recuperar “la persona”, y por otro lado la real anulación de la
persona, que centra su vida en lo casi estrictamente material y superficial.
Lo expresado hasta aquí,
especialmnete en el último párrafo, me ha motivado a escribir este artículo con
la sola pretensión de aportar al conocimiento de la vida, pensamiento y legado
de Edith
Stein, Santa Teresa Benedicta de la Cruz, y de esta forma contribuir en algo a
una vida más plena para quienes tengan a bien leerme.
En el escrito presentaré algunas de sus
vivencias y comentarios personales, tratando de dar un panorama general de su
vida, obras, pensamiento y legado; y para facilitarlo he empleado este esquema:
-
Contexto
socioeconómico y cultural
-
Primeros años de su vida
-
Estudios universitarios
-
Conversión
-
Carmelita
Descalza
-
Personalidad
-
Obras
-
Persecución
y asesinato
-
Pensamiento
-
Vigencia.
El
mérito de este trabajo corresponde a los autores que he consultado y a quienes
cito literal o referencialmente, según aconseje el discurso. Si en algún caso
ha habido omisiones les pido disculpas. A todos ellos, mil gracias. Mi aporte ha
consistido en sistematizar la información que he recabado.
Como
quiera que el artículo es de difusión, me he permitido una serie de anotaciones
a pie de página para referirme a datos, hechos o personas - que a lo menos yo
no conocía o había olvidado-, que me han parecido significativos para una mejor
comprensión de la grandeza espiritual de Edith Stein.
En
cuanto a los nombres de ciudades respeto la manera en que han sido escritos por
los diversos autores.
Enero
del 2015
Contexto socioeconómico
y cultural
Gutiérrez
(2014) nos dice que “la filosofía, según Hegel, es
«una época elevada a concepto». Dicha elevación implica un esfuerzo de parte
del filósofo por salir de la cotidianeidad para captar la realidad
espacio-temporal en la que vive inmerso el hombre y categorizarla en conceptos
e ideas.” En ese sentido, y dado que la
búsqueda de Dios que Stein inicia está hilada en torno a su
búsqueda filosófica de la verdad, es importante contextualizarla en su
espacio-tiempo en el que vive y en el que surgen las ideas filosóficas que más
la influenciaron en la formación de su pensamiento.
A lo expresado en la introducción, cabe decir que, como bien
sostiene Sancho (2014), el siglo XX “ha sido una
época de grandes crisis y de grandes cambios en el panorama social, político,
religioso y científico. En medio de los grandes dramas sufridos, las dos
guerras mundiales y el terrible desenlace de Auschwitz, han surgido profundos
interrogantes sobre el valor y el sentido de la existencia del hombre”.
Pero esto no sucedió por casualidad en
cada parte del mundo hubo una causa, un preámbulo. En el caso específico de
Alemania la crisis se agrava con su unificación bajo la hegemonía prusiana
que Bismark convirtió primero en la Corporación Germánica y luego en el
imperio alemán, proclamado en Versalles en 1871.
Ese mismo año
se aprobó la ley del púlpito para controlar
la influencia del clero en los fieles.
Al año siguiente se aprobó, también,
la ley que controlaba la enseñanza y los jesuitas
fueron expulsados.
Años más tarde, el asesinato del heredero del trono austríaco en Sarajevo, el 28 de junio de 1914, provocó
el estallido de la Primera
Guerra Mundial. Esta guerra fue terriblemente sangrienta., Y al terminar Alemania tuvo que arrastrar un sentimiento de derrota, que marcó los años venideros tanto en la fuerte depresión como en la sed de venganza. Esto
hizo que años más tarde, en 1933, Hitler fuera nombrado Canciller de
Alemania por el Presidente de la República de Weimar
y a la muerte de este se convirtiera en
dictador del país.
Los nazis restauraron la estabilidad
económica, lo que impulsó la popularidad
del régimen. El racismo, especialmente el sin
sentido antisemitismo, fue una de sus características centrales. Los pueblos
germánicos —también llamados raza nórdica— fueron considerados la representación
más pura del arrianismo [2], presentándose como
una raza superior, en virtud de lo cual los judíos y otros grupos étnicos,
considerados indeseables, fueron perseguidos o asesinados, y la oposición al
gobierno de Hitler fue reprimida sin piedad.
Vino luego la Segunda
Guerra Mundial con todas las atrocidades que durante la misma se cometieron,
especialmente con ciudadanos judíos, hasta que llegó la capitulación del régimen nazi el 8 de mayo de 1945. Tras seis
años de guerra la estructura económica de Alemania se había quedado en nada.
Felizmente Adenauer [3],
Canciller de 1949 a 1963, inició la reconstrucción de
la Alemania Occidental y ayudó a convertir la nación en una potencia económica.
Entonces el país retomó los cauces de la vida democrática en todas sus
expresiones.
Edith Stein vivió en este contexto, sinembargo, no se dejó
arrastrar por la corriente política, social y cultural, sino que desde que tomó
conciencia de la realidad, se empeñó por buscar respuestas y soluciones. En medio de
estas vicisitudes, y a pesar de ellas, nuestra protagonista no renunció jamás a considerarse alemana; más bien al
contrario, se siente insertada de pleno derecho en el devenir de esta nación,
conservando siempre muy vivo el deber de agradecer los beneficios que de ello
se derivan. Esto no será óbice para que sin renunciar al destino citado, se
identifique con otro: el del pueblo judío, y por conversión, el de la Iglesia
católica.
Ahora bien, no podemos pasar por alto que desde
el siglo XIX pasado Alemania gozó de una gran riqueza cultural.
La Universidad de Breslau, Wroclaw capital de la Silesia, una región de
Alemania que pasó a Polonia después de la segunda guerra mundial, fue fundada por los jesuitas
en 1645 y se llamaba Academia Leopoldina. En 1810 pasó a ser la Universidad Federico Guillermo de Silesia, donde se estudiaba
filosofía, teología católica
y protestante, derecho y medicina.
Cabe señalar que la ciudad de Breslau
fue un centro importante
de la cultura judía. En 1854 se fundó el Seminario
Teológico Judío y en 1872 la Universidad para el estudio del Judaísmo.
La Universidad de Berlín fundada en 1810 supuso la creación
de un modelo que aún hoy caracteriza a la universidad alemana. En ella,
según Humbolt, el individuo ya estaba preparado
para conducirse por sí
mismo hacia su autodeterminación,
ya no necesitaba ser enseñado. En la universidad debía dedicarse por entero a la ciencia, a la investigación en
soledad y libertad, en la que la cooperación entre
el maestro y el alumno constituían la verdadera formación”.
Frente a los
negativo y positivo a que tuvo que enfrentarse, Donoso Brant (2010) considera
que “Stein cree tener claro cual es su puesto en la
historia de su tiempo, y como observadora atenta advierte la situación del
mundo que le rodea; el familiar, el estatal, y hasta el europeo y mundial. Ha
iniciado el despliegue de sus afinadas antenas, con lo que el campo de acción
es muy amplio, resultando fácil detectar la situación de las novedades respecto
al centro receptor”.
“A
medida que analiza los textos, añade, advierte que la historia no puede ser
sólo lanzar la mirada a un pasado inmortalizado en las páginas de los libros;
la historia no es tanto conocer cuanto participar activamente en el presente.
En la concepción steiniana la marcha de la historia no es algo que se impone
sin más, un sino ineludible, antes que nada es un quehacer cuya responsabilidad
compete a todos, quieran o no. Por activa o por pasiva todo sujeto está
implicado en el devenir histórico. Edith Stein optó por ser actor,
protagonista, en lugar de dejar pasar los acontecimientos en actitud fatalista.”
Su
amor por la historia no era un simple sumergirse romántico en el pasado. Iba
unido estrechamente a una participación apasionada en los sucesos políticos del
presente, como historia que se está haciendo.
Exponente
de la atención prestada a la historia presente será, por ejemplo, la lectura
regular de periódicos, y además liberales. Así pues, la filosofía y la historia
se aliarán a la hora de concebir Edith Stein su cosmovisión en la que ella
misma queda comprendida.
Esta mujer
pronto advirtió el peligro que encierran las miradas unilaterales y los
raquitismos intelectuales o el solipsismo [4];
si asoman dichos momentos en su mundo, automáticamente se ponen en guardia sus
resortes advirtiendo de las consecuencias no deseadas. Así va por la vida, así
va configurando su pensar, y desde esta plataforma contempla el mundo de su
tiempo, el de la primera mitad del siglo XX.
Primeros años de su vida
La familia Stein
era judía y procedía de Lublinitz
(Polonia); y el matrimonio conformado por Siegfiied
Stein y Auguste Courant se trasladó
a Breslau en 1890.
El Sr.
Stein trabajaba como mayorista en la venta de maderas, un negocio que le permitía dar a su familia una vida hasta
cierto punto acomodada. Y lo más importante, era
una de esas familias que valoraban la formación de los hijos,
preocupados por el futuro.
Se consideraban completamente alemanes, como solía ocurrir con los judíos afincados en el país,
que ya habían asimilado su cultura.
El 12 de octubre de 1891 nace Edith en Breslau, Ello ocurrió cuando la familia festejaba el Yom
Kippur. [5]
Esto hizo que su madre tuviera una especial predilección por la hija más
pequeña. Era la última de una familia numerosa.
Cuando sólo tiene un año y medio muere su padre. Su madre, de carácter
enérgico y trabajador, al quedarse sola consiguió
sacar a flote la industria
de madera. Eso no impidió hacer frente al cuidado
de la familia por lo que desde muy pequeña
es el modelo de mujer que
observa. La imagen que Edith tiene de ella es la de la mujer fuerte de que hablan
las Sagradas Escrituras.
Pese a las dificultades
iniciales, nunca pasaron hambre, pero sí se acostumbraron a una vida de sencillez.
Vila
Griera (2014) nos dice que cuando la economía estuvo afianzada, la madre, recordando el pensar y sentir de su
difunto esposo, permite que sus hijas más jóvenes hagan estudios
académicos, algo poco común en la mujer
de aquel tiempo.
Edith cuando mayor dirá en su autobiografía: “Hay un aspecto de la vida de nuestra familia que siempre he destacado, el
tremendo respeto por la formación. Recuerdo
claramente el dicho que frecuentemente repetía mi padre:
Pueden quitarte tu dinero o tus posesiones. Pero nadie puede quitarte
lo que está en tu cabeza”.
Erna
Biberstein-Stein (1949), hermana de Edith, nos cuenta
que “su primera niñez coincidió en el tiempo en que nuestra madre sobrellevaba
las tareas más pesadas, tras la muerte repentina de nuestro padre. A causa de
sus cargas inevitables poco podía dedicarse a nosotras. Las dos
"pequeñas" estábamos acostumbradas a entendernos las dos solas y -al
menos por las mañanas, hasta que los mayores regresaban de la escuela- nos
entreteníamos nosotras solas”.
Y añade: “desde los cuatro o cinco años comenzó a manifestar
conocimientos de literatura. Cuando entré yo en la escuela, se sintió
terriblemente sola, tanto que mi madre decidió internarla en un jardín de
infancia. Pero esto fracasó del todo. Se veía allí tan desoladamente infeliz, y
aventajaba intelectualmente todos los niños, que hubo que renunciar a ello.”
Sancho (2014) afirma que “de niña fue de un talante muy despierto,
y el amor a las letras pronto la va a caracterizar. De hecho, al cumplir los
seis años de edad “exige” ir a la escuela, lo cual consigue gracias a un
privilegio especial”.
En efecto a los seis años, Edith entra en un colegio
de la ciudad, la Escuela Victoria. La llamaban “la niña inteligente,
”cosa que le molestaba
bastante. Ella
siempre valoró más en las personas, la bondad que la inteligencia.
Y Sancho escribe que: ”enseguida destaca entre las primeras de la
clase. Pero quizás, resulta más interesante la evolución que ella experimentaba
en su interior. No podía pasar con los ojos cerrados ante los sucesos que ella
observaba a su alrededor. Cualquier situación extraordinaria la elaboraba
interiormente como tratando de encontrar respuestas o aclaraciones”.
Según este autor, ella misma dice en su autobiografía: “Pero en mi interior había además un mundo
escondido. Todo lo que durante el día veía y oía lo elaboraba por dentro”.
Así transcurrió su infancia, feliz,
rodeada de los suyos. Solo le preocupaba el problema de
la existencia divina y humana.
Del ambiente familiar apenas
si podía recibir influencias o ayudas que faciliten su comprensión de la
existencia. La vida se le aparece como carente de sentido y con gran facilidad
llega al rechazo absoluto de todo. Poco a poco, se
aleja de la práctica
religiosa de los suyos,
y se le adormece la fe de sus padres.
Durante la pubertad, Edith comienza a entrar en una crisis, que se le va a agudizar
en la adolescencia. En 1905 decide dejar
el colegio porque
no quiere estudiar. A su madre y a sus hermanos les sorprende enormemente esta decisión.
Por ese entonces, su hermana Else, que vive en Hamburgo, va a dar a luz a su segundo
hijo y pide ayuda a la familia. Edith,
animada por su madre, decide ir. En principio iba a ser un período
corto, pero nuestra
jovencita se queda un año.
“Mi madre no puso la menor resistencia a mi decidida
voluntad. No te
forzaré, decía, te dejé entrar en la escuela cuando tú quisiste,
puedes dejarla ahora si tú lo quieres. Así dejé la escuela y fui a Hamburgo unas semanas
después...”
“Aquí tuve conciencia completa de la oración y la abandoné
por una decisión libre. No pensaba en mi porvenir, pero seguía viviendo con la convicción de que se me había asignado algo grande.”
Su
hermana Erna nos narra que “cuando mi madre la visitó
después de seis meses, apenas si la reconoció. Había crecido muchísimo y
parecía plenamente madura. En esta ocasión confió a mi madre que había cambiado
de parecer y que deseaba regresar a la escuela para poder seguir estudiando.”
“En aquella época pensaba de vez en cuando para mis adentros: sería más sensato que yo fuera al Instituto y no me conformase con estudiar
ocasionalmente. Así comencé de
nuevo mi vida de estudiante”.
Así es cómo regresa a Breslau; se preparó en latín y matemáticas,
con la ayuda de dos estudiantes, para pasar la secundaria y superó
brillantemente la
reválida en 1911.
En el acto de clausura, al llegar el turno de Edith, el director dijo:
Golpea en la piedra
[6] y saldrá
sabiduría.
Cuando dejó el Instituto se volvió atea, pero nunca renegó del judaísmo. Esta
situación duró diez años, aunque siempre vivió en una continua
búsqueda de la verdad.
Edith se planteaba, ya adolescente, qué Dios puede ser éste que no
asegura la vida de la persona. Este Dios no podía ser respuesta y por eso lo
rechaza: “Ya he contado como perdía mi fe
infantil y cómo, casi al mismo tiempo, comencé a sustraerme como persona independiente… “.
La pérdida
de fe de Edith fue un gran disgusto para su madre.
Era la hija con la que solía ir a la Sinagoga, pero Edith la siguió acompañando. Tanto ella como sus hermanos, que también perdieron la fe, fueron respetuosos, conservaron los ayunos en la casa, a pesar de que ya no practicaban.
No cabe duda que, a
partir de su regreso a Breslau, su verdadero interés sigue siendo la filosofía
como veremos al referirme a su estudios universitarios.
Pero su ejercicio
docente le sigue fascinando: perteneció al Grupo
pedagógico y trabajó en la Asociación Humbolt para la educación popular, en la que se instruía a obreros.
Es más, en 1922, nos informa Ruiz-Alberdi Fernández (2005), “Edith aceptó el puesto de profesora de Alemán
en el Colegio de las Hermanas Dominicas en Speyer. Allí, trabajó por 8 años
siendo conocida por ser una mujer benévola y servicial cuya preocupación iba
más allá de trasmitir conocimientos, incluía la formación a toda la persona,
pues estaba convencida que la educación era un trabajo apostólico”.
En 1931, Edith deja la escuela del convento y al año siguiente aceptó
la cátedra en la Universidad de Münster, pero un año después le dijeron que
debería dejar su puesto por su antecedente judío. Una caritativa universidad de
administración le sugirió que trabajase en sus proyectos hasta que la situación
de Alemania mejorara, pero ella se negó. También recibió otra oferta de América
del Sur, pero tampoco la aceptó.
Por estas fechas Edith continuó sus escritos y traducciones de
filosofía y asumió el compromiso de dar conferencias, que la llevó a
Heidelberg, Zurich, Salzburg y otras
ciudades.
Le interesaban también
los problemas de la mujer. Entró a formar parte de la organización
"Asociación Prusiana para el Derecho Femenino al Voto". Más tarde
escribía: " como bachiller y joven
estudiante, fui una feminista radical. Perdí después el interés por este
asunto. Ahora voy en busca de soluciones puramente objetivas".
Efectivamente, una lectura de sus
textos revela claramente su oposición radical al feminismo y su fuerte
compromiso al reconocimiento y desarrollo de la mujer, así como al valor de la
madurez de la vida cristiana en la mujer como una respuesta para el mundo.
Ruiz-Alberdi
Fernández (2010) cree que nuestra Edith siempre supo que la mujer cambíaría de estilo de vida, entre otras razones
porque Europa no podría resurgir sin el acceso
de la mujer al espacio
público, social,
profesional y político.
Por último
concluyo este apartado señalando que Edith era afable y bondadosa con
los miembros de su familia. Incluso
después de su conversión continuó yendo regularmente a su casa. Fue amada y
adorada por sus sobrinos y sobrinas. Su hermana recuerda que con frecuencia,
mientras ella trabajaba en su cuarto, tenía a los niños con ella y los entretenía con cualquier libro. Se
sentían muy felices y contentos a su lado.
Su
hermana Erna dice que “los años universitarios, en que yo había comenzado a estudiar medicina
en 1909, fueron para nosotras tiempo de trabajo serio, pero también de
estupendo compañerismo. Habíamos formado un grupo de ambos sexos con los que
pasábamos nuestras horas libres y las vacaciones en gran libertad y sin
prejuicios, dadas las condiciones de aquellos tiempos.”.
De igual manera desde el convento compartió sin merma el antiguo
amor y la vinculación con inalterable interés.
Estudios universitarios
En
1911 la Universidad de Breslau se convirtió en su nuevo hogar. Tenía
19 años y una gran ilusión por aprender
Vila Griera (2014) nos dice que “aunque un tío suyo la quiere
encaminar hacia
la medicina, ella estudiará filosofía. Porqué Edith
considera que: “Estamos en este mundo para servir a los hombres, y eso se puede conseguir de una manera más perfecta
realizando aquello para lo cual cada uno está mejor dotado”.
Se matriculó
en Psicología, Historia,
Germanística y Filosofía. La
elección de estas materias está motivada por su inquietud personal.
La psicología, que centrará sus estudios era impartida por William
Stern [7], con quien
pensó incluso hacer su doctorado. Sin embargo, no va a sentirse satisfecha,
fundamentalmente porque ella buscaba averiguar la esencia de la persona humana,
y lo único que le ofrecía la psicología de Stem era un método naturalista y
puramente mecánico, que en fondo partía de la concepción de la persona sin
alma. Desde su experiencia personal no podía aceptar una visión reduccionista
del ser humano. Era como privar a la persona de su dignidad más íntima.
Sus estudios de filosofía seguían el neokantismo representado en
su profesor Hónigswald [8]. Si bien es
cierto que su reacción no va a ser tan “violenta” como contra
la psicología de Stern,
tampoco va a dejar grandes huellas en su pensamiento posterior. Precisamente en
un seminario con Hónigswald es donde Edith oye hablar de
Husserl y de la fenomenología. Lo poco que va captando de esta nueva corriente de
pensamiento, va impactando su espíritu, hasta que se decide a leer las “Investigaciones
lógicas”, obra que le produjo un fuerte impacto. Aquí descubre un nuevo
modo de acercarse a la realidad. Surge en su interior la inevitable comparación
entre lo que estaba estudiando y las posibilidades que la fenomenología parecía
ofrecer.
Un día Edith lee en la prensa que Hedwig Conrad-Martius
[9] se había doctorado
en filosofía. Ella querrá imitarla y deseará hacerse discípula de Husserl y por ello decide estudiar filosofía en la Universidad de Göttingen. Husserl había creado un campo propicio para la mujer; con
la fenomenología
la mujer entra en la historia de la filosofía.
Edmund
Husserl fue un filósofo judío/alemán que nació el 8 de abril en 1859
en Prossnitz, hoy Prostejov, actual República Checa. Discípulo
del filósofo y psicólogo Brentano
[10], su filosofía se encuentra en la base de la llamada «escuela
fenomenológica», de la que partieron Max Scheler y Martin
Heidegger,
en quien vio a su legítimo
continuador, aunque las
ideas de éste expuestas en “Ser y tiempo” motivaron la ruptura entre ambos.[11]
A partir de 1887 fue profesor en
Halle, y en Gottingen desde 1906. En 1916 pasó a ser profesor titular de la
Universidad de Friburgo, donde ejercería la docencia hasta su jubilación, en
1928.
Con la
llegada del nazismo al poder en 1933, fue apartado de la docencia y falleció el
27 de abril en Friburgo en 1938.
El movimiento fenomenológico es uno de los movimientos más influyentes del
siglo XX y aún lleno de vitalidad en el siglo XXI.
Retomando a
Edith diré que llega a la Universidad de Gottingen y la nueva ciudad estuvo llena de novedades. Lo primero que tuvo que hacer Edith fue buscarse
una vivienda. Su primo Richard Courant
y su mujer le ayudaron
mucho. Pero no llegó
sola, compañeros de
Breslau, como Rosa y Mos, también fueron
a estudiar en la
misma universidad.
Lo que al
inicio fue un cambio provisional -iba con la idea de estudiar sólo un
semestre-, se convirtió en el camino a seguir. No se trató solamente de un
cambio de universidad o de escuela filosófica. Podemos tranquilamente hablar de
una auténtica conversión filosófica, o mejor dicho una conversión a la
fenomenología. Y es que la fenomenología le facilita la caída total de
prejuicios para acercarse a la realidad tal como ella se presenta.
Se enfrenta a la fenomenología a través de varios de sus grandes
representantes. Fundamentalmente incidirán en su formación fenomenológica:
Husserl y Max Scheler. Con este último su contacto fue escaso aunque
fundamental. Coincidió con los primeros meses de su estancia en Gottingen. Este
había sido invitado por el grupo fenomenológico a que diera unas conferencias.
En esta época Scheler vivía convencido del catolicismo y sus lecciones públicas
eran una síntesis de sus convicciones interiores. La impresión que produjo en
Edith Stein no fue indiferente: “Éste fue
mi primer contacto con aquel mundo hasta entonces desconocido. No me condujo
todavía a la fe. Pero me abrió un campo de «fenómenos» ante los que ya no me
fue nunca posible pasar con los ojos cerrados. No en vano nos habían inculcado
que debíamos mirar a las cosas sin prejuicios, quitándonos antes todas las
lentes de los ojos… y el mundo de la fe quedó repentinamente abierto ante mí.
(…) Me contenté con captar sin oposición los estímulos de mi circunstancia,
transformándome casi sin notarlo”.
Su amigo Mos, como había
estudiado un semestre en la universidad, introdujo a Stein
en la “Sociedad Filosófica de Gottingen” que se fundó con un grupo de estudiantes que venían de Munich
para poder estudiar
con Edmund Husserl.
Todos los que entraron a formar parte de esta sociedad
hicieron una fuerte amistad.
Edith encontró ahí a sus mejores amigos: Roman Ingarden
(con quien
mantuvo
siempre correspondencia), su mejor amiga
Hewig Conrad-Martius y su marido,
Erika Goethe y Hans Lipps.
Edith buscaba en la fenomenología encontrar la verdad sobre sí misma y sobre el misterio
del hombre. Este método
responde a su deseo de encontrar la verdad
y más tarde le ayudará a aceptar a Dios tal como Él se quiera
manifestar.
El contacto y las relaciones
con Husserl van a ser de gran fruto para Stein: se siente identificada con él,
al que llamará siempre “el Maestro”, y con su escuela fenomenológica, que
considerará durante toda su vida “su patria espiritual”. No obstante, como
veremos más adelante, no se da ningún tipo de adulación o de servilismo. Edith
va a saber seguir su propio camino.
Ferrer Santos ( 2011) nos cuenta que Edith
siguió el curso dictado por Husserl sobre “Naturaleza
y espíritu”. Pero también le atrajeron la claridad
expositiva de Reinach y la vivacidad intelectual de Scheler.
Es en esta época que en
la calificación final del trabajo de licenciatura sobre la “empatía”
obtuvo
sobresaliente. Más tarde lo completará en la tesis.
Estalla en 1914 la primera Guerra Mundial y Edith se
sintió en la obligación de interrumpir sus estudios y se fue como ayudante
voluntaria de la Cruz Roja a un hospital militar en Märish-Weisskirchen.
También allí, como en todas partes, trabajó con toda el alma, siendo estimada
tanto por los heridos como por las compañeras y superiores.
Al
regreso de la guerra Husserl la escoge
como asistente, y llega a ser un miembro más de la escuela fenomenológica de
Gottinge de la que también formaba parte el católico Adolf Reinach [12],
el más íntimo
colaborador
de Husserl. Una persona cordial que suavizaba las relaciones de los discípulos
con el maestro, hombre distante y difícil de tratar. De su encuentro con
Reinach diría Edith años más tarde: "Tenía
la impresión de no haber conocido jamás a un hombre con una bondad de corazón
tan pura”.
Cabe señalar que Edith no era la
única de origen judío en el grupo fenomenológico. Los judíos eran una parte
numerosa dentro de esta corriente. Entre otros destaca el mismo maestro,
Husserl, que junto con su mujer se convirtió al protestantismo.
Husserl comunica a Stein que deja la Universidad de Gottinge porque le han nombrado catedrático en la Universidad de Friburgo.
La tesis doctoral de Edith “Sobre el problema de la empatía” está terminada, por lo que se desplaza
a esa universidad para defenderla el 3 de agosto 1916 ante a Husserl.
Su calificación es de summa
cum laude.
Defendida la tesis doctoral, Husserl le ofrece la posibilidad de
permanecer a su lado como su asistente. Edith Stein acepta en seguida. Durante
casi dos años (1916-1918) se encargará de introducir en la fenomenología a los
estudiantes de Husserl, y al mismo
tiempo el maestro le encomienda la transcripción y elaboración del volumen II
de “Ideas relativas
a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica”,
donde se esboza la noción de persona en su diferencia con el yo puro.
Son dos años en los que se empapa totalmente del pensamiento
husserliano. También va a ser testigo de la evolución del maestro hacia el
idealismo trascendental, que provocará
la separación de muchos de sus discípulos. Stein confesará que
ella tampoco puede seguirle en esa dirección, y siente la necesidad de elaborar
sus propios trabajos.
Viau Mollinedo (2012) nos dice que “en otoño de
1918, Edith deja de ser asistente de Husserl porque deseaba trabajar
independientemente. Deseaba obtener la habilitación para la libre docencia,
algo que era imposible para una mujer en esos tiempos”. Husserl se pronunciaba
así en un informe que redacta:"Si la carrera universitaria se hiciera
accesible a las mujeres, la podría recomendar encarecidamente más que a
cualquier otra persona para el examen de habilitación". Sin embargo, más
tarde, increíblemente se le negaría ser docente debido a su origen judío.
La primera vez
que volvió a visitar a Husserl después de su conversión fue en 1930 y tuvo con
él una discusión sobre la nueva fe de la que la hubiera gustado que participara
también él.
Conversión
Ferrer Santos (2011) cree que “la fenomenóloga brillante quiere rendirse
a la gracia, pero atraviesa crisis profundas a las que su voluntad se resiste.
Edith estudia incansablemente "los fenómenos" que se van sucediendo
en su alma, se apasiona por "explicar" qué es lo que pasa sin
lograrlo. Esto la lleva a tener un cansancio crónico pero que finalmente le
muestra lo que es el poder de la gracia de Dios en el alma”.
Tras retornar de la experiencia de la guerra, retomó su vida de
estudiante, pero las dudas profundas, el insaciable hambre de verdad volcado a
la filosofía y el testimonio de muchos cristianos comenzaron a socavar en ella
su hasta entonces radical ateísmo.
Ferrer
Santos, Viau
Mollinedo, y Vila Griera nos cuentan que a finales de 1917 llegó a Edith la
noticia de que Reinach había caído en el frente. Edith fue designada para
hacerse cargo del legado filosófico del colega muerto. Tenía que pedir los
papeles de Reinach a su mujer, y temía encontrarse con una viuda deshecha en
lágrimas. … Pero en la esposa de Reinach vio, además de
dolor, una fe robusta que daba serenidad y fortaleza.
Años
después, Edith escribiría:"Este ha
sido mi primer encuentro con la cruz y con la fuerza divina que transmite a sus
portadores... Fue el momento en que se desmoronó mi irreligiosidad y brilló
Cristo".
En
el verano de 1921 fue durante unas semanas a Bergzabern (Palatinado), a la
finca de Hedwig Conrad-Martius y su esposo Hans-Theodor Conrad, discípulos de Husserl,
conversos al catolicismo; que una tarde encuentra en la biblioteca la autobiografía
de Teresa de Ávila, que leyó durante toda la noche. "Cuando cerré el libro, me dije: esta es la verdad".
El 1 de enero de 1922, el padre Eugenio Breitling bautizó a Edith Stein en la parroquia
de Bad Bergzabern. Su madrina fue Hedwig Conrad-Martius. Recibió el nombre de Teresa Hedwig.
Edith eligió este nombre en agradecimiento a Santa Teresa y a su amiga Hedwig, que fue el instrumento para conocer
la vida de la santa de Avila. En
febrero recibió el Sacramento de la Confirmación de manos del obispo de Espira.
Considera que su inserción como Católica, lejos de
robarle su identidad como judía,más bien le da cumplimiento y un sentido más
profundo. Al ser católica se sientemás judía; encuentra en Jesucristo el
sentido de toda su fe y vida como judía. Este doble aspecto, crea en Edith un
corazón auténticamente reconciliador entre las dos religiones.
De esta época Juan Pablo
II (1999) dirá: “Durante mucho tiempo Edith Stein
vivió la experiencia de la búsqueda. Su mente no se cansó de investigar, ni su corazón de esperar. Recorrió el camino arduo de la filosofía con ardor apasionado y, al final fue premiada, la Verdad la conquistó. En efecto, descubrió que la Verdad tenía un nombre: Jesucristo, y desde ese momento el Verbo encarnado
fue
todo para ella. Al contemplar, como Carmelita, ese período de su vida, escribió a una Benedictina:
«Quien busca la verdad, consciente o inconscientemente busca a Dios»”. Ella
que quería contar con
sus propias fuerzas preocupada por afirmar su libertad en las opciones de la vida. Al final
de su largo camino pudo llegar a una constatación sorprendente: “Sólo el que se une al amor de Cristo llega a ser verdaderamente libre”.
Edith
consideró que debía ir a visitar a su familia, a casa de su anciana madre, para contarles lo que había hecho. Se puso de
rodillas y le dijo: "¡Mamá, soy católica!". La madre, firme creyente
de la fe de Israel, lloró. Y lloró también ella. Ambas sentían que, a pesar de
seguirse amando intensamente, sus vidas se separaban para siempre. Cada una de
las dos encontró a su manera, en la propia fe, el valor de ofrecer a Dios el
sacrificio solicitado.
Al poco de
su conversión, abandona
su actividad científica, concibe
la vida cristiana como relación personal
entre Dios y el hombre. Quiere
vivir «sólo» para Dios; otra actividad es juzgada como una distracción. Su primer director espiritual y, más tarde, santo Tomás le hacen ver el error de tal consideración. Comprende que Dios se vale de muchos medios en su
plan de salvación. Poco a poco la Iglesia
como comunidad y lugar
de manifestación del amor divino, entra en su horizonte.
Ahora
bien, una vez bautizada emergió en ella, como fruto directo, la seguridad de su
vocación a la vida religiosa. Viau Mollinedo (2012) nos informa que “deseaba entrar
lo más pronto posible al convento, pero sus asesoesr espirituales, el abad de Beuron Raphael Walzer [13]
y el jesuita Erich Przywara [14],
le aconsejan que espere, considerando que aún tenía mucho bien que hacer
por medio de sus actividades “en el mundo”.
Cabe resaltar que para Edith conocer al abad benedictino Raphael Walzer fue una verdadera
fortuna. En la infancia ella había perdido a su padre, y ahora, en la segunda infancia
espiritual Dios le concede un padre
de talla admirable. Para Edith el abad Walzer personificaba plenamente la vida benedictina, era su encarnación viviente. Muy pronto le abrió el alma, le confió sus problemas, y encontró en él un apoyo incondicional. Se compenetraron a fondo. Edith veía en el joven abad, lleno de vida y de equilibrio, un hombre de Dios; para
el abad Walzer era ella una de las grandes mujeres del presente a quién él tenía la fortuna de conocer
y dirigir en la vida interior. El influjo
de Walzer sobre Edith fue muy grande. Nadie tuvo tanta influencia sobre ella, ni la conoció tan profundamente.
El
abad le introdujo de profesora en el colegio de Santa Magdalena de las
dominicas de Speyer. Además de sus clases, escribe y traduce. Durante estos
años realizó, además de otros trabajos menores, dos obras voluminosas: La
traducción al alemán de las Cartas y diarios del Cardenal Newman [15],
y la traducción, en dos tomos, de las “Cuestiones
sobre la verdad” de Santo Tomás de
Aquino.
Este
se convertirá en base fundamental para sus obras filosóficas, escritas luego en
el Carmelo. También da varias conferencias y programas radiales dentro y fuera
de Alemania, siendo reconocida notablemente por sus colegas.
Aún
en medio de tanta actividad apostólica, Edith busca siempre que puede, sobre
todo en Semana Santa, la soledad y la paz de la abadía de Beuron [16].
Su amor a la liturgia de la iglesia la lleva a pasar horas en la capilla y a
celebrar las diferentes horas de oración junto con los benedictinos.
Sobre las estancias de Edith en Beuron, el abad Walzer escribirá:
“Quería estar ahí,
estar con Dios, tener ante sí en cierto
modo los grandes misterios, lo que la naturaleza, fuera del recinto sacro, no podía ofrecerle. Yo no creo que necesitara muchos textos escritos
para su reflexión y oración, o que pensara
discursos espirituales, para los que siempre la llamaban...
Como su porte externo casi rígido, así permanecía su interior
en la paz de su gozosa y dichosa contemplación de Dios. Conversa agradecida y feliz de estar en la casa de su madre, la Iglesia,
reconocía en el coro salmodiante de los monjes... a la gran Iglesia en oración. Conoció en
toda su profundidad la recomendación de Cristo: «orad sin interrupción», y así
ninguna ceremonia litúrgica le parecía demasiado larga, ningún esfuerzo
demasiado grande. Tampoco la sola belleza de la esmerada liturgia era decisiva
para su espíritu y su corazón. Ciertamente la forma ocupaba un lugar
privilegiado, con su lenguaje, su visión, su creatividad...
Carmelita Descalza
El
30 de abril de 1933, durante la adoración del Santísimo Sacramento sintió con
claridad su vocación a la vida religiosa
y tomó interiormente su decisión. ¡Para la madre supuso otro golpe!
"También siendo hebreo se puede ser religioso", le había dicho para
disuadirla. "Claro - le había respondido Edith - si no se ha conocido otra
cosa".
La verdad es que nuestra protagonista, desde que había leído la vida de Santa Teresa, estaba enamorada del
Carmelo y decía: "en la cima de mis
pensamientos estaba sólo el monte Carmelo" e inundada por el
agradecimiento de ser Carmelita exclama:
"no me queda sino dar gracias a Dios de continuo por la inmensa gracia,
inmerecida, de la vocación" . Ahora el abad Walzer
no se lo puede negar, aunque siempre sintió
perderla de la vida militante.
Al principio teme que no la admitan por su edad (42 años), su ascendencia judía y la falta de dote. Nada de eso ocurre porque es admitida muy pronto
en el convento de Colonia. Cuando en el locutorio del Carmelo pide el ingreso
en la Comunidad, expresa los motivos de su vocación
con estas palabras: “No nos puede ayudar
la actividad humana sino la Pasión de Cristo. Mi deseo es de participar en ella”. Para Edith la vida religiosa es un martirio incruento para ganar a sus hermanos de raza para Cristo.
Edith tomó el hábito en una solemne ceremonia y eligió el nombre en religión de Teresa Benedicta de la Cruz. El
nombre de Benedicta fue por su gran
amistad con los Padres Benedictinos y de la Cruz porque se consideraba esposa
del Señor bajo el signo de la Cruz. La profesión perpetua la realizó en 1938.
En el
recordatorio de su profesión perpetua, el 21 de abril de 1938, hizo imprimir
las palabras de San Juan de la Cruz, al que dedicará su última obra: "que ya sólo en amar es mi ejercicio
".Al cabo de seis días de su profesión solemne muere su amado profesor Husserl, reconociendo el gran amor de Dios y el perdón de Cristo. Ella considera este acontecimiento como un fabuloso regalo de profesión.
Rodeada de sus hermanas y en ambiente de silencio, se siente feliz y privilegiada de gozar de tanta paz y tranquilidad interior. Se le ha concedido la gracia que hace tanto tiempo anhelaba: «Vivir en el santuario más íntimo de la Iglesia».
Ahora su apostolado es la oración, sobre todo por el pueblo judío y por los que lo persiguen. Pone toda su confianza en Dios, y tiene como a maestro
espiritual a san Juan de la Cruz. Con esfuerzo se va adaptando a la vida comunitaria.
Ha aceptado la vida religiosa como donación
y holocausto, no reserva nada para ella, se hace dócil a todo lo que le exigen. Valora profundamente la vida comunitaria, después de unos años en el claustro,
escribe: “Uno no puede conocer verdaderamente sus faltas sino viviendo en comunidad.
Cuando uno vive solo, se hace ideas falsas sobre sí mismo. Esto constituye ya una inestimable ventaja de la vida conventual”.
En su tiempo, muchas religiosas opinaban que el trabajo intelectual no era un trabajo auténtico
ni era conforme a la vida de oración. En las órdenes masculinas no existía esta limitación por aceptar los religiosos tareas espirituales o por ser sacerdotes. Había que vencer muchos
prejuicios, uno de ellos lo señala el moralista Hans Rotter [17]: “Una elevación de nivel en la formación de la mujer tiene como consecuencia evidente
la de una nueva visión en la sociedad. El bajo nivel católico de formación (de la mujer) sólo se podía superar cuando
dejasen de equipararse la humildad y la ignorancia.”
Es en este contexto que el padre Provincial de la Orden, abrumado por la responsabilidad de tener a una Carmelita con tanto talento, le pide que deje las
tareas domésticas y vuelva a sus trabajos científicos.
Es más, ya cuando finaliza el noviciado,
le pide que prepare para su
publicación su trabajo de oposiciones a cátedra “Acto y potencia”. Bajo el influjo de sus nuevas experiencias en el Carmelo rehace totalmente el original y lo titula: “Ser finito y ser eterno”. Lo redacta después
de dos años de laboriosa
actividad dedicándole
dos horas diarias. El fenomenólogo Koyré
[18]
definió esta obra como «su biografía espiritual».
También pudo terminar de escribir la obra
“Acto y Potencia”
y otras obras, como veremos
más adelante. Así mismo continuaba escribiendo la vida de su familia, que llevaba varios
años haciéndolo. Con ocasión de la fiesta de San Juan de la Cruz, el año 1934 Edith prepara una meditación
sobre el amor a la Cruz.
En el año 1936, murió su madre. Le llegó el rumor de que su madre se había convertido y contestó que no lo creía, “que se había mantenido
fiel a su fe y ahora sería su más fiel intercesora”.
Después de la muerte
de su madre, su hermana Rosa
acude al convento, se ha convertido al catolicismo y quiere seguir a su hermana; juntas seguirán hasta el final.
La vida consagrada
ofrece a Edith nuevos horizontes en la contemplación de María. Contempla a
María sobre todo en su virginidad. En la Madre de Jesús la virginidad es
disponibilidad, sin reservas, a Dios. En la religiosa la virginidad consagrada
es renuncia personal y cumplimiento de la voluntad divina. Esta actitud femenina no
es represión “es
ejercicio supremo de la libertad humana porque es un acto de amor voluntario al
Señor”. Cristo elige a una madre-virgen para
realizar la Redención. Edith Stein descubre en este gesto de Cristo “que la virginidad libremente elegida y
consagrada es amor redentivo para el mundo y expiación supletoria del
Crucificado”. María es el modelo de la «sponsa Christi» de la religiosa. Si
ella “es el corazón de la Iglesia que llena a los miembros de vida, la
religiosa ocupa el mismo puesto y ejerce idéntica función”.
La vocación religiosa
ha potenciado su conciencia de su pertenencia al pueblo
judío. Aunque perseguido, se siente orgullosa
de pertenecer al mismo pueblo
de Jesús. En el Carmelo escribe a un amigo jesuita: “No puede imaginar lo que significa para mí cuando al entrar en la capilla por la mañana contemplo en el tabernáculo y a María, me digo: ellos eran de nuestra sangre”. Ella quiere
impregnarse de la espiritualidad que arranca de la Cruz y es capaz de la donación total. “Me dirigí al Redentor y le dije que veía
claro cómo su Cruz cargaba
ahora sobre las espaldas del pueblo judío”. Ella estará dispuesta
a interceder por su pueblo y llevar su parte de cruz por los demás. “El Señor ha aceptado mi vida por muchos.
Yo soy una pequeña Ester,
pobre e impotente, pero el rey que me ha escogido es infinitamente grande y misericordioso. Esto es un gran
consuelo”.
Personalidad
Poco se conoce acerca de la conformación física
de Edith. Solo sabemos que, como ella misma relata, a su vuelta a casa
procedente de Hamburgo: “Físicamente me desarrollaba con rapidez y vigor. Aquella
criatura débil se hizo casi del todo una mujer.”
Además los cabellos
rubios se oscurecieron mucho. Cuando llegué a
Breslau apenas me reconocían”.
En su juventud, practicaba el tenis y el remo con sus hermanas y amigas, y se centró mucho en el estudio, le encantaba estudiar. Una compañera suya, con la que
iba todos los días a
clase, la recordaba como la más dulce,
amable y profundamente contemplativa.
En
cuanto a su capacidad intelectual, quienes la conocieron opinan que fue inteligente, innovadora, dispuesta,
hacendosa y dinámica
Su
hermana Erna (1949) precisa que “en la escuela y en la universidad,
Edith es siempre considerada
una estudiante brillante. En el bachillerato, licenciatura y doctorado conseguirá las calificaciones más altas”.
Era
muy segura y de una energía férrea. No obstante nunca fue mala amiga, sino que
siempre fue una excelente compañera pronta a ayudar. Demostraba en todo momento
amabilidad,
paz, silencio, servicio y dominio de sí misma.
García Rojo
nos dice que “la entera existencia de Edith Stein rezuma pasión e intensidad;
no obstante, puede constatarse períodos singularmente significativos, que ponen
mejor al descubierto en toda su originalidad el espíritu peculiar del sujeto en
cuestión. Uno de esos momentos claves, y que de alguna manera condiciona,
orienta y explica el devenir un tanto sorpresivo de esta mujer, es la etapa
juvenil (más o menos desde los 17 a los 25 años, de 1908 a 1916). Es entonces
cuando, pasada ya la crisis de la adolescencia, toma decidida las riendas de su
existir para configurar, a partir de su rico mundo interior y de los materiales
circundantes que aparecen en su camino, una personalidad bien definida que no
la abandonará para el resto de los años.”
“Es
a esta edad cuando se sacude los prejuicios y tutelas, los miedos y
encogimientos, que de manera notoria habían dominado su infancia y
adolescencia. Y, cosa curiosa, a partir de ahora la felicidad hace acto de
presencia y comienza a sentirse a gusto consigo misma.”
“Todos
sus anhelos y esfuerzos colaboran al unísono en los objetivos señalados. Por
fin puede dar rienda suelta a esa fuerza interior que se resiste a permanecer
por más tiempo recluida y desaprovechada. El mundo intelectual se constituirá
en el foco aglutinador de sueños y proyectos, de decisiones, de cambios, de
pesares y de ilusiones, etc.”
Vila Griera considera que “la joven Edith era exigente,
muy segura de sí misma, debía hacerse violencia
para aceptar los errores que observaba en los otros.
Sus mejores amigos se lo advierten, resulta
demasiado exigente,
demasiado crítica,
«encantadoramente implacable»”
Sorprendida aceptaba la corrección
y años más tarde comentará:
“Yo vivía con el ingenuo autoengaño de que en mí todo era correcto,
como es frecuente en las personas incrédulas,
que viven con un tenso idealismo ético. Había considerado siempre, como un justo derecho mío, el señalar
despiadadamente con el dedo las debilidades, los errores y faltas de otras personas, a menudo en un tono irónico
y despectivo”.
Edith nunca se sintió inferior al
hombre, ni un ser a su servicio, sino que el hombre y la mujer en condición de
igualdad debían poder tener acceso a todo tipo de posibilidades según el
talento de cada uno. Ya en sus años de estudiante manifiesta una gran sensibilidad
por los derechos de la mujer. Ella misma escribirá: “Cuando estaba
en el Instituto, y después como estudiante de universidad, fui acérrima
feminista”. Por ello
trabajará activamente porque las mujeres tengan los mismos derechos que el
hombre. Durante los años universitarios de Breslau nos dice que: “Desde este
sentimiento de responsabilidad social me puse decididamente a favor del derecho
de voto femenino. Esto era entonces, incluso dentro del movimiento ciudadano
femenino, no del todo evidente. La asociación prusiana en la que ingresé con
mis amigas, estaba integrada en su mayoría por socialistas, debido a que
postulaba la total igualdad política de derechos para la mujer”.
En la Universidad de Göttingen
se encontrará con profesores que son enemigos declarados a que las mujeres estudien. Pero con la capacidad intelectual
y la seriedad
en el estudio de jóvenes como Edith,
hará posible que los profesores cambien de opinión. Dirá en su autobiografía: “El estricto y temido Edward Schröder
[19]
[…] al igual que su cuñado Roeth,en Berlín, era enemigo de que las mujeres estudiasen y no había recibido hasta entonces
a ninguna señorita.
Me tocó vivir su
«conversión» […] Cuando
al comienzo de aquel
semestre […], declaró
públicamente que a partir
de entonces permitiría el acceso al cursos superior a las señoritas, pues lo habían merecido
por su aplicación y meritorios
trabajos”. En otra ocasión,
otro profesor ante la presentación de un buen
trabajo intelectual realizado
por Edith, dijo: “¡Qué sería de su seminario si no hubiera señoritas
que trabajasen con tanta aplicación e inteligentemente! “Esto me pareció a mí algo exagerado y me sentí obligada
a hablar a favor de mis compañeros varones”.
Explica en sus memorias que solía discutir
fuertemente con su hermana Erna y sus mejores amigas sobre la tarea y misión de la mujer. Mientras que las otras estaban dispuestas a dejar la profesión para formar en un futuro una familia, sólo ella declaraba
que nunca haría eso. Edith está convencida
que la mujer tiene mucho camino por recorrer
y una de sus conquistas es la profesión intelectual.
Viau Mollinedo (2012) sostiene que “siendo una mujer
con una personalidad de alta tensión y fuertemente pasional, así como
totalmente racionalista y atea, en el fondo mismo de su corazón, la semilla de
la generosidad y servicio a la humanidad causaba un profundo cuestionamiento
existencial.” Como ya hemos visto, al
estallar la primera guerra mundial Edith sigue un curso de enfermería y en
seguida colabora en un hospital austriaco, donde le tocó atender a enfermos de
tifus y ayudar en el quirófano. Sus
palabras fueron: "Ahora mi vida no
me pertenece. Todas mis energías están al servicio del gran acontecimiento. Cuando
termine la Guerra, si es que vivo todavía, podré pensar de nuevo en mis asuntos
personales. Si los que están en las trincheras tienen que sufrir calamidades,
porqué he de ser yo una privilegiada?" [20]
En cuanto a cultura, Edith vivió a la vez las raíces hebreas
familiares y el nacionalismo prusiano. Desde los primeros años mostró gran
afición por la Historia, la Literatura y
la Música alemanas. “Prefería los clásicos: Schiller, Mozart, Bach, Beethoven, Wagner y Rembrandt.”
Sentía
especial predilección por Bach. “Ese mundo
de pureza y estricta
regularidad me hablaba
a lo más íntimo”. Lo que a Edith
le fascinaba de Bach,
no era el contexto religioso o incluso confesional de sus obras
para la Iglesia,
ni tampoco el contenido de los textos bíblicos
o de los corales, tomados
de los himnarios de la Iglesia Evangélica. Lo
que hablaba a lo más íntimo de ella
era sobre todo la
consonancia entre la emoción poética y la forma estrictamente racional, la pureza de la armonía,
así como la sintonía que reflejaba
todo
el movimiento expresivo del texto y toda la emoción afectiva sentida
por
los
fieles.
García Rojo considera que Stein
“posee un espíritu fuertemente oxigenado en búsqueda constante; resulta por
ello natural su inclinación y pasión por la filosofía, como terreno idóneo para
llevar a plenitud sus aspiraciones universalistas, donde los otros, lo
comunitario, juegan un papel determinante. La filosofía, con su perspectiva de
totalidad, se le antoja como el saber a seguir . Sus esquemas mentales
sobrepasan los férreos límites de familia, raza y nación”.
Para
advertir cómo interpreta el devenir histórico y en qué instante del siglo XX se
halla por entonces, baste con leer la excelente carta dirigida a su hermana
Erna el 6 de julio de 1918. Han pasado cuatro años de guerra, el
final parece no llegar y el desencanto va dejando huella también en los
componentes de la
familia.
A este oscuro
panorama
que parece dominar a los suyos, la joven filósofa opone su cosmovisión, su visión
del proceso histórico, donde lo que importa es el todo y el final, que es lo
que da sentido a lo particular y a los instantes precedentes.
Ferrer
Santos considera que “de anecdótico se podría tildar
su paso por la política, si no fuera por las consecuencias que habría de tener
en su maduración intelectual. Las discrepancias con el prusianismo de la
República de Weimar en el periodo prebélico fue lo que la llevó a afiliarse más
tarde al Partido Demócrata Alemán (DDP), alejado tanto de la socialdemocracia
como del estatalismo prusiano. Esta experiencia está a la base de sus escritos
políticos, en los que reflexiona sobre la naturaleza del Estado y la sociedad
civil, publicados en el husserliano “Anuario de Filosofía e investigación fenomenológica” (1921).
En este sentido, García Rojo afirma que Edith “se ve a sí misma alemana por
los cuatro costados, y como tal trata de orientar su existencia. … Se confesará
patriota, orgullosa de su nación, pero sin caer en el reduccionismo
nacionalista; le resulta insoportable la indiferencia de los estudiantes y el
escaso espíritu comunitario de los suyos. Quizá pueda decirse que su sentido de
pertenencia familiar se fue debilitando en la misma proporción en que aumentaba
su conocimiento y experiencias sociales, hasta llegar a trasladar las
referencias familiares a los intereses nacionales: el amor y la filiación salen
del reducido círculo doméstico, pasando a dominar las relaciones nacionales”.
Desde
la perspectiva de Edith Stein, en la que el espíritu de solidaridad y de
responsabilidad social constituyen los materiales del quehacer histórico, todos
los seres humanos son necesarios y sus aportaciones imprescindibles para la
buena marcha de la historia; de lo contrario aparecerán vacíos o desvíos que
entorpezcan el avance de la humanidad. La historia es un quehacer de todos.
Obras
Mújica (2002) señala: “Siempre he creído que
para entender el pensamiento de un autor no basta con leer sólo sus obras. Es
verdad que cada escritor nos ofrece una radiografía de su ser en cada uno de
sus escritos, pero las radiografías jamás nos dejarán conocer explícitamente
los condicionamientos coyunturales propios de los distintos estadios de la vida
de cada uno. Se necesita ir más allá: por un lado, penetrar en los mismos
movimientos del alma, en su intimidad, conocerlo a fondo; y por otro, valorar
la situación histórica concreta en la que transcurrió su vida. Sólo desde esta
atalaya, únicamente con estas coordenadas, podemos formarnos y vislumbrar
nítidamente la estatura espiritual, la hondura intelectual, el desarrollo
científico y el contexto externo que llevaron a ser y a escribir a cada cual lo
que fue y redactó”.
Y García Rojo expresa que “no debe olvidarse el principio de
que la persona es más importante que su obra. Esta aseveración no implica la
descalificación de la producción escrita, sino que quiere confirmar la
inclusión y el influjo mutuo hasta la identificación: la obra forma parte de la
vida, de la persona. Atendiendo a este supuesto, bien puede calificarse a Edith
Stein de caja de resonancia de las voces capitales que configuran el siglo XX,
al menos en su primera mitad.” En el apartado anterior se expuso su atención hacia
los sucesos históricos y la interpretación que de los mismos hacía; en este
segundo se quiere poner de manifiesto las coordenadas culturales en las que
cabe situar a esta mujer; con ello se caerá en la cuenta de lo atenta que
estuvo también a las manifestaciones del espíritu.
Es
por esto que recién ahora, después que conocemos a nuestra filósofa, es que tenemos la atalaya de que nos hablan Mujica y García Rojo. Mujer de singular inteligencia
y cultura, ha dejado numerosos escritos de elevada doctrina y de honda
espiritualidad.
Viau Mollinedo, a quien seguimos en
esta parte, nos informa que “el conjunto de las obras
de Edith Stein no ha terminado de ser publicado. Sus escritos más importantes
están reunidos en los dieciocho volúmenes de la Obra completa, publicada bajo
la dirección de la doctora Lucy Gelber, del padre Romaeus Leuven, OCD, y del
padre Michael Linssen, OCD.Los volúmenes I a VIII fueron publicados por las
editoriales Nauwelaerts (Lovaina) y Herder (Freiburg); los volúmenes IX a XI
por De Maas & Waler (Druten) y Herder (Freiburg); los últimos por Herder.”
En
esta obra monumental Stein “armoniza los problemas de la filosofía y de la
teología,buscando unir las dos fuentes que conducen al hombre al conocimiento
de sí mismo y de la verdad: la fe y la filosofía. Fue publicada ocho años
después de su muerte.”
“Trata
las preguntas más existenciales del hombre, reconoce la sed infinita que posee
el hombre de conocer la verdad y de experimentar su fruto, entendido desde la
realidad de lo eterno y lo trascendental”.
“Es
una obra de madurez, densa y a veces de difícil lectura; llena de meticulosos
análisis ontológicos, situada en una auténtica encrucijada entre fenomenología
y neotomismo.”
“Busca
el diálogo entre la tradición que va de San Agustín o el Pseudo Dionisio hasta Duns
Scoto [21],
y tal vez -sin nombrarlo- Francisco Suárez [22],
pasando naturalmente por Santo Tomás, con la modernidad que representan
Husserl, Scheler, Heidegger y otros”.
“Sin
difuminar las diferencias, y sin desconocer la originalidad de cada uno, va
perfilando una posición propia, una filosofía de la esencia como signo de lo
eterno, "de la esencia en cuanto misterio", que sin pretender
erigirse en sistema filosófico, paga un fuerte tributo a una sistematización a
través de la cual pocos estarían dispuestos a seguirle hoy”.
Aún
no han sido publicadas todas sus obras; sus escritos están bajo la tutela de la
Orden Carmelita de las Descalzas.
Esta Orden tenía cierto reparo en publicar
la autobiografía viviendo todavía su hermana. La decisión fue que la familia la leyese
y juzgase. Para los familiares la lectura supuso la vuelta al pasado, en algunos
casos un poco duro, pero como era la verdad, no había nada que negar pero sí se podía sacar a la luz de una forma más inofensiva. Al final la obra se publicó, pero no el texto completo. La sobrina
reconoce: “A pesar de algunas de sus severas
críticas de miembros de la familia,
tenemos con la “tía Edith” una gran deuda de gratitud. Recuperó para nosotros
un mundo que, en el tiempo
en que se publicó su libro, había desaparecido
para siempre... Edith trazó sus retratos con un cuidado cariñoso.
Fue un acto de homenaje a su madre”.
Edith llevó al Convento
de Echt muchas obras y manuscritos y hay que añadir las obras que escribió allí; pero en Colonia se quedó casi toda su biblioteca y algunos
manuscritos así como la autobiografía.
En 1945 las monjas de Echt tuvieron
que trasladarse a Herkenbosch, alli pudieron llevar algunas obras. Lo demás se quedó en el sótano. Después de la guerra tuvieron que trabajar
duro entre los escombros para recuperar los manuscritos que se
enviaron a “Husserl-Archiv,” de la Universidad de Lovaina en Bruselas.
Después
de que la Madre Teresa Renata [23] escribiera
la primera biografía
de Edith Stein aparecieron otros escritos dispersos
y en Colonia se fue conformando lentamente un archivo con todo el material recopilado.
Actualmente es el archivo
más completo, donde se pueden encontrar todas las
obras de la Carmelita, sus manuscritos, ya en forma original, ya fotocopiados y también todas las obras, revistas y artículos que tienen que ver con la vida y
escritos stenianos.
Veamos
sin mucho detalle algunas de las obras de nuestra filósofa y santa que luego
analizaremos en la siguiente parte.
Durante
el período 1930-33 se dedicó a los temas de pedagogía y formación femenina. Los
textos de estos años, junto con un breve ensayo sobre Santa Isabel de Hungría [24] , fueron reunidos
en el volumen “Formación y vocación de la mujer”
(1949).
En
el curso del primer año de vida carmelita escribió “La
oración de la Iglesia y El misterio de Navidad”, dos
interesantes opúsculos llenos de profundo y genuino sentimiento religioso.
Luego,
por consejo de sus superioras, compuso la monumental obra “El
ser finito y el ser eterno” (1950), en la que examina todo lo
creado e increado para llevar a cabo una síntesis entre Santo Tomás
de Aquino y la filosofía
moderna en la que dio preferencia
singular a la ideología de la escuela fenomenológica de Husserl.
Su
tesis doctoral “Problema de la Empatía”
"es una experiencia sui generis, la experiencia del estado de consciencia
de los otros en general... la experiencia que un yo en general tiene de otro yo
similar a éste"; explicación del término "empatía".
En
su ensayo “Causalidad psíquica”,
Edith, que aprendió de su maestro Husserl la fenomenología como ciencia de la
consciencia, sostiene la autonomía, y por ende el carácter personal de la
fuerza vital espiritual de cada uno. Ésa es la causa por la que no todos se
abren a determinados valores con el mismo ímpetu y la misma capacidad
receptiva.
Al
tratar la imagen de la Trinidad en la creación, hacia el final de su obra “Ser finito y Ser eterno”, Edith, ya Carmelita
profesa, habla del alma en la cual el yo personal se encuentra en su propia
casa,como de un espacio en el centro de esa totalidad que se compone del
cuerpo, la psique y el espíritu."El
alma como “castillo interior‟, como la
ha denominado nuestra Santa Teresa de Ávila, no es puntiforme como el yo puro,
sino que es un espacio, un castillo con muchas habitaciones, donde el yo se
puede mover libremente, bien yendo hacia el exterior, bien retirándose cada vez
más hacia el interior. [...]El alma no puede vivir sin recibir. Se nutre de
los contenidos que acoge espiritualmente, viviéndolos."
En
1938 escribe: "bajo la Cruz entendí
el destino del pueblo de Dios que entonces (1933) comenzaba a anunciarse.
Pensaba que entendiesen que se trataba de la Cruz de Cristo, que debían
aceptarla en nombre de todos los demás. Es verdad que hoy entiendo mejor estas
cosas, lo que significa ser esposa del Señor bajo el signo de la Cruz. Aunque
ciertamente nunca será posible comprender todo esto, puesto que es un secreto”.
Dentro de esta primera etapa en su pensamiento
filosófico, vale también la pena resaltar su obra "Introducción a la Filosofía". Si bien no pertenece
propiamente al ciclo de obras anterior y es de difícil catalogación, es una obra sumamente original. En ella se descubren los
principales problemas de la filosofía de la naturaleza: el movimiento, las
nociones de tiempo y espacio o qué es un objeto material y físico.
En diálogo con Kant y con Husserl, y demostrando profundos conocimientos de las ciencias duras
de su época (física, biología, filosofía de la ciencia), Stein establece una
diferencia fundamental entre los problemas de la naturaleza y los problemas de
la subjetividad. A partir de la segunda parte (encargada de estudiar la
subjetividad), formulará una antropología propiamente dicha y resaltará las
características del hombre como la libertad, la conciencia, y la capacidad reflexiva.
"La estructura de la
persona humana", es un curso que escribió e impartió
entre 1932 y 1933, en el Instituto de Pedagogía Científica en Münster,
Westfalia
"Potencia
y acción" fue una primera obra de metafísica y ontología en la que
dialogará con el pensamiento de Hedwig
Conrad-Martius. Es producto de un intenso estudio
de las obras de Santo Tomás de Aquino y del Beato Duns Escoto, sin dejar de lado la
fenomenología husserliana.
Como hemos
visto, ya en el monasterio de Carmelitas
de Colonia, a Edith Stein se le había dado permiso para dedicarse a las obras
científicas. Allí había escrito, entre otras obras, “De la vida de una familia judía”: "Deseo
narrar simplemente lo que he experimentado al ser hebrea". “Ante la
juventud que hoy es educada desde la más tierna edad en el odio a los
judíos..., nosotros, que hemos sido educados en la comunidad hebrea, tenemos el
deber de dar testimonio".Tal como hemos precisado, en Echt, Edith Stein escribió a toda prisa su ensayo sobre Juan de la Cruz, el místico doctor de la Iglesia, con ocasión del cuatrocientos aniversario de su nacimiento (1542-1942). Lleva como subtítulo: " La ciencia de la Cruz ", que es como habitualmente se le conoce.
En 1941 escribía a una religiosa con quien tenía amistad: "una scientia crucis (la ciencia de la cruz) solamente puede ser entendida si se lleva todo el peso de la cruz. De ello estaba convencida ya desde el primer instante y de todo corazón he pronunciado: Ave, Crux, Spes unica (te saludo, Cruz, única esperanza nuestra)".
Persecución y asesinato
En 1933 Edith Stein es destituida
de su cargo de docente en el Instituto Científico de Munster, por ser judía. Fue algo que no le sorprendió.
Lo contará más tarde en su autobiografía: "Había oído ya antes algo sobre las severas medidas contra los
judíos. Pero ahora comencé de pronto a entender que Dios había puesto una vez
más su pesada mano sobre su pueblo y que el destino de este pueblo era también
el mío"…. "Si aquí no puedo
continuar, en Alemania ya no hay posibilidades para mí ". "Me había
convertido en una extranjera en el mundo".
Tengo
que volver a poner de relieve que la Hermana Teresa, vive su realidad judía en
plenitud. Es llamada a responder como respondió la Reina Ester [25]
a favor de su pueblo. Su función consiste en interceder con toda el alma y con
una disposición total para conseguir lo que pide, incluso contando con la
posible pérdida de la vida. Pero lo hace en total unión con el ofrecimiento del
Divino Mesías. Quiere colaborar en lo que falta a la Pasión de Cristo.
Hace una petición por escrito a su Priora, pidiendo permiso para ofrecerse como víctima: “Querida Madre, permítame Vuestra Reverencia, ofrecerme en holocausto al Corazón de Jesús para pedir la verdadera paz: que la potencia del Anticristo desaparezca sin necesidad de una nueva guerra mundial y que pueda ser instaurado un orden nuevo. Yo quiero hacerlo hoy porque ya es medianoche. Sé que no soy nada, pero Jesús lo quiere, y Él llamará aún a muchos más en estos días.”
Hace una petición por escrito a su Priora, pidiendo permiso para ofrecerse como víctima: “Querida Madre, permítame Vuestra Reverencia, ofrecerme en holocausto al Corazón de Jesús para pedir la verdadera paz: que la potencia del Anticristo desaparezca sin necesidad de una nueva guerra mundial y que pueda ser instaurado un orden nuevo. Yo quiero hacerlo hoy porque ya es medianoche. Sé que no soy nada, pero Jesús lo quiere, y Él llamará aún a muchos más en estos días.”
En 1933, ante la grave situación
de la Shoah [26],
Edith pide audiencia privada con el Papa
Pío XI pero, al no ser posible,
el 12 de abril de 1933, le escribió una
carta [27] en la
que señalaba los peligros que se cernían
con la llegada al poder del Partido Nacionalsocialista Alemán de
los Trabajadores de Adolf Hitler en marzo de ese año. Además, señalaba con
claridad su convicción de que el silencio «no logrará comprar la paz con el
actual gobierno alemán», es decir, con el régimen nazi y le pedirá que escriba una Encíclica
en favor de los judíos
perseguidos. Su aportación fue tenida en cuenta para preparar el borrador de una Encíclica, que nunca llegó a publicarse. Más tarde,
Pío XII tomará algunas
de sus ideas en su primera Encíclica
Summi Pontificatus.
En la carta expresaba, entre otras cosas, “Como hija del pueblo judío que -por la
gracia de Dios durante los últimos once años también ha sido hija de la Iglesia
católica- me atrevo a hablarle al Padre de la Cristiandad sobre lo que oprime a
millones de alemanes. Desde hace semanas vemos que suceden en Alemania hechos
que constituyen una burla a todo sentido de justicia y humanidad, por no
hablar del amor al prójimo. Durante años, los líderes del nacionalsocialismo
han estado predicando el odio a los judíos. Ahora que tomaron el poder
gubernamental en sus manos y armaron a sus partidarios –entre los cuales hay
elementos probadamente criminales–, esta semilla de odio ha germinado. [...]”
“Todos nosotros, que somos fieles hijos de la Iglesia y
observamos las condiciones imperantes en Alemania con los ojos abiertos,
tememos lo peor para el prestigio de la Iglesia si el silencio se prolonga por
más tiempo. Estamos convencidos de que, a la larga, este silencio no logrará
comprar la paz con el actual gobierno alemán. Por ahora, la lucha contra el
catolicismo se hará en forma silenciosa y menos brutal que contra los judíos,
pero no menos sistemática. No pasará mucho tiempo hasta que ningún católico
pueda ocupar un cargo en Alemania, a menos que se ponga incondicionalmente al
servicio del nuevo rumbo de los acontecimientos.”
El 1 de julio de ese año, su hermana Rosa —también
convertida al catolicismo— llega al mismo Carmelo y profesa como terciaria
carmelita.
El 31 de diciembre de 1938, el asedio
de “La noche de los cristales rotos” [28], fue especialmente doloroso
para los judíos.
Edith sufre por su familia y las religiosas temen por su
vida y gestionaron el asilo político
en Suiza para ser transferidas, la santa y su hermana, al Convento de Carmelitas de Le Paquier. Pero sólo se lo concedían
a ella. No quiso abandonar
a Rosa y se quedó en Echt. En tales circunstancias la Madre Superiora de las Carmelitas de Colonia
decide enviarla
a Iberoamérica pero ella se
rehusa pues prefiere
permanecer junto a los suyos en aquellos momentos críticos. Sin embargo la noche de fin de año
tiene que cruzar la frontera de los Países Bajos y la llevan al monasterio de
Carmelitas de Echt, en Holanda. Las carmelitas piensan que, siendo Holanda
neutral y país de refugiados políticos, Edith podría vivir allí segura. Sin embargo, la lectura en las iglesias de una carta
pastoral de los obispos holandeses, contraria a los principios racistas, motiva
en represalia, que las religiosas y religiosos y muchos otros conversos de
origen judío hayan de ser deportados.
El 9 de junio de 1939,
escribe su testamento lo que, según Eduardo de la Hera (2009), podría
interpretarse como un presentimiento de su muerte: “Desde ahora acepto con alegría y con perfecta
sumisión a su santa voluntad,
la muerte que Dios me ha reservado. Pido al Señor que se digne aceptar mi vida y mi muerte para su honor y su gloria. Por todas las intenciones del Sagrado Corazón de Jesús y de María y por la Santa Iglesia, de modo especial
por el mantenimiento, santificación y perfección
de nuestra Santa Orden, particularmente los Carmelos de Colonia y Echt.
En expiación por la incredulidad del pueblo judío
y para que el Señor sea acogido por los suyos y venga su Reino en la Gloria.
Por la salvación
de Alemania y la paz en el mundo. Finalmente, por mis familiares, vivos y difuntos,
y por todos los que Dios me ha dado,
que ninguno se pierda”.
Cada año el día 14 de septiembre en la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz, las carmelitas renuevan sus votos. Era costumbre en este Carmelo, que la priora en este día leyera una breve reflexión. En esta oportunidad encarga
a la Hermana que la escriba.
Ella lo realizará con gozo y fueron reflexiones profundas, de una persona que vive a fondo la vida religiosa y anima a vivirla a sus hermanas, sobre todo en aquellos
momentos tan trágicos de la II Guerra Mundial.
El año 1940 es elegida como nueva priora la Hna. Antonia.
Ésta no quiere que se desaprovechen las dotes de Edith Stein, y le pide que prepare un ensayo sobre la doctrina
de San Juan de la Cruz, para la celebración del IV centenario de su nacimiento. Edith elige
como tema: “La Ciencia de la Cruz en San Juan de la Cruz”. Este había sido su tema de meditación en sus ejercicios
para la toma de hábito, y sigue siendo su tema constante de meditación: descubrir una luz, en la cruz que ha caído sobre su pueblo: Ella escribe en base a lo que siempre pensó y sintió: “Bien está el venerar al Crucificado en imágenes y fabricar crucifijos [...] pero mejor que las imágenes
de madera y piedra se conviertan en imágenes vivas”.
Escribir el ensayo
citado es para Edith una gracia, pues
le permite estar todo el día en
contacto con San Juan de la Cruz, el mejor de sus maestros.
Este contacto le ayudará a prepararse con toda conciencia desde la fe, el amor y la esperanza para el martirio,
porque la cruz es camino de la luz y la muerte de la resurrección, no sólo para ella sino para todo su pueblo.
El 1 de septiembre sale una orden
del nacionalsocialismo por la que todos los judíos en territorio alemán o bajo
su dominio deben llevar una estrella amarilla.
Pese a las dificultades Edith todavía
compuso tres hermosos actos de oblación,
ofreciéndolos por el pueblo judío, por el evitamiento de la guerra y por la
santificación de la Familia Carmelita.
Edith es consciente de su destino, y lo acepta como venido de las manos de Dios. Pocos días antes de su deportación, a quienes se ofrecen para salvarle
la vida, les dirá: “¡No hagáis nada! ¿Por
qué debería ser excluida? No es justo que me beneficie
de mi bautismo. Si no puedo compartir el destino de mis hermanos y hermanas, mi vida, en cierto sentido, queda destruida”.
El día 2 de agosto de
1942 es detenida por la Gestapo, junto con su hermana Rosa quien asustada por la multitud y por no poder hacer nada ante la
situación, se empezó a desorientar. Un testigo relató que Edith tomó de la mano
a Rosa y le dijo tranquilamente: “Ven, vamos junto a nuestro pueblo”.
Juntas caminaron hacia la esquina y entraron en el
camión de la policía que las esperaba. Luego, en la noche entre el 3 y
el 4 de agosto, los presos fueron trasladados al campo de concentración en Westerbork, situado en una zona completamente
deshabitada al norte de Holanda.
Hay muchos testigos que cuentan del comportamiento de Edith
durante esos días de prisión: su silencio, su calma, su compostura, su
autocontrol, su consuelo para otras mujeres, su cuidado para con los más
pequeños, lavándolos y cepillando sus cabellos y cuidando de que estén alimentados.
El
9 de agosto de 1942, llegaba en el tren de la muerte al campo de concentración
de Auschwitz-Birkenau. Por su edad (51 años cumplidos), su baja estatura, sin
signos externos de robustez, en la mentalidad nacista no servía para trabajos
forzados.
La
llevaron a la barraca 36, siendo marcada con el Nº 44.074 de deportación. Las
lamentaciones en el campamento, y el nerviosismo en los recién llegados, eran
indescriptibles. Edith Stein iba de una parte a otra, entre las mujeres,
consolando, ayudando, tranquilizando como un ángel. Muchas madres, a punto de
enloquecer, no se habían ocupado de sus hijos durantes días. Edith se ocupaba
inmediatamente de los pequeños.
Uno
de los testigos, que sobrevivió dice: “Había una monja que me llamó
inmediatamente la atención y a la que jamás he podido olvidar, a pesar de los
muchos episodios repugnantes de los que fui testigo allí. Aquella mujer, con
una sonrisa que no era una simple máscara, iluminaba y daba calor. Yo tuve la
certeza de que me hallaba ante una persona verdaderamente grande. En una
conversación dijo ella: “El mundo está
hecho de contradicciones; en último término nada quedará de estas
contradicciones. Sólo el gran amor permanecerá. ¿Cómo podría ser de otra
manera?”
Y otro: “Tengo la impresión de que ella pensaba en el sufrimiento que preveía, no en su propio sufrimiento, --por eso estaba bastante tranquila, demasiado tranquila, diría yo--, sino en el sufrimiento que aguardaba a los demás. Cuando yo quiero imaginármela mentalmente sentada en el barracón, todo su porte externo despierta en mí la idea de una Pietá sin Cristo.”
Y otro: “Tengo la impresión de que ella pensaba en el sufrimiento que preveía, no en su propio sufrimiento, --por eso estaba bastante tranquila, demasiado tranquila, diría yo--, sino en el sufrimiento que aguardaba a los demás. Cuando yo quiero imaginármela mentalmente sentada en el barracón, todo su porte externo despierta en mí la idea de una Pietá sin Cristo.”
Después
de varios tormentos y humillaciones indescriptibles, el 9 de agosto, los
prisioneros son conducidos inmediatamente a la cámara de gas donde la ducha
anunciada, en vez del agua deseada, emanó el tóxico ciclón B de la muerte casi
instantánea. Así moría como judía y católica
-mártir de la fe- a los 51 años
de edad.
Muere
ofreciéndose como holocausto para la salvación de las almas, por la liberación
de su pueblo y por la conversión de Alemania. Con la oración de un Padrenuestro
en los labios, Edith da el sentido más pleno a su vida, entregándose por todos,
por amor.Su cuerpo fue calcinado. No hay tumba. Las cenizas o huesos de la religiosa se arrojaron en el campo adyacente. Hoy es un verde campo con cruces que plantan allí los grupos de peregrinos.
Edith
Stein fue beatificada por Juan Pablo II en Colonia, en el aniversario de su
consagración definitiva, el 1 de mayo de 1987.
Con
su beatificación, la Iglesia rindió
honores, por decirlo con palabras del Sumo Pontífice, a "una hija de
Israel, que durante la persecución de los nazis ha permanecido, como católica,
unida con fe y amor al Señor Crucificado, Jesucristo, y, como judía, a su
pueblo ".
El mismo Papa canonizó a la judía, filósofa, monja, mártir y beata, Teresa Benedicta de
la Cruz de la Orden del Carmelo Descalzo, el 11 de octubre de 1998, en la
Basílica de San Pedro en Roma.
Fue también este Papa quien la declaró co-patrona de Europa, junto a Brígida de Suecia (1303?-1373) y Catalina de Siena (1347-1380),
el 12 de julio de 1999, en el marco de la apertura del Sínodo de Europa,
Recogemos un fragmento de las palabras que dijo el Papa ese día: “Edith
hizo suyo el sufrimiento del pueblo judío a medida que éste se
agudizó en la feroz persecución nazi, que sigue siendo, junto a otras graves
expresiones del totalitarismo, una de las manchas más negras y vergonzosas de la Europa de nuestro siglo.
Sintió entonces que en el exterminio sistemático de los judíos se cargaba
la Cruz de Cristo sobre su pueblo, y vivió como una participación personal en ella su deportación y ejecución en el tristemente
famoso campo de Auschwitz-Birkenau”.
“Para
edificar la nueva Europa sobre base sólidas, no basta ciertamente en los meros intereses económicos
que, si unas veces aglutinan otras dividen, sino que es necesario hacer hincapié más bien sobre los valores auténticos, que tienen su fundamento en la ley moral universal, inscrita en el corazón de cada hombre.”
Su fiesta se celebra en el Carmelo
Teresiano y en la Iglesia Católica el 9 de agosto.
Pensamiento
Caballero Bono nos cuenta que
cuando en 1936 Edith Stein fue conducida al Hospital de la Trinidad de Colonia
por haber sufrido fracturas en la muñeca y en un pie, se presentó así: «Soy Edith
Stein. Hermana Teresa Benedicta de la Cruz».
“Muchas
veces en mi vida, añade este autor, he pensado sobre estas dos frases. ¿Qué
significa el hecho de que Edith haya dicho primero su nombre civil y sólo
después el nombre de Orden? Un posible significado es que ella no es patrimonio
de la Orden Carmelitana. Que tiene un mensaje que decir, no sólo a los
carmelitas, ni siquiera tan sólo a los católicos o a los cristianos, sino
también a un musulmán o a un hinduista, incluso a una persona no religiosa…”
García
Rojo sostiene que el jesuita Erich Przywara, escribía en 1955: "Edith
Stein en su profundidad singular es símbolo de la auténtica situación
intelectual de hoy. En el instinto más interior de su raza fue siempre
consciente de que Abraham, el padre de paganos y de los judíos, procedía de la
asiática Ur en Caldea, así también todo su pensar estuvo orientado al Oriente.
Como carmelita, igualmente por instinto, puso su morada en el Monte Carmelo, al
mismo tiempo que fue su ley la medida y medio del Occidente benedictino.
Justamente este posicionamiento entre Oriente y Occidente dificulta, a veces,
captar la profundidad singular de la figura y de la obra de Edith Stein.”
Algo
parecido se oyó de labios de Juan Pablo II en la ceremonia de Beatificación de
Edith Stein, el 1 de mayo de 1987 en Colonia: "Nos inclinamos
profundamente ante el testimonio de la vida y la muerte de Edith Stein, la hija
extraordinaria de Israel e hija al mismo tiempo del Carmelo. Sor María Teresa
Benedicta de la Cruz, una personalidad que reúne en su rica vida una síntesis
dramática de nuestro siglo. La síntesis de una historia llena de heridas
profundas que siguen doliendo aún hoy, pero que hombres y mujeres con sentido
de responsabilidad se han esforzado y se siguen esforzando por curar; síntesis
al mismo tiempo de la verdad plena sobre el hombre, en un corazón que estuvo
inquieto e insatisfecho hasta que encontró descanso en Dios".
También hay que tener en cuenta
que en los años en Gotinga, como nos refiere Ferrer Santos, “tuvo trato frecuente con los jóvenes fenomenólogos
que, procedentes de distintos enclaves geográficos, constituían el entorno
husserliano más próximo: Adolf Reinach, el primero en ser habilitado por
Husserl; Theodor Conrad y Moritz Geiger, que habían sido discípulos de Theodor
Lipps en Munich; Hedwig Conrad-Martius, esposa de Conrad y especializada en
Filosofía de la Naturaleza; Dietrich von Hildebrand, quien vivía en Munich; los
franceses Alexander Koyré, parisino, y Jean Héring, oriundo de Estrasburgo;
Fritz Kaufmann, que venía de Marburgo, invadido todavía por la atmósfera
neokantiana que había creado Paul Natorp; el canadiense Daniel Bell, que hacía
el doctorado con Husserl sobre el filósofo nortemaericano Royce; el polaco
Roman Ingarden, cuyo trabajo de doctorado, dirigido por Husserl, versaba sobre Intuición e intelecto en Bergson, y no en último lugar Max Scheler,
dedicado a sus escritos tras serle retirada la Venia Docendi [29] en Munich e invitado asiduamente por la Sociedad
fenomenológica de Gotinga”.
Además durante las décadas de 1920 y 1930, Stein
estuvo en contacto con muchos de los principales pensadores católicos de
aquella época, entre ellos: Dietrich von Hildebrand (filósofo), Raphael Walzer
(liturgista), Peter Wust (filósofo), Max Scheler (filósofo), Gertrud von le
Font (escritora), Johaines Quasten (patrólogo), Erich Pryzawa (escritor
espiritual), y el filósofo Jacques Maritain (con quién se encontró cerca de
París)”.
De lo expresado por Erich Przywara y Juan Pablo II, de la influencia que los citados
pensadores pudieron tener en ella y de lo expuesto en la primera parte de este
artículo, puedo inferir que la figura y
el pensamiento de Edith Stein, sumamente complejos, son el punto de confluencia de múltiples
tradiciones, corrientes filosóficas, históricas, religiosas, etc.
Para
analizar la complejidad de la obra de nuestra filósofa seguiré este esquema:
- Búsqueda de la verdad.
- Alcances de su filosofía.
- Su mundo neotomista.
- Ciencias de la naturaleza y
ciencias del espíritu.
- El puesto de la mujer.
- Una espiritualidad cristiana
desde el concepto de espíritu.
- En defensa de lo
espiritual/religioso.
- La Ciencia de la Cruz.
Búsqueda de la
verdad.
Edith
Stein fue una mente brillante, una académica erudita, intelectual de vanguardia
que se afanó en la búsqueda de la Verdad que, una vez hallada, abrazó hasta el
fin.
Esa búsqueda, sostiene Gutiérrez (2014), “se ve con mucha claridad a lo largo de todo su
itinerario desde el seno de su familia judía, pasando por la filosofía de la
escuela fenomenológica alemana y culminando con su encuentro con la fe
cristiana, a partir de la cual su búsqueda de Dios –y luego su divulgación de
dicha experiencia de encuentro personal–, llevándola a optar por la vida
de religiosa contemplativa, sigue atravesada transversalmente por su esfuerzo
por categorizar intelectualmente sus indagaciones y hallazgos”.
Pero, como ya
hemos estudiado, no fue sino hasta el verano de 1912, que exclamó: «¡Esta es la
verdad! » que se hizo sonora en
su mente, corazón y voluntad.
López
Quintás(1999) nos dice que “son muchos los que, empezando por el mismo Husserl,
se han preguntado qué pudo hallar la intelectual Stein en la vida de la Santa de
Ávila para moverse a dar el paso definitivo hacia el ámbito de la fe en cuyos
aledaños se había movido largo tiempo”.
Para
contestar con alguna garantía de éxito, conviene meditar el siguiente párrafo
de un trabajo sobre la “Causalidad
psíquica” publicado por la Hermana Carmelita:«Hay un estado de descanso en Dios, de total suspensión de toda
actividad del espíritu en el que no se pueden concebir planes, ni tomar
decisiones, ni aun llevar nada a cabo, sino que, haciendo del porvenir asunto
de la voluntad divina, se abandona uno enteramente a su destino. He
experimentado este estado hace poco, como consecuencia de una experiencia que,
sobrepasando todas mis fuerzas, consumió totalmente mis energías espirituales y
me sustrajo a toda posibilidad de acción. No es la detención de la actividad,
consecuencia de la falta de impulso vital. El descanso en Dios es algo
completamente nuevo e irreductible. Antes era el silencio de la muerte. Ahora
es un sentimiento de íntima seguridad, de liberación de todo lo que la acción
entraña de doloroso, de obligación y de responsabilidad. Cuando me abandono a
este sentimiento, me invade una vida nueva que, poco a poco, comienza a calarme
y –sin ninguna pretensión por parte de mi voluntad– a impulsarme hacia nuevas
realizaciones. Este flujo vital me parece ascender de una Actividad y de una
Fuerza que no me pertenecen pero que llegan a hacerse activas en mí. La única
suposición previa necesaria para tal renacimiento espiritual parece ser esta
capacidad pasiva de recepción que está en el fondo de la estructura de la
persona»”.
Alcances de su
filosofía.
Es
de loar el esfuerzo desarrollado por el hombre, a lo largo de toda su vida e
historia, para comprender – mediante la
filosofía- cuales son las raíces de su existencia y orientarse en el ejercicio
de su libertad y de sus responsabilidades sociales e históricas.
Donoso Brant
nos dice que en una oportunidad Stein afirmó que “El estudio de la
filosofía es un continuo caminar al borde del abismo", pero ella,
intelectual y espiritualmente madura, supo hacer de la misma una vía
privilegiada de encuentro con la verdad.
La
fenomenología.
“A raíz de la crisis de las ciencias y la frustración ante el
naufragio del sueño ilustrado, afirma Gutiérrez (2014), en Europa surgen diversas reacciones; la
filosofía de Edmund Husserl (1859-1938) se enmarca dentro de las posturas
personalistas, que creen que el distanciamiento entre el sujeto y el objeto no es
un impedimento para el conocimiento (como sí lo postulan los vitalistas),
sino que por el contrario, da la perspectiva necesaria para tener posturas
críticas y mejor fundamentadas frente a la realidad. La postura fenomenológica
de Husserl pretende aproximarse al objeto pero desde la perspectiva del sujeto,
aceptando tanto la distinción entre uno y otro como la necesidad de ambos
elementos en el proceso epistemológico”.
Edith
Stein se incorpora de manera del todo consciente a la corriente fenomenológica.
"Yo estaba ya convencida de que
Husserl era el filósofo de nuestro tiempo", afirma sin vacilación.”
“Esta
corriente, añade Gutiérrez, convertirá
en impronta indeleble, por más que asimile con el paso del tiempo otras
escuelas. La conversión al Catolicismo no supuso la renuncia a la
fenomenología. Cuando redacta su obra filosófica “Ser finito y ser eterno” desde la celda carmelitana, recordará que
su patria filosófica es la escuela de Husserl y que su lengua materna continúa
siendo la de los fenomenólogos”.
Lo
que atrajo intensamente a Edith Stein fue la apertura directa de la conciencia
al ser del mundo.
La
posición crítica de Edith respecto al desarrollo de la doctrina de Husserl por
una línea que fue denominada de "idealismo trascendental" favoreció
su aproximación a la perspectiva de la Escolástica. Y el
encuentro con el Ser infinito hizo crecer en su espíritu el germen de la contemplación.
Guilead (1976) apunta que "Hay un
problema en el que se concentra todo su interés filosófico: el de la persona
humana. No es una casualidad que sus primeros escritos graviten sobre
cuestiones de naturaleza psíquica, comunitaria y social. Ahora, la búsqueda de
la esencia de la persona humana está unida indisolublemente a la de la
dimensión espiritual. Así que no nos sorprende que, desde sus primeros
escritos, Edith Stein afronte la cuestión de una ontología del espíritu".
Feldmann (1988), afirma: “Todo este proceso comenzó en la búsqueda
del núcleo de la persona humana. ‘Sólo
quien se experimenta a sí mismo como persona, como un todo lleno de sentido,
está en condiciones de comprender a otras personas’, pero pronto desbordó
la estructura de la existencia humana para preguntarse por el fundamento y la
causa de todo ser. Edith Stein fue ascendiendo [...] hasta que llegó a alcanzar
aquella realidad última que engloba y sostiene toda realidad humana”.
Desde los primeros contactos con Reinach, dice Gutiérrez,
Stein se inicia en un proceso en el que «toda mirada despierta el asombro» que ya en Aristóteles
se señala como la condición necesaria para el inicio de la filosofía
auténtica… filosofía que, asombrándose ante el fenómeno de la realidad como un
todo, percibe en dicho fenómeno una experiencia de diálogo con Otro. El
encuentro con ese Otro que es el Ser Absoluto produce en ella una experiencia a
la vez de paz y quietud interior y, paradójicamente, de profunda energía para
emprender nuevos rumbos.
Tratando de penetrar un poco en el trato fenomenológico de la santa veamos con Ruiz-Alberdi Fernández
algunas ideas de su tesis doctoral “Sobre el problema de la Empatía"; teniendo en cuenta
que la parte primera de carácter histórico no se conserva. Pero se cuenta con otras tres partes: la esencia de
la empatía, la constitución del individuo psicofísico y la persona.
En la primera estudia la esencia de los actos de la empatia
siguiendo el método de la “reducción
fenomenología”, tomando como fin “la aclaración y por tanto la base última
de todo conocimiento”. La empatía no se confunde ni con la memoria, ni con
la imaginación , ni con la percepción externa, aunque tiene con ellas algo en
común. “Todas estas datitudes de
vivencias de otros remiten a un género básico de actos, en cuya vivencia
extraña se expresan y que nosotros, después de considerar todas las tradiciones
históricas ligadas a la palabra, queremos designar como empatÍa”.
La segunda parte está
dedicada al análisis de empatia como problema de constitución del individuo
“psico-físico” que no es algo simple: es
un “compuesto” de varios estratos: el Yo
puro, como sujeto de experiencia y unidad de conciencia; el alma como parte
esencial del individuo, su unidad sustancial; el cuerpo al que está unida el
alma y que se vive como “experiencia”, como “mi cuerpo” y por tanto algo vivo.
Y en la tercera parte trata el problema de la persona en relación
con la empatía. Pone el acento en la
conciencia del individuo en cuanto que es la que constituye el objeto. En este
sentido su visión de la conciencia va entendida como espíritu y no como algo de
orden natural. La empatia se mueve en este campo espiritual.
Podemos afirmar que el problema que le interesa resolver en la
tesis es el de la persona como sujeto espiritual que será la base de todas sus
investigaciones posteriores.
Filosofía y mística
Gutiérrez
apunta de manera un tanto cuestionadora, que algunos puedan
ver tintes de misticismo en la propuesta filosófica de Edith Stein, e indica
que “quizás sea el “entreveramiento” de lo divino y lo humano, del
que habla López Quintás, lo que permitió a la filósofa alemana iluminar su vida
(incluyendo su pensamiento) desde su fe y tener la coherencia de vida que tuvo
hasta el final de sus días”.
Ales
Bello (2006), en cambio, advierte que para entender
el nexo y la relación entre filosofía y mística, consideradas por la Carmelita como dos vías para el conocimiento de la
verdad, es necesario empezar por el comentario de la obra de santa Teresa, el
Castillo interior.
El Papa Benedicto XVI, en su famoso discurso en Ratisbona
(2006) mencionó tres tareas fundamentales que se requieren para hacer realidad
la obediencia a la verdad necesaria para el ejercicio filosófico: «en primer
lugar, la obediencia a la verdad; en segundo término, la ampliación del
horizonte de la razón que esa obediencia exige (yendo más allá de los límites
estrechos en que la ha encerrado la ilustración); por último, el renovado
encuentro entre fe y razón que esa ampliación permite. El pensamiento de Santa
Teresa Benedicta de la Cruz puede
ofrecer un aporte importante a esta tarea en todos sus aspectos», tanto por su
perseverancia filosófica en el esfuerzo por hallar la verdad como por su valor
al seguir hasta el final aquello que descubre, precisamente, como luz para toda
su vida. «En cuanto entrevió dónde se hallaba la fuente de dicha luz, se fue
rauda hacia ella, diciendo, sin duda, con quien iba a ser su guía espiritual,
Juan de la Cruz: “Apártalos, amado, que
voy de vuelo”».
Cabe recordar, también con Ales Bello, que “el camino de la
mística comienza en la cuarta morada, cuando la iniciativa pasa completamente a
las manos de Dios; no se trata del movimiento del alma hacia Dios, sino del
movimiento que va de Dios hacia el alma, y se concreta en la diferencia entre
consuelos y dulzuras; éstas últimas tienen su origen en Dios y permiten la
oración de quietud”.
Stein, antes de seguir con la descripción del camino de la
mística, se para a reflexionar sobre la existencia de dos caminos que conducen
a Dios, y lo hace para evitar que no se tome en consideración la unión con Dios
para los que no acceden a la experiencia mística: "el primero es una dura cuesta arriba acompañada de los esfuerzos
de cada uno, obviamente con la ayuda de Dios; el segundo consiste en ser
arrastrados hacia arriba, lo que ahorra mucho trabajo, pero cuya preparación y
puesta en práctica ponen duras pruebas a la voluntad".
En la óptica de la mística nupcial, se entra a través de la sexta
morada al noviazgo espiritual; esta imagen sirve para comprender en términos
humanos lo que acontece entre Dios y el alma, cuando intentan conocerse y poner
a prueba su amor. Stein comenta al respecto: "Dios es amor, éste es el punto de partida de san Agustín, y ésta
ya de por sí es Trinidad. De hecho, el amor necesita un amante, un amado y el
amor mismo".
Su mundo neotomista.
En
el siglo XX, el movimiento neoescolástico es sostenido y animado entre otros
documentos por dos encíclicas: Aeterni
Patris (1897) de Leon XIII y Pascendi
(1907) de Pío X. “Ambos documentos
exhortan a recurrir sobre todo a Santo Tomás. Con ello se pretendía
salvaguardar el pensar católico de los peligros del modernismo; sin embargo,
esta postura traerá como consecuencia una ruptura más profunda entre cultura e
Iglesia.”
Respecto
a este movimiento Edith considera que su aportación principal ha de ser la de
servir de puente entre dos mundos: el mundo tomista y el pensar moderno.
Ferrer Santos ( 2011) considera
que “un
primer intento de estudio fue “La
fenomenología de Husserl y la filosofía de santo Tomás de Aquino” de 1929;
el segundo es la traducción llevada a cabo del tratado “De la Verdad” de Santo Tomás en los años 1931-1932; el tercero lo
constituiría su participación al Congreso Tomista de Juvisy, en 1932, en el que
se perseguía un acercamiento a la fenomenología; el cuarto es su gran obra “Ser finito y ser eterno”, escrita en
1936”.
“En
el debate sobre la existencia o no de una filosofía cristiana, reactivada en
los años 30 de nuestro siglo, Edith Stein aboga por el recurso a cuantas
fuentes aporten datos. Razón y fe, lejos de excluirse, muy bien están llamadas
a colaborar, son medios legítimos del conocer humano”: "El filósofo que no quiere ser infiel a su finalidad de compreder
el ente hasta sus últimas causas, se ve obligado a extender sus reflexiones en
el campo de la fe, más allá de lo que le es accesible naturalmente”. Dicho
de otro modo: "Una comprensión
racional del mundo, es decir, una metafísica... sólo puede ser alcanzada por la
razón natural y sobrenatural conjuntamente". El resultado de esta
colaboración sería el perfectum opus rationis”.
Posteriormente, tras su conversión,
lee y traduce obras de Tomás de Aquino (De ente et essentia y las Quaestiones
disputatae de Veritate) y se familiariza con el tomismo
alemán de principios de siglo, representado entre otros por J. Gredt, M.
Grabmann o T. Manser.
En las obras fundamentales de esta
etapa de madurez efectúa una síntesis entre el método
fenomenológico-descriptivo y el realismo clásico, sobre todo a propósito de la
introducción de los conceptos de acto y potencia (resaltados en la obra “Acto y
potencia”, que es preparatoria de “Ser
finito y ser eterno”) y de sus estudios antropológicos. Y elabora
una concepción de la persona, que evita por igual el trascendentalismo
idealista del yo puro (Husserl) y la sustantivación de las colectividades como
personas (Scheler). Precisamente para ello le son fructíferas nociones
ontológicas, como la hipóstasis y la relación (a partir de ambas define al
espíritu, como un salir de sí), o la doctrina de Tomás de Aquino sobre los
trascendentales.
Edith Stein ha sabido efectuar una
síntesis entre el primado fenomenológico de la conciencia y el realismo clásico
de las esencias. … Ferrer Santos dice que “resultado de esta síntesis es su
tratamiento unitario de la persona frente al dualismo cartesiano entre lo corpóreo
y lo pensante. El cuerpo no es tampoco un instrumento del alma, sino expresión
del sujeto, tan singular como la propia alma creada directamente por Dios. Le
falta, con todo, haber acudido al acto de ser de Tomás de Aquino, apenas
entrevisto por el tomismo de su época y que hubiera evitado la deriva
esencialista y formalizante que a veces toman sus conceptos ontológicos, no
siempre suficientemente deslindados de los conceptos lógicos a los que dan
concreción”.
“Edith Stein pasa por un encuentro personal con ese Dios de
los cristianos, percibido como una realidad sutil pero elocuente a través de su
propia experiencia y la experiencia de la Iglesia en su entorno. Como parte de
las nuevas realizaciones, a que hace referencia la recién conversa,
descubre en la filosofía de inspiración cristiana, en particular la philosophia
perennis de Santo Tomás, una clave de singulares propiedades
para confrontar la filosofía trascendental de la fenomenología y para
identificar «la verdadera solución a la
crisis espiritual de nuestro tiempo: […] la decisión de cambiar el centro
de gravedad de nuestro espíritu»”.
Ciencias de la naturaleza y
ciencias del espíritu.
Nuevamente
recurrimos a Ferrer Santos quien considera que “Stein hace uso
de la clasificación alemana de las ciencias en
ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu, desarrollada por Dilthey [30]. Mientras las primeras
indagan leyes universales y funcionales, el objeto de las segundas es singular
e irrepetible, consistente en un transcurso histórico provisto de sentido.
Según ello, los hechos naturales se explican a partir de
las leyes correspondientes como casos particulares, en tanto que los hechos
culturales e históricos requieren un adentramiento por
comprensión en su sentido
característico. Sin embargo, Edith Stein se aparta de Dilthey en que no pone el
carácter irreductible del objeto de las ciencias del espíritu en función de la
particularidad de las leyes psíquicas, sino que encuentra su razón de ser en la
singularidad cualitativa de la persona:
«Una peculiaridad cualitativa, que no se pueda
comprender como punto de intersección de leyes universales, sino que esté
fundamentada en la singularidad única e interna del individuo, se da tan solo
en el ámbito del espíritu… El objeto de interés es aquí el individuo en su
singularidad única que es irrepetible e indisoluble. Toda persona espiritual
tiene su cualidad, que confiere a cada uno de sus actos,
independientemente de su estructura general, una nota individual y lo
diferencia de los actos de cualquier otra persona»
“Pero la novedad cualitativa no es
solo el distintivo de cada persona y de sus actos y expresiones, sino que se
transmite a las obras artísticas y culturales, así como a las comunidades que
las personas crean en virtud de ciertos actos fundantes. De aquí que las
ciencias del espíritu no comprendan solo la historia, en tanto que conducida por
actos personales, sino también las ciencias de la cultura, cuyo objeto son las
obras expresivas de una intención personal y las formaciones culturales y
comunidades que sobreviven a los individuos, pero que en todo momento vienen
sustentadas por ellos. A esta singularidad extensiva a las ciencias de la
cultura se refiere nuestra autora en los siguientes términos”:
«Esta individualidad cualitativa irreductible
se encuentra en todas las realidades espirituales, también en las ‘objetivas’.
Las obras de una persona o también de una comunidad poseen individualidad en
doble sentido: llevan, en primer lugar, el sello del espíritu creador a cuya
esfera pertenecen, y, además, cada una de ellas es en sí misma un individuo, en
la medida en que es una obra auténtica y no es una imitación voluntaria o
involuntaria… Tiene además una notación específica, propia únicamente de ella,
que no puede reducirse ni a su forma ni a su contenido [31],
y en eso consiste lo que en ella nos ‘habla’ y lo que nosotros podemos
asimilarnos internamente.”
“De aquí resulta la necesidad de distinguir en
las formaciones culturales lo que tienen de a priori, de acuerdo con la
universalidad de sentido que les es inherente –o a falta de ello lo que tienen
de conjunto tipificado empíricamente–, de la plasmación histórica de las
formaciones culturales en unas u otras expresiones debidas a su artífice, tales
como una Madonna de Rafael o el Imperio consolidado por Julio César. Este
segundo aspecto singular es el que guarda paralelo con la individualidad del
agente histórico, ya que son singularidades que no se dejan reducir a una
combinación de conceptos a priori ni tampoco a un conjunto de rasgos
tipificables empíricamente. En cambio, son universalidades culturales a priori
la familia, el principio de autoridad en los pueblos, el derecho normativo, la
ciencia o las artes en sus divisiones fundamentales; y son empíricas las
diferencias entre las lenguas, la civilización hitita o sumeria o cualquier
otra en sus particularidades respectivas, el feudalismo como contradistinto al
Estado moderno…”
“En suma: dentro de las ciencias
del espíritu se diferencian las ciencias culturales de las ciencias históricas.
Y en las primeras cabe establecer la siguiente clasificación triple: a) saberes
a priori, orientados por el sentido esencial de sus formaciones (la lengua, el
derecho, el arte, la política…); b) saberes empíricos, que atienden a la
génesis histórica contingente de sus particularizaciones; c) saberes que son
expresión de una subjetividad, tales que consideran una obra singular producida
por un agente o por una comunidad singulares (las esculturas de Fidias, el
Partenón griego, el estado napoleónico…). En cuanto a las ciencias históricas,
al versar sobre lo particular contingente, admiten la segunda y tercera
subdivisiones, ya que caben a) una descripción de tipos empíricos en sus
variaciones históricas, y b) una recreación aproximada de los personajes
históricos en los que convergen distintas notas típicas. Lo que no hay es un a
priori dentro de la historia, pues para ello habríamos de transitar de lo
efectivo a lo posible, pero lo esencialmente posible no es ya histórico, sino
que remite al a priori antropológico de la persona que es su ser comunitario
asentado en unos pueblos o comunidades de pertenencia, como sujeto próximo de
la historia.”
El puesto de la mujer.
Al
querer analizar el pensamiento de Edith Stein, no es posible pasar de largo
ante el tema de la mujer. Cuanto aporte ha hecho sobre la misma hay que
encuadrarlo dentro de la sensibilidad reinante acerca de la cuestión femenina y
al hilo del interés antropológico.
Tal
como nos recuerda Ruiz-Alberdi Fernández (2010),” el Abad Walzer animó a Edith
Stein a ocuparse
a fondo del tema de la mujer, pues podía ofrecer una aportación válida ya que como mujer pudo desarrollarse humana e intelectualmente y también
experimentó.” Como vimos en su
oprtunidad, no pudo acceder a una cátedra por el solo hecho de ser mujer.
Hay algo que me parece importante
destacar. Es lo “avanzada” que fue para su época. Presintió que venía un gran
cambio de vida para las mujeres con su incorporación al mundo laboral pero
sabía que la mujer seguiría siendo madre
de sus hijos,
esposa e hija,
y le resultaría
muy complicado compaginar la vida
profesional con la vida familiar.
Stein denunció la sobrecarga de la mujer y por eso defendía que la paternidad
es una vocación originaria del hombre y, consideraba que este debía responder a
ella para su equilibrio personal.
Mújica
está convencido de que, “como buena fenomenóloga, su aguda reflexión
estuvo permeada de un fino sentido crítico y una atmósfera de abandono confiada
en la veracidad de la fe que había conocido. La identidad y vocación de la
mujer y su papel en la sociedad, trabajos y actividades de la mujer,
fundamentos y problemas de la educación femenina, la mujer en la Iglesia,
misión de la universitaria católica, la mujer en la vida del pueblo, entre
otros, fueron temáticas centrales de su especulación. Siempre en el fondo
estará la idea de que ambos sexos tienen una triple y común vocación
originaría: ser imagen de Dios, dominar el mundo y procrear”.
Es
así que, como señala Ruiz-Alberdi Fernández, para dar su aportación sobre el tema de la mujer realizó una investigación sobre “Los Problemas de la educación
de la mujer” y luego escribió sobre “Los Fundamentos de la educación
de la mujer”.
Como bien señala Vila Griera (2014), para Edith «María es el prototipo del alma femenina».
“Constantemente se esfuerza
por orientar la mirada de la mujer hacia
su purísimo ideal,
hacia María. Todos los problemas femeninos
los soluciona estudiando la conducta de María. Hace observar que Cristo dirige la mirada del creyente hacia el Padre del cielo, pero María tiene la misión de llevar los corazones de los hombres hacia su Hijo. Esta misión le ha
sido también encomendada
también a toda mujer”.
María fue para ella el modelo de esa mujer fuerte,
de esa mujer capaz de asumir en la historia los papeles más imprevisibles y de llevarlos a término con calidad, precisamente porque fue la mujer cuya calidad
de vida rebosaba
desde lo más profundo
de su ser.
Vocación
Mujica sotiene
que Stein considera que la vocación natural de la mujer es la de madre pero no
queda sólo ahí. “Para ella la palabra maternidad sintetiza la totalidad de la mujer. Es el punto de partida para desarrollar su vocación profesional, la vocación como compañera del hombre y la vocación
sobrenatural”.
“La posibilidad
de que una mujer ingrese en una o varias ramas profesionales es una auténtica
bendición para toda la vida social, privada o pública, porque ella custodia el
específico ethos femenino, es decir, la contribución de la mujer manifestada en
el valor de sus actos, los valores propiamente
de ella para la vida de toda la humanidad.”
Pero hay que reconocer que la tarea de la mujer no se agota en la vida familiar y pública. La profesión religiosa, según la mente de la doctora Stein, exige el empeño de usar medios que hacen aptos el cumplimiento de los deberes vocacionales: renuncia a toda posesión, a todo tipo de ligamen y unión humana y vital y a la renuncia de la propia voluntad.”
Pero hay que reconocer que la tarea de la mujer no se agota en la vida familiar y pública. La profesión religiosa, según la mente de la doctora Stein, exige el empeño de usar medios que hacen aptos el cumplimiento de los deberes vocacionales: renuncia a toda posesión, a todo tipo de ligamen y unión humana y vital y a la renuncia de la propia voluntad.”
Ahora bien, hoy
en día, las comunidades femeninas se dedican a la actividad exterior también;
en la acción de las religiosas apenas si se distingue alguna diferencia
material respecto al trabajo de las mujeres «del mundo».
Y la santa sintetiza así su posición: “Una colaboración sana de los sexos en la vida vocacional
profesional, sólo será posible
cuando las dos partes sean conscientes de su especifidad con serena objetividad y extraigan de ahí las consecuencias prácticas.
Dios creó al ser humano como hombre y como mujer, y a ambos según su imagen. Sólo cuando se desarrolle plenamente la especificidad masculina y femenina, se alcanzará la máxima similitud
posible respecto
de Dios y la más profunda compenetración de toda la vida terrena con la vida divina.”
Educación
Ruiz-Alberdi Fernández
señala que “Edith insistía en que uno de los objetivos de la educación del alma femenina,
debía ser educar los sentimientos, para que la mujer no cayese
en una vida vacía y sin sentido.
Porque lo que de verdad quería nuestra
santa era que la mujer fuese fuerte e independiente”.
Stein no se limitó a exigir una formación académica para la mujer sino también una formación religiosa para que tuviese
una vida espiritual.
Pero para nuestra
santa uno de los problemas, en esta área, era la falta de personal docente católico preparado científicamente, y el otro la necesidad
de una revisión del sistema educativo
alemán, por ser excesivamente enciclopédico, al que calificaba, procedente de la vieja escuela, el retoño de la Ilustración.
Una espiritualidad
cristiana desde el concepto de espíritu.
Según
Caballero Bono (2010), a quien sigo en esta tema del espíritu –aunque en una apretada síntesis-, “llama la atención que todo el pensamiento de
Stein pueda encajar en estas dos sencillas palabras: «Naturaleza y espíritu». [32]
“En el mundo mental de Edith Stein todo lo que hay pertenece, o bien a la
naturaleza, o bien al espíritu. Y sólo la persona humana participa
eminentemente de los dos ámbitos”.
Aunque
la persona humana no sea puro espíritu, es el espíritu lo que hace a la
persona, lo que la define. En “Ser finito y ser eterno” encontramos
esta afirmación: «La prerrogativa del
hombre frente a las criaturas inferiores es que él, en cuanto espíritu, es réplica de Dios».
Ahora
bien, ¿qué es el espíritu? Si tanta importancia tiene en el pensamiento de
Edith Stein, ¿cómo tenemos que entenderlo?
“En
alemá “espíritu” tiene una connotación intelectiva, dice relación a una
actividad o facultad superior o intelectual. Esta acepción está muy presente en
la filosofía alemana. Sin embargo, no es la que adopta la filósofa. Para ella,
espíritu significa sencillamente «apertura». El espíritu es la dimensión de
apertura de la persona, es lo que hace que la persona sea persona”.
Un
texto maduro de Edith Stein recoge programáticamente una doble dirección: «Espíritu es salir de uno mismo, apertura en
un doble sentido: para un mundo de objetos que es vivenciado y para [la]
subjetividad ajena, [el] espíritu ajeno, con el que se vive y se vivencia en
común». Vamos a seguir, pues, estas dos vías de apertura: hacia la
naturaleza y hacia el espíritu, aunque no sólo hacia el espíritu ajeno, sino
también hacia el espíritu propio.
La apertura hacia la naturaleza
La
naturaleza es el mundo de las cosas, de lo infraespiritual; es «la conciencia como correlato del mundo de
objetos».
La
percepción sensible es la primera función del espíritu, nos abre a la
naturaleza.
La apertura del espíritu hacia el espíritu
“Más
importante que la apertura del espíritu a la naturaleza es la apertura de éste
a otros espíritus: podemos abrirnos a lo que se nos abre de la persona y a lo
que se nos abre de Dios”.
En Causalidad
psíquica, Edith Stein ha señalado tres conceptos de espíritu: el
espíritu subjetivo, el espíritu objetivo y el espíritu divino.
Como Caballero Bono, diré algo sobre la
apertura a este último.
La apertura al espíritu divino
“Si
por espíritu divino entendemos -en sentido amplio- el orbe de lo sobrenatural,
el tema está planteado ya en “Sobre el problema de la empatía”. Edith
había leído en Gotinga algunos textos del teólogo Eric Peterson [33]
acerca de los ángeles. A raíz de esto se pregunta por la posibilidad de una
empatía entre espíritus puros o por la eventualidad de empatizar con un
espíritu puro. Esta pregunta formulada en 1916, unida a algunos testimonios
biográficos, avala que por esas fechas nuestro personaje ya siente una
inquietud vital por lo religioso. Además, el dato nos sirve para afirmar que el
tema de los ángeles es transversal en el pensamiento de Edith Stein. Baste
recordar que ocupa una sección entera en “Ser finito y ser eterno”.
“La historia personal de Edith Stein le
condujo a plantearse la apertura del espíritu a Dios, de un afluir de fuerza
vivificante allí donde falla la fuerza vital, de un «estado de quietud en
Dios», del sentimiento de estar cobijado, de un volver a nacer...”
La
experiencia de Dios es empatía con alguien carente de cuerpo vivo. Se trata de
la experiencia de la gracia, en la que empatizamos la actitud benevolente de
alguien invisible; la doctrina de la revelación como autodonación de una
realidad divina personal, y no primariamente como una comunicación de verdades;
o la realidad del cuerpo místico, porque la empatía ordinaria con el prójimo
nos predispone a esa otra empatia con Dios.
Solamente
Dios tiene la perspectiva absoluta de lo que soy y de lo que son los otros.
Como dice Edith Stein, «lo que nosotros
creemos comprender de vez en cuando del propio corazón no es más que un reflejo
pasajero de lo que permanece en el secreto de Dios hasta el día en que todo
se haga manifiesto». En ese estar expuesto a la mirada de Dios es
donde quedan unidas la libertad, que depende de nosotros, y la historia, que se
nos escapa de la mano.
En defensa de lo
espiritual/religioso.
En
este tema, es indispensable destacar el escrito breve “La oración de la lglesia”, por lo oportuno y clarificador frente al
reducionismo litúrgico que se pretendía imponer en la Iglesia a partir de los
años '20. La Carmelita defiende la necesidad de la celebración oficial, mas no
debe ser a expensas de minusvalorar la oración personal y silenciosa.
“Modelo de oración fue
y sigue siendo Cristo, quien además de acudir al templo y sinagoga, se retiró
al monte y al desierto a orar a solas con su Padre Dios. Y por otra parte, no
conviene poner límites ni trabas al Espíritu Santo, quien constantemente crea
nuevas formas de expresión religiosa.”
La
aportación de Edith Stein en el campo de la espiritualidad se debe ante todo a
su último legado “Ciencia de la Cruz”
a la que dedicaré un apartado especial.
Sin embargo creo que vale la pena hacer unos comentarios
acerca de algunos aspectos de lo espiritual religioso que caracterizaron el
pensamiento de la santa.
Caminos para el conocimiento de
Dios
Ferrer Santos dice que “en su obra “Ser finito y ser eterno” Santa Teresa Benedicta de la Cruz ha ensayado
el recorrido hacia Dios a partir de las esencias, en el modo en que vienen
dadas en la correspondiente experiencia. Lo cual se complementa con la vía que
parte de ese conocimiento peculiar que es la fe en el Dios que se revela y que
impele a la razón a una actividad de comprensión y desvelamiento progresivos.
Esta segunda vía de acceso a Dios se encuentra expuesta en el libro “Caminos para el
conocimiento de Dios” y cabe
caracterizarla como Teología simbólica, siguiendo al Pseudo Dionisio [34].
En relación con el primer modo de
proceder, la filósofa hebrea advierte, en línea con San Agustín, que el devenir
y la limitación de las esencias, fenomenológicamente caracterizadas, no puede
provenir de ellas mismas. El propio yo humano como esencia no coincide con su
ser, puesto que encuentra su esencia –su ser yo– ya existiendo cuando se
identifica esencialmente como yo consciente. El comportamiento formal de las
esencias en relación con los contenidos reales, que les dan concreción en el
tiempo, revela una disociación que no pertenece a las esencias como tales, sino
a su realización limitada. De aquí se sigue que lo que da consistencia a las
esencias reales no puede tener su origen en los ejemplares
que las hacen limitadas y concretas, sino que ha de trascenderlas
en un Ser que se identifique plenamente y sin divisiones con lo que es:
«El conjunto del mundo creado remite a los
arquetipos eternos y a los no devenidos de todo lo creado, a las esencialidades
o formas puras que hemos concebido como ideas divinas. Todo ser real, sometido a la vez al devenir y al pasar, está anclado en su ser
esencial. Es en la inmutabilidad de estos arquetipos donde reposan la norma y
el orden del mundo creado sometido a una evolución constante. Pero esta
diversidad se encuentra reunida en un ser divino infinito y único que se limita y articula en ellos para
constituir el arquetipo del mundo creado»
Este ser divino es el que se revela
como tal, requiriendo del hombre la entrega confiada de la fe.
Por lo que hace a la fe que busca
comprenderse a sí misma (el agustiniano fides
quaerens intellectum), Ferrer Santos considera que “Stein acude a
la interpretación simbólica de la Naturaleza como medio para el conocimiento de
Dios, prolongando las consideraciones de la Teología simbólica. Según ello, se
niega la literalidad de los nombres e imágenes proporcionados por la
experiencia natural, interpretando de un modo alegórico los elementos naturales
para que así puedan trasladarnos a lo que excede toda noticia (Teología
negativa). En este sentido, la Sagrada Escritura contiene numerosos símbolos y
parábolas con los que expone el contenido de la fe, en sí mismo inefable. Así,
por poner solo algunos ejemplos, la imagen del fuego que lo invade todo, lo
renueva todo y procura su actuación a los cuerpos, sin ser él mismo visible ni
medible, es evocación de la actuación del Espíritu Santo en el mundo. O la
tinaja redonda y abierta de las bodas de Caná es símbolo de la Sabiduría
soberanamente previsora, que al verterse sobre lo demás queda en sí misma. O el
banquete festivo contiene una alusión al reino de los cielos”.
La fe está implícita en el empleo y
la interpretación de estas comparaciones, ya que tiene por objeto la Palabra
única a la que las comparaciones apuntan. Y la razón solicitada por la fe
encuentra su lugar, por cuanto los símbolos hacen de intermediarios entre la
Palabra irreemplazable de Dios, a la que se dirige el acto de fe, y la persona
humana, que la acoge y explicita pluralmente con la razón en su Verdad
simplicísima:
En último término, el conocimiento
por fe es un itinerario cuya meta está en la experiencia directa de Dios, toda
imagen y noticia trascendiendo. Y la fe no solo viene preparada por aquellos
interrogantes de la experiencia natural a los que la propia razón responde solo
en parte, sino que su trayecto confiado es recorrido asimismo con el auxilio de
la razón, que interpreta, descifra y pone en conexión lo sabido de un modo
mediato, a través de los autores sagrados, apuntando al fin a una experiencia
original en la persona en que se desvela:
«La fe es un don que ha de ser aceptado.
Libertad humana y divina se encuentran juntas aquí. Pero es un don que aspira
siempre a más: como conocimiento oscuro e incomprensible despierta el anhelo
por la claridad desvelada, y como encuentro mediato la aspiración al encuentro
inmediato con Dios».
Si antes habíamos advertido desde
las verdades esenciales asequibles a la razón su apertura a la fe, ahora
completamos el círculo en el sentido opuesto, al mostrar que el objeto de la fe
sobrenatural requiere a la razón humana para que exprese con sus medios
imperfectos la Verdad suprema a la que se adhiere.
Libertad
y gracia sobrenatural
Como nos recuerda Ferrer Santos, Stein
ha tematizado desde distintos ángulos la individualidad de la persona humana.
Es una individualidad que no proviene de un principio externo a ella misma, ni
tampoco de sus actos singulares, sino que la posee en sí misma como ser
espiritual, y desde ahí irradia a sus potencias y a su cuerpo. Lo que
caracteriza al espíritu personal es –como ya se indicó– el salir de sí mismo o
irradiar, pero sin por ello perder su individualidad:
«La razón de que [el espíritu] se irradie no es que no soporte permanecer en
sí mismo: al irradiarse permanece en sí mismo y se conserva a sí mismo… Lo que
llamábamos ‘individualidad’, lo más propio del alma, no es extinguido… Todo el
‘carácter’ de una persona, es decir, la totalidad de las disposiciones
naturales específicamente coloreadas por su individualidad anímica, puede ser
destruido, el alma puede ser arrancada de ese fundamento natural desde el que y
con el que se levantó, y sin embargo conservar su individualidad. Esa
individualidad es intangibilis».
Un rasgo privilegiado en el que se
acusa esta individualidad es la libertad personal. De este modo, la libertad no
se queda en ser una propiedad de ciertos actos de la voluntad, sino que está
asentada más radicalmente, de tal manera que realizar actos libres, o bien ser
liberado, solo es posible para quien ya es libre en su ser. Así se entiende que
actos libres como la obediencia a Dios no traigan consigo la renuncia a otros
posibles actos libres, sino que sean sencillamente expresión de la libertad
personal que se entrega. «La obediencia
(del hombre a Dios antes de la caída original) no presupone un uso de la libertad, pero sí la libertad misma… De
este modo, el estar liberado solo es posible para seres libres… no tiene
necesariamente que haber sido logrado mediante un acto libre» .
Pero, “¿en qué consiste la libertad
de la persona que se entrega? ¿Acaso en su capacidad de entrar en sí misma? He
aquí una primera aproximación, que sin embargo pronto se revela insuficiente.
En efecto, frente al animal, que vive extático, perdido en su entorno, la
persona posee un centro, desde el cual puede actuar por sí misma, y así ocurre
que sus movimientos propios no significan meras reacciones a las solicitaciones
externas, como en el animal. “Pero
este centro personal está vacío hasta tanto no se vincule a un ámbito que
excede la naturaleza y sus leyes necesarias”. La
libertad está vinculada, no es absoluta o absuelta. Es cierto que la persona
humana puede habitar en la periferia, vuelta hacia el mundo externo y lejos de
su centro anímico, ya que el alma se asemeja, como se vio, a un círculo
extenso; pero si quiere regresar a su interior, poseerse en intimidad, ha de
abrirse y dejarse inundar por unos valores plenos de significado que la
trascienden. Es en esta dilatación de la esfera personal donde se sitúa el
influjo benefactor de la gracia:”
«El alma solo puede encontrarse a sí misma y
encontrar su paz en un reino cuyo señor no la busque por él mismo, sino por
ella misma. Llamamos a ese reino, precisamente a causa de esa plenitud que nada
desea, sino que rebosa y se regala, reino de la gracia. Y porque ser acogido en
él significa ser elevado, lo llamamos reino de lo alto… Si queremos darle un
nombre que lo designe puramente en sí mismo, en su esencia interna, tenemos que
decir: el reino de la luz. Cuando la gracia inunda el alma, esta se llena con
lo que le es enteramente adecuado y con lo único que le es adecuado. Esta
plenitud la sacia».
“A su vez, la libertad no responde a la gracia imperando una
acción exterior, sino acogiendo al Ser personal –que la invoca mediante su
gracia– con una respuesta también personal. De un modo negativo, ser libre no
significa refugiarse en la ciudadela interior en una suerte de autarquía, sino
entrar en interlocución desde el propio centro del ser con otra persona que
eleve la propia libertad. Esta acción interpersonal es la expresión más propia
de lo que antes hemos llamado irradiación. Es aquí donde se experimenta de modo
característico el señorío interior, ejerciendo el cual el hombre es
derivadamente también señor de los vivientes inferiores y de la naturaleza.”
Presencia en la Iglesia
Vila Griera considera que” Edith
trabajó en la promoción de la intelectual católica
como mujer formada científicamente y de pensamiento objetivo. Pide centros católicos
para la formación de la mujer, donde haya la bibliografía necesaria, casas de descanso
donde la mujer intelectualmente formada pueda encontrar estímulo y contacto con otras mujeres con los mismos ideales; que se animen mutuamente, se apoyen
y se ayuden a los jóvenes; que tengan posibilidades de trabajar científicamente y encontrar en este trabajo lo suficiente para vivir”.
Por otra parte la santa
denunció la actitud pasiva de la mujer dentro de la Iglesia. Teresa de Jesús, Catalina de Siena, Brígida
de Suecia no son excepciones que confirmen
la pasividad de la mujer, ya que su
dinamismo brotó de su unión con Jesucristo. El siglo XX exige mucho más a la mujer. Ella invita a las mujeres
a colaborar en la acción
católica en todos
los campos. La Iglesia necesita
a la mujer. ..“La Iglesia nos necesita, es decir el Señor tiene necesidad de nosotras. Todo parece
indicar que hoy llama el Señor a un gran número de mujeres
para el ejercicio de tareas especiales
en su Iglesia”.
Para esta entrega la
mujer necesita un impulso motriz íntimo del cual emanan las fuerzas liberadoras
que cortan a las circunstancias terrenas su peso y conceden un fragmento de
serenidad, un camino de luz. Los sacramentos serán el manantial del cual brota
esta vida. Por eso, su vida debe ser Eucarística.
Además, como sostiene Vila Griera,
la Carmelita Descalza defendió el papel de la mujer en la Iglesia. Si la Iglesia quiere responder a la urgencias de la formación de la mujer, tendrá que colaborar
con el movimiento femenino de liberación de la mujer, pero “el movimiento femenino católico
debe situarse en su propio terreno:
el terreno de la fe, una concepción católica del mundo hasta las últimas consecuencias”.
Recordemos que Stein había pedido al Papa que publicase una encíclica en favor del pueblo judío.
Y el Concilio Vaticano
II proclamará solemnemente aquello que ella vivió y defendió. El pueblo judío dejará de ser considerado el pueblo que mató a Jesucristo, para ser considerado el hermano mayor en
la fe, porque la Iglesia
no puede olvidar
que ha recibido la revelación del pueblo de Israel escogido
y amado de Dios, pueblo por el que ella con toda conciencia rezará y se ofrecerá.
La Ciencia de la Cruz.
Vigencia
Vila Griera (2014) nos recuerda
que Juan Pablo II
dijo: "Ella misma será testimonio de esta feminidad socialmente operativa,
haciéndose apreciar como investigadora, conferenciante, profesora. Fue estimada como mujer de pensamiento, capaz de utilizar
con sabio discernimiento las aportaciones
de la filosofía
contemporánea para buscar la «plena verdad de las cosas» en el contínuo esfuerzo de conjugar las exigencias de la razón
y las de la fe”.
Y la misma Edith presagió su devenir: La mujer, con independencia de la profesión
que elija, corresponda o no a su especificidad, puede en cualquier lugar dejar la huella de su condición
femenina, y con ello ser una bendición. Allí donde se reúna con seres humanos, allí encontrará la ocasión de apoyarles, de aconsejarles, y de ayudarles. Si la trabajadora de fábrica, o la empleada de oficina, prestara
un poco de atención a cómo se sienten los seres humanos que trabajan con ella en el mismo espacio, con una palabra
amistosa, o una pregunta participativa, comprobaría pronto cómo ellos le abren sus corazones cargados
de fatiga, sabría dónde les aprieta el zapato, y podría procurarles auxilio materno.
Veamos ahora, en forma breve, el
legado de la santa, la actualidad de su pensamiento y algunas instituciones
que se dedican a continuar su obra.
El
legado de Edith Stein.
Dadas
las limitaciones de un artículo y para no cansar al lector, empleo una apretada
síntesis del trabajo de Martinez Casado (2003) quien, en “Aportaciones de Edith Stein al mundo de hoy”,
señala que pueden considerarse innumerables aportes de la santa al
hombre y a la mujer de hoy:
“Compartió los problemas de sus contemporáneos, que eran iguales o
peores que los que los que podemos tener aquí y ahora. En pleno nazismo aboga
por una sociedad democrática donde nadie se vea excluido ni tenga que seguir
ciegamente los dictados decididos por un poder autoritario. La libertad era
para ella fundamental, es lo que define al ser humano”.
“Defiende a la mujer desde un feminismo
humanista cristiano que la llena de significado. Decía que es preciso dejar la
huella de la condición femenina en todo lo que hace una mujer. Le da verdadero
valor, es una feminista que defiende lo específicamente femenino, no lo anula
para igualarla con el hombre. Dice que la mujer puede cambiar para bien el
mundo con su feminidad. El concepto de maternidad no lo cierra sólo al círculo de la familia o de los amigos
personales, sino que se extiende allá
donde haya pena o cansancio a ejemplo de la Madre de la Misericordia; y por eso
ha de enraizarse en el amor divino, tan amplio como el mundo. Cree que Dios
combate el mal a través del amor
maternal de la mujer.”
Dice que la misión de la mujer es: ”Ser instrumento en las manos de Dios y realizar su obra en el lugar
donde Él nos coloca”. Si la cumplimos, entonces realizamos lo mejor de nosotras
para nuestro ambiente y, por consiguiente, también para todo el pueblo
“Veía la maternidad como una
participación en la obra creadora del Padre, de otra forma se desnaturaliza su
valor original; sin embargo, hoy en día
se la tiende a ver como una carga o como un problema que hay que evitar.”
“La misión-vocación de la mujer en el mundo es muy importante , dice que la
ausencia de la mujer y de sus valores propios pone en peligro la realización de
la misma humanidad, y también ayuda a
comprender lo que el mundo y la Iglesia han perdido en su historia por mantener
discriminada a la mujer.”
El hombre es responsable de lo que
es y de lo que realiza, sus acciones le
son imputables. Alude a la libertad que
era, por decirlo así, una de sus obsesiones o mejor dicho una de sus
preocupaciones más importantes :”Renunciar
a la libertad por miedo a la responsabilidad es favorecer la propia
destrucción. Eludir la responsabilidad de las decisiones propias es ponerse en
manos del imperialismo total o de la automatización degradante”.
“Para ella razón y libertad son los
distintivos esenciales de la persona. La clave está en la unificación de la
persona, pues favorece el equilibrio intrapersonal y las relaciones con
los demás, así como la comprensión inteligible del universo entero.”
El gran equilibrio que transmite Edith
está basado en su cristocentrismo. Encontró que Cristo era el centro de su vida
y esto llegó experimentándose a sí misma como persona, como un todo lleno de
sentido; y así pudo comprender a los
otros.
El cuidado de la interioridad es
determinante en Edith y hoy día es la
asignatura pendiente. Dice: ”Si llegamos
a comprender que podemos construirnos una celda cerrada en nuestro interior y
recogernos allí tan a menudo como sea posible, entonces en ningún lugar del
mundo nos faltará nada”.
Otra
ayuda que nos ofrece Edith, como no podía ser menos siendo hija de Santa
Teresa, es indicarnos el camino de la
oración para adentrarnos en la interioridad del hombre. En esta interioridad
es donde está la clave de su realización personal y desde ahí ella es la dueña de su
existencia. “Buscando su ser, el hombre
está buscando la unión con Dios”.
“Cumplir la misión” es otro gran mensaje de Edith, para ella cada uno tiene
una razón de ser, una misión encomendada por Dios que cada cual debe descubrir.
Actualidad de su
pensamiento.
Aquí
también, para conocer la actualidad de la filósofa, me veo en la obligación de
referirme tan solo a unos cuantos
escritos.
Pensamiento que sirve
Morataya-Fleishman (2008) en su escrito “Edith Stein: El
Pensamiento que sirve” se dirige a sus congéneres diciendo: “nuestra hermana representa todo aquello que puede llegar
a conseguir una mujer cuando es dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo,
cuando su raíz es Cristo. Algo muy difícil de hacer en una época tan oscura
como la que nos ha tocado vivir. Asesinada en el año 1942 es hoy cuando
comienza a brillar de una forma impresionante la fuerza de su pensamiento
femenino”.
“Necesitamos estudiar la
filosofía católica que nos ha dejado esta gran mujer como herencia para
formarnos a nosotras mismas y para formar a las futuras generaciones.
Especialmente nuestras niñas, nuestras jóvenes, no debemos olvidar sus
palabras: "todo el pueblo tiene
necesidad no sólo de lo que tenemos, sino también de lo que somos".
“Esta gran mujer y maestra
de vida intelectual y espiritual te propone ser más mujer desde una vida de fe
viva, de auténtica oración interior y de una formación profesional no
simplemente intelectual, sino también afectiva. Esto es, conocer tu corazón
para educar más y mejor. Amplitud, paz, vacío de sí mismo, calor humano, y
claridad son las condiciones que Edith considera necesarias.”
“Sólo en el corazón
receptivo, vacío y sosegado puede penetrar la gracia para hacer de la mujer lo
que debe ser. Piensa pues amiga, si tu alma está verdaderamente anclada en lo
eterno, pues sólo de esta manera podrás dar lo que hayas recibido. No importa
que tan profesional y ejecutiva seas, lo importante es que lo pienses y
entonces des el paso que te llevará a iluminar el mundo con la luz de la
verdad. Como lo hizo Edith, nuestra hermana.”
Tres mujeres en tiempos sombríos
Para recorrer el decenio que Brecht [35] llamó
los 'tiempos sombríos' (1933-1943), Sylvie Courtine-Denamy (2003) ha seguido
los pasos de tres comprometidas; tres mujeres, judías y filósofas -cuando una
mujer filósofa estaba lejos de ser habitual y ser de origen judío iba a
convertirse en un destino-: Edith Stein, discípula de Husserl, autora de “La ciencia de la cruz”, comprometida en
la lucha por los derechos de las mujeres, que entró en el Carmelo y pereció en
Auschwitz en 1942; Hannah
Arendt [36], alumna de Heidegger y de Jaspers,
autora de “Los orígenes del totalitarismo”,
que abandonó la filosofía académica para centrarse en el pensamiento político
tras tener que abandonar su país con la llegada de Hitler al poder; y Simone
Weil [37], alumna
de Alain, autora de “La gravedad y la
gracia”, entregada hasta el final, a través de la experiencia de la
fábrica, de las trincheras de la guerra en España, a su enfrentamiento con las
injusticias sociales y políticas.
Cuatro filósofos en
busca de Dios
Alfonso
López Quintás publicó en 1990 la obra “Cuatro filósofos en busca de Dios en que considera a personajes de la
talla de Miguel de Unamuno, Romano Guardini, Manuel García Morente y Edith
Stein. Como especialista López ha sabido apreciar el extraordinario aporte de
Stein en ese proceso que le ha sido tan caro como la búsqueda de Dios.
Incluir a Stein entre esos cuatro filósofos es una prueba
indiscutible de la valía y actualidad de la santa.
Edith Stein, una
filosofía por descubrir
El
7 noviembre del 2002, Zenit entrevistó a la Dra. Angela Ales Bello, Decana de Filosofía de
la Universidad Lateranense de Roma y especialista en Edmund Husserl y en
Edith Stein.
En
esta conversación Ales Bello explica que el pensamiento y la actualidad de
esta copatrona de Europa está aún por descubrir.
Voy
a entresacar aquellas preguntas y respuestas que tienen que ver con la
actualidad del pensamiento de la Carmelita.
--¿Por
qué sigue siendo actual la filosofía de Edith Stein?
Ales Bello: Edith Stein no se aleja del mundo. Su compleja personalidad hace que no olvide ningún elemento, ni humano ni religioso. Sabe conjugar los intereses humanos, mundanos, políticos... con la espiritualidad. Aquí está su gran actualidad. --Se insiste mucho en la dimensión espiritual de Stein y menos en la filosófica. Esta última, ¿es menos importante? O, ¿no será más bien que no se conoce? Ales-Bello: No se habla de su filosofía por ignorancia. Tenemos que tener en cuenta que los primeros escritos de divulgación nos llegan del ámbito carmelitano, que privilegió los textos espirituales. Esto no significa que no se valorase su filosofía en el Carmelo : recordemos que «Ser finito y ser eterno» lo escribió dentro de la celda. Pero obviamente se privilegiaron escritos menos filosóficos. Su filosofía es compleja. Es positivo que se publiquen obras sobre Edith Stein y su espiritualidad, pero no se debe olvidar su faceta filosófica. Hay que seguir estudiando este aspecto, que la distingue claramente de otros santos. Sus indagaciones teóricas non son abstractas; están ligadas a las grandes cuestiones
sociales,
políticas, jurídicas y éticas. No se puede separar su vida espiritual de su
filosofía. La
investigación
filosófica estructura radicalmente su vida, que está iluminada por su camino
espiritual.
--¿Cuál
es el modelo de vida que nos ha dejado esta copatrona de Europa?
Ales Bello: Un modelo posible pero no fácilmente obtenible. Edith Stein consigue unir muchos aspectos distintos, se interesa por distintas temáticas y tiene una gran capacidad intelectual. Su propuesta de persona en tres dimensiones --cuerpo, psique y espíritu- es un llamamiento. Hoy resulta difícil hablar de lo espiritual, hay una gran tendencia al inmanentismo. Edith Stein suscita un gran interés entre los que la conocen. Es interesante constatar cómo en universidades civiles proliferan tesis doctorales sobre su filosofía. La claridad de sus intuiciones y la el carácter poliédrico de sus intereses nos conducen a profundizar situaciones existenciales que encontramos en la vida de cada día. En este sentido podemos hablar de una pensadora para nuestro tiempo.
Edith
Stein: una santa y filósofa para el siglo XXI
El 16 de agosto de 2010 Jaime Septién
entrevistó al filósofo Rodrigo Guerra en Querétaro, México,
por encargo de Zenit-El Observador
El
Dr. Guerra López es Doctor en Filosofía por la Academia Internacional de
Liechtenstein y especialista en fenomenología y personalismo sobre la
actualidad del testimonio y del pensamiento de Stein.
Como
he hecho con la entrevista a Ales Bello tomaré las preguntas y respuestas que
tengan que ver con la vigencia del pensamiento de la santa.
--¿Qué importancia tiene una figura como la de
Edith Stein en el momento actual?
Rodrigo
Guerra: Edith Stein es relevante para nuestro tiempo principalmente porque es
una Santa. Con su vida y con su muerte ella ha mostrado que es posible vivir
con radicalidad la adhesión a Jesucristo y el amor a sus hermanos en medio de
un mundo que parecía caer en el absurdo, en la irracionalidad y en la
violencia.
--Edith Stein es Santa pero también fue una
gran intelectual…
Rodrigo
Guerra: El itinerario de Edith Stein hacia la santidad no se encuentra al
margen de su perfil intelectual. Al contrario, todo su inmenso aporte
filosófico es parte de su vida y de un modo misterioso también es parte de su
preparación para el martirio. Mártir significa testigo. Edith Stein buscó ser
testigo de la verdad al amar apasionadamente el trabajo intelectual que
ejerció en parte acompañada de su maestro Edmund Husserl y de otros
brillantes jóvenes filósofos como Adolf Reinach, Roman Ingarden y Hedwig
Conrad-Martius.
Así
mismo, ella buscó ser testigo de la verdad al momento de adherirse afectiva y
efectivamente a Jesucristo crucificado al ser llamada al Carmelo, y
finalmente, al morir en Auschwitz a manos de los nazis. Todo este camino
parece indicar que la vocación más honda del filósofo cristiano no termina al
escribir libros y hacer carrera académica sino principalmente educando al
corazón en una disponibilidad particular a seguir la verdad hasta la Cruz.
--¿El pensamiento de Edith Stein es pertinente
para quienes vivimos en la primera década del siglo XXI?
Rodrigo
Guerra: Sus aportes en metafísica, en antropología de la mujer, en teoría de
la persona humana, en teoría del Estado y en las relaciones
filosofía-cristianismo son sumamente lúcidos y adelantados a su época. Soy de
la opinión que su pensamiento será valorado con mayor amplitud y profundidad
en el siglo XXI, tras la caída del racionalismo ilustrado y de las rupturas
post-modernas.
--Edith Stein hizo una filosofía cristiana y dio
testimonio cristiano de amor a la verdad hasta el sacrificio de su propia
vida: ¿qué lección nos deja ella para el momento actual?
Rodrigo
Guerra: Creo que Stein entre otras cosas nos enseña que la vida cristiana no
está fracturada de la vida intelectual y que el quehacer intelectual realiza
mejor su vocación cuando se deja provocar por el acontecimiento cristiano.
Así como Balthasar decía que es preciso volver a hacer “teología de rodillas”
me parece que los filósofos cristianos también debemos recuperar la
conciencia de la necesidad de unir la vida espiritual al trabajo filosófico.
Stein
también muestra que la adhesión a la verdad y a Cristo, cuando se toman en
serio, no pueden estar asociadas a la cómoda vida burguesa sino que se deben
proyectar en compromiso real por las personas, en especial, por las más
vulnerables y perseguidas. Un personalismo que no pase por un compromiso
militante y solidario a favor de la dignidad humana y la justicia se desfonda
por falta de congruencia.
Instituciones que se
dedican a continuar la obra de
Edith Stein.
Entre
las muchas instituciones que existen
para este propósito menciono tan solo las siguientes:
The International Association
for the Study of the philosophy of
Edith Stein.
La
IASPES se fundó en Irlanda en el 2009 y la integran investigadores de todas
partes del mundo. Su propósito es explorar y difundir el pensamiento Edith
Stein organizando conferencias, preparando publicaciones y proporcionando una
plataforma para contactar y discutir entre investigadores sobre Stein.
|
En
la actualidad la IASPES tiene subsedes en todo el mundo.
Fue fundado en Granada (España) en el año 2005
con el objetivo de difundir el pensamiento filosófico de un modo acorde con el
pensamiento cristiano. La intención es poner las reflexiones y las concepciones
de los más destacados filósofos al alcance de todos sin descuidar la calidad de
la enseñanza. Con este fin, pone a tu disposición un equipo docente altamente
cualificado y unas técnicas de aprendizaje dinámicas, que garantizan una
adquisición de conocimientos efectiva, así como el desarrollo de sus habilidades
intelectuales.
El 30 de
junio de 2009 se constituyó en Granada (España) la Sociedad de Pensamiento
“Edith Stein” (SPES). Ello tuvo lugar en el marco del I Congreso Internacional
de Filosofía en la ciudad andaluza.
Se creó
para promover la profundización en su pensamiento, en su vida, en su obra, en
la persona de Edith Stein; para promover su difusión y para realizar todas las
actividades culturales y formativas dirigidas a favorecer un conocimiento más
profundo de su figura.
Entre las
iniciativas previstas de la SPES están la edición de una revista on line de los
estudios filosóficos y fenomenológicos de nuestra Santa Carmelita.
Los
fundadores de esta asociación creen que nunca como ahora se ha oído hablar tanto de la necesidad e importancia del diálogo. Es con este
convencimiento que nace esta asociación tomando como prototipo la voluntad y
práctica del diálogo de Edith Stein. La sede se encuentra en Rapallo (Génova).
El Centro Personalista Edith Stein
El
Centro forma parte Facultad
de Filosofía “Samuel Ramos” de la Universidad Michoacana de
San Nicolás de Hidalgo, México, con el fin de promover la investigación, la
docencia y la difusión del personalismo tanto en su dimensión filosófica como
en el compromiso solidario.
El
centro se inspira tanto en el itinerario intelectual, como en el más amplio y
comprometido itinerario vital de Edith Stein.
De
esta manera el centro busca colaborar en la recuperación de la dignidad de
todas las personas, en el fomento de la comunión, y en la lucha teórica y
práctica por la verdad sobre el ser humano.
La Sociedad,
Edith Stein de Wroclaw, Polonia
Se
creó en 1989 y da información
sobre la vida y obra de Edith Stein y trabaja para mejorar las relaciones entre judíos y católicos, y entre alemanes y polacos.
En Lubliniec ,
también Polonia, se ha creado una Asociación para investigar los antepasados
de Edith Stein.
Centro Edith Stein de
Barcelona
Es el Centro que la Delegación de
Pastoral Universitaria de la Iglesia de Barcelona dedica a profesionales y universitarios
(profesores, estudiantes del tercer ciclo, licenciados y profesionales). Toma
como modelo a Edith Stein (Santa Teresa Beneta de la Creu), un referente
insustituible para las sociedades contemporáneas de investigación sobre Dios a
través de la razón, el pensamiento y la experiencia.
Concluyo
diciendo, con todos los autores en los que me he basado en este artículo, que
Edith Stein, Santa Teresa Benedicta de la Cruz, es un regalo de Dios, una llamada y una promesa para nuestra época.
Realiza el ideal de la mujer a la altura de su tiempo y consigue
un nivel filosófico, espiritual y místico de primer
grado.
Para serle gratos por lo que nos
ha legado, tratemos de seguir sus pasos.
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[1] Gerresheim es
un alemán, Düsseldorf (1935), que ha
destacado como dibujante, escultor y pedagogo con importantes esculturas sobre
todo en Europa y Estados Unidos de Norte América.
[2] El arrianismo es el
conjunto de doctrinas cristianas expuestas por Arrio, un presbítero de Alejandría que sostenían que Jesús era hijo de Dios,
pero no Dios mismo. Fue condenado definitivamente como herejía en el Primer Concilio de Constantinopla (381). El
nazismo toma una vertiente del arrianismo, según la cual inexplicablemente la
raza aria era una raza superior. En virtud de esta creencia, el asesino Hitler excluía de la raza humana a
los judios y a la gran mayoría de los eslavos por tener influencias judías. Por
lo tanto los Convenios de Ginebra no les eran aplicables.
[3] Konrad Adenauer, político
católico, presidió la
cámara alta del Parlamento prusiano durante la República de Weimar, entre 1920
y 1933. Al llegar al poder los nazis fue internado en el campo de concentración
de Buchenwald. Al acabar la guerra participó en la fundación de la Unión
Demócrata-Cristiana. Fue eligido Canciller al ganar las primeras elecciones
generales de la República Federal Alemana.
Presidió el gobierno alemán durante 14 años, por lo que es considerado
el «padre» de la democracia alemana. En 1954 consiguió acabar con el estatuto
de país ocupado y restablecer la plena soberanía del país.
[4]
Solipsismo, del latín "solus ipse" ("solamente
yo existo") es la creencia metafísica de que lo único de lo que uno puede estar
seguro es de la existencia de su propia mente. La realidad que le rodea no se puede conocer.
Todos los objetos, personas, etc., que uno capta o experimenta serían meramente
emanaciones de su mente.
[5] Yom Kipur es el día judío del arrepentimiento,
considerado el día más santo y más solemne del año. Comienza en el anochecer
del noveno día del mes de Tishrei (primer mes del calendario
hebreo moderno,
cercano al equinoccio otoñal del 21 de septiembre) y continúa hasta el anochecer del siguiente día.
[7] William
Stern (1871- 1938) fue un psicólogo y
filósofo alemán, fundador, junto a Binete Galto, de la psicología
diferencial y creador del concepto de
Cociente de Inteligencia (CI) para designar la relación entre edad mental y
edad cronológica. Desarrolló esta idea en el Laboratorio de Psicología de la
Universidad de Hamburgo. También ejerció docencia en la Universidad de Duke en
los Países Bajos.
[8] Richard Hönigswald (1875-1947) fue un
filósofo neokantiano austro/húngaro de familia judía. Estudió medicina y
filosofía. Desde1916 ejerció como
Profesor de filosofía, psicología y pedagogía en la Universidad de Breslau. A partir de 1930
fue Profesor en Munich. En sus trabajos puso énfasis en la teoría del
conocimiento desde el punto de vista de la filosofía del lenguaje. En 1933 tuvo
que retirarse compulsivamente, permaneció tres semanas en el campo de
concentración de Dachau y en 1939 emigro a
Estados Unidos de Norte América con su esposa y su hija..
[9] Hedwig Conrad-Martius (1888 – 1966) fue una filósofa alemana, parte del movimiento fenomenológico, y mística cristiana. Estudió
Literatura e Historia en Rostock y Friburgo y luego filosofía en Múnich. En 1912 se trasladó a la Universidad de Gotinga, donde entró a formar parte del grupo de estudiantes
de Husserl. Su trabajo de
investigación fue temporalmente interrumpido por una prohibición de publicar
bajo el régimen nazi. Después de la Segunda Guerra Mundial fue Profesora en
Múnich.
[10] Franz Brentano (1838-1917) nació
en Marienburgo, Alemania. Realizó estudios filosóficos y psicológicos. Enseñó
en la Universidad
de Viena, donde ejerció mucha y positiva infuencia sobre alumnos como Sigmund Freud, Carl Stumpf, Edmund Husserl, Kazimierz
Twardowski, Alexius Meinong y Christian
von Ehrenfels. Estuvo también vinculado a la Universidad
de Würzburg
de Alemania.
[11] Hay historiadores que afirman que el distanciamiento se debió a la
actitud asumida por Heidegger cuando, siendo rector de la Universidad de Friburgo,
Husserl tuvo que dejar la docencia en esa universidad por ser
judío.
[12] Adolf Reinach (1883-1917) fue un filósofo
judío alemán que estudió en la Universidad de
Munich donde obtuvo su doctorado en filosofía. Luego decidió ir a estudiar con
Husserl en Gotinga. Más tarde, en 1905 regresó a Munich para completar sus
estudios de derecho y luego continuó en 1906-1907 en Tübingen.
Con el apoyo de Husserl,
fue capaz de obtener la habilitación para la enseñanza universitaria en Gotinga
en 1909.
[13] Dom
Raphael Walzer, fue abad de
Beuron cuando esta abadía benedictina vivía una
efervescencia extraordinaria y uno de los centros propulsores del movimiento
litúrgico alemán. Personificaba
plenamente la vida benedictina, era su encarnación viviente.Fue
opuesto radicalmente a las doctrinas nazis y fue refugio de personas, sobre
todo judías, que eran perseguidas por el regimen de Hitler.
14 Erich Przywara (1889-1972) fue un sacerdote jesuita alemán,
conocido especialmente por sus reflexiones sobre la analogía del
ser, y su impacto sobre la teología contemporánea, tanto católica como protestante. Su
filosofía estuvo inflenciada por el pensamiento de Agustín de Hipona, Tomás de Aquino, John Henry Newman, y
la fenomenología de Edmund Husserl y Max
Scheler.
[15] John Henry Newman (1801 - 1890) fue
un presbítero anglicano convertido al catolicismo, elevado
a la dignidad de cardenal por el Papa León XIII y
beatificado en 2010 en una
ceremonía que presidió el Papa Benedicto
XVI en
el Reino Unido.
En su juventud fue una importante figura del Movimiento
de Oxford, que aspiraba a que la Iglesia
de Inglaterra volviera
a sus raíces católicas. Escribió varias obras y Cartas y diarios; estos últimos son los
traducidos por Stein (Ediciones Rialp.Madrid,
1996).
[16] La
Abadía de Beuron fue la realización monástica más vigorosa de los
benedictinos gracias a un pujante
movimiento restaurador del siglo XIX y una de las más grandes empresas del
espíritu de la edad contemporánea. Paradójicamente, lo que algunos llamaron
imperio cenobítico, coincidente con la ascensión de su influencia en muchos
ámbitos de la historia de entonces, empezó a declinar cuando allí volvía a
hablarse de imperio ante la persecución nacionalsocialista. El abad Raphael
Walzer, elegido en 1921, tuvo que dimitir y exiliarse en 1937.
[17] Hans Rotter (1932- 20149) fue un jesuita
especialista en teología moral (Universidad de Innsbruck y Universidad de
München). Destacó
como profesor en la Universidad de Innsbruck.
[18] Alexandre Koyré: (1892-1964) nacido en Rusia adquirió
la nacionalidad francesa. Es conocido como filósofo e historiador
de la ciencia y considerado como el padre de la Historia de la Ciencia.
Denominó “revolución científica” al nacimiento de la física moderna. Fue formado en las
disciplinas religiosas y estudió personalmente los argumentos de San Anselmo
para su tesis doctoral. Al ser discípulo de Edmund Husserl en Gotinga, tiene
orígenes fenomenológicos en abierta oposición a la corriente epistemológica del
positivismo. En 1912 se trasladó a París para estudiar historia de la filosofía con Henri Bergson en el Colegio de
Francia. Fue Profesor tanto en Europa como en USA. Actualmente, la gran institución parisina
superior de Historia de la ciencia lleva su nombre en recuerdo de su legado.
[19] Edward
Schröder (1858 –1942) fue un especialista en estudios germámicos y
medioevales (Universidades de Strasbourg y Berlinand) que se desempeñó como Profesor en la Universidad de Göttingen and publicó numerosos. Fue
uno de los 300 académicos que firmaron el compromiso profesional de adhesión a
Hitler y al nacionalsocialismo.
[20] Al término de su período como voluntaria en el hospital militar,
en 1915, obtuvo la medalla de valor en reconocimiento a su servicio generoso.
[21] Juan
Duns Scoto (1266-1308)
fue un teólogo escocés
perteneciente a la escolástica.
Ingresó a la Orden Franciscana y
estudió en Cambridge, Oxford y París.Fue profesor en estas dos últimas universidades.
Defendió la humanidad de Cristo y preparó
la base teológica para la proclamación del dogma de la Inmaculada
Concepción. La sutileza de sus análisis le valió el
sobrenombre de «Doctor Sutil». En 1993 el Papa Juan Pablo II lo beatificó.
[22] Francisco Suárez (1548 –1617), fue un
jesuita, teólogo, filósofo y jurista español. Enseñó teología en Segovia, Ávila, Salamanca y Coímbra. Fue llamado Doctor Eximius et Pius y gozó de enorme autoridad, revitalizando la ya decaída escolástica, que compendió en su obra principal: Disputationes
metaphysicae.
[23] Madre Teresa
Renata del Espíritu Santo (1891-1961) fue
una Carmelita Descalza que se desempeñó primero como Maestra de Novicias de Edith Stein y luego como priora del Carmelo de
Lindenthal. A ella debemos la primera
biografía sobre Sor Teresa Benedicta de la Cruz; aunque como ella misma escribe
en la introducción, “Lo que apuntaremos
no enmarca propiamente una biografía. Es sólo un ramillete lo más real
y palpable posible de recuerdos y testimonios que brindamos como fuente a
aquellos que están llamados a ofrecer a su época una vida digna de esta gran
mujer”. Este documento se publicó en 1948.
[24] Isabel
de Hungría (1207– 1231) era
hija del Rey Andrés
II y se casó con Luis de Turingia-Hesse con quien tuvieron una hija Gertrudis de
Attenberg. Isabel se quedó viuda siendo aún
joven, por lo cual la niña fue enviada a un claustro de las monjas premonstratenses
donde fue criada como religiosa y murió a una edad avanzada siendo abadesa y
fue beatificada. Isabel dedicó su riqueza a los pobres y construyó hospitales.
A partir de su canonización en 1236 se convirtió en un símbolo de caridad
cristiana para toda Europa,
[25] Ester fue una profetisa de la Biblia hebrea y del Antiguo
Testamento cristiano.
Su historia se narra en el Libro de Ester. Aparece en la Biblia como una
mujer que se caracteriza por su fe, su valentía, su preocupación por su pueblo,
su prudencia, su autodominio, su sumisión, su sabiduría y su determinación. Cumplió con su deber de representar al pueblo
judío y alcanzar la salvación.
[26] Shoah (literalmente la
catástrofe) es el término hebreo utilizado para referirse
al Holocausto (aniquilación judía en Europa por la Alemania nazi).
[27] Según Viau Mollinedo, en el 2003, se publicó, en la prensa
española, dicha carta, que había sido encontrada en la apertura del Archivo Vaticano
[28] Se
llama “noche de los cristales rotos” a
los ataques combinados
ocurridos en la Alemania nazi la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, llevados a cabo por las tropas de asalto y la población civil antisemita con la tácita
aprobación del gobierno de Hitler. Oficialmente se dijo que había sido una reacción espontánea de la población tras el
asesinato, el 7 de noviembre de 1938, del secretario de la
embajada alemana en París por un joven judío
polaco de origen alemán. Estos ataques, que dejaron las calles cubiertas de
“vidrios rotos”, fueron dirigidos contra
los ciudadanos judíos y sus propiedades, así como también la destrucción de las sinagogas de todo el país.
[29] La “Venia
Docendi” es una autorización académica de carácter administrativo de larga
data, necesaria para impartir docencia en las instituciones educativas sobre
todo universitarias.
[30] Wilhelm Dilthey (1833-1911) es el pensador más
importante del historicismo alemán. Su obra más conocida, “Introducción a las ciencias del espíritu” (1883),
da inicio a su proyecto de “crítica de la razón histórica”, que tenía como
objetivo encontrar un fundamento epistemológico sólido para las ciencias
humanas. Por deseo de su padre, que era pastor y predicador se inscribió en la
facultad de teología de la universidad de Heidelberg pero al año siguiente se trasladó
a Berlín donde conoció
y trató a varios de los principales representantes de la «escuela histórica»,
que se encontraba en su momento de mayor esplendor. Fue Profesor de varias universidades como Berlín, Basilea, Kiel y Breslau.
[31] Ferrer
Santos aclara que por contenido se
entiende aquí el material informe de que está hecha la obra cultural ( un lienzo, un bloque de mármol, un material
fónico…)
[32] «Naturaleza y espíritu» es el título de un
curso dictado por Husserl en 1913 al que asistió nuesta filósofa.
[33] Peterson es autor, entre otras obras de “El Libro de los
Angeles” ((Rialp, Patmos . Madrid 1957). En él se lee “La Iglesia camina por la senda que va de la Jerusalén terrestre a la
Jerusalén celestial, de la ciudad de los judíos a la ciudad de los Ángeles y de
los Santos. Lo característico de la Iglesia es el estar situada entre la ciudad
terrestre y la ciudad celeste. El carácter de la Iglesia está determinado por
el hecho de que los cristianos abandonaron la Jerusalén terrestre, y, no
teniendo en este mundo ciudad permanente, buscan, a ejemplo de Abrahán, la
ciudad futura edificada por Dios”.
[34] Fue un teólogo bizantino que
vivió en Siria o Egipto entre
los siglos V y VI después de Cristo. Sus obras, de clara inspiración neoplatónica,
tuvieron una amplia influencia en la escolástica europea medieval.
[35] Eugen Berthold
Friedrich Brecht (1898 – 1956), fue un dramaturgo y poeta alemán, uno de los más
influyentes del siglo XX, creador del teatro épico, también
llamado teatro dialéctico, cuyas obras
buscan siempre la reflexión del espectador y fomentar el activismo político.
Tuvo una vida bastante accidentada trabajando en Munich, Berlin, Skovsbostrand, Estocolmo, Helsinki, Santa Mónica (USA) y Berlín oriental. En la segunda mitad de la década
de los años 1920 se transformó en un comunista convencido. En 1955
recibió el Premio Stalin de la Paz. Todas sus obras están absolutamente ligadas a razones
políticas e históricas y tienen un sobresaliente desarrollo estético. En
realidad, en Brecht se encuentran siempre unidos el fondo y la forma, la
estética y los ideales.
[36] Hannah
Arendt (1906 - 1975) fue una filósofa alemana de ascendencia judía. Estudió
en las universidades de Marburgo, Friburgo y Heidelberg. En esta última obtuvo
el doctorado en filosofía bajo la dirección de K. Jaspers. Con Hitler al poder,
se exilió en París y luego tuvo que huir a Nueva York. Es autora de muchos y
muy importantes obras.
[37] Simone Weil (1909 – 1943) fue una filósofa francesa judía. Estudió filosofía y literatura
clásica en la Escuela Normal Superior de París. Se graduó a los 22 años y comienza su
carrera docente en diversos liceos. Trabajó una filosofía que se quiere
proyecto de entre la modernidad y la tradición cristiana, tomando como brújula
el humanismo griego. Al final de su breve vida se encuentra con el mensaje
evangélico pero permanecíó a las puertas de la Iglesia: era una cristiana que
planteaba preguntas embarazosas a los
teóricos y fue rechazada pues la acusaron de no haber comprendido bien la
historia del cristianismo.
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