martes, 6 de agosto de 2013

Los niveles del lenguaje

Los niveles del lenguaje
El desarrollo de las ciencias y principalmente el desarrollo de la lógica ha generado nuevas necesidades de precisión lingüística y evitar así las ambigüedades propias del lenguaje natural. Por ello se hace la distinción dentro del lenguaje cuando este se refiere propiamente al objeto del cual se informa algo sea propiedad o cualidad o cuando el lenguaje se refiere a la expresión manifiesta en una oración. Es precisamente esta diferenciación que nos permite manifestar los niveles del lenguaje que son:
a)       Metalenguaje: En lógica y lingüística, un metalenguaje es un lenguaje usado para hacer referencia a otros lenguajes. Los modelos formales de sintaxis para la descripción de la gramática, como por ejemplo, la gramática generativa, son tipos de metalenguaje. En un aspecto más general, puede referirse a cualquier terminología o lenguaje usado para discutir acerca del mismo lenguaje - un texto sobre gramática, por ejemplo, o una discusión acerca del uso del lenguaje.
       En multitud de ocasiones utilizamos este recurso con el que, si no se es consciente, se pueden cometer errores de interpretación. Ya en la gramática se distingue entre uso y mención. Diptongo, es la unión de dos vocales. Pero “diptongo” no es diptongo. Donde “diptongo” se refiere a la palabra en sí, no a su significado objeto. En el lenguaje científico esta distinción es de mucha importancia.
b)       Objeto lenguaje: Se dice que el objeto lenguaje o lenguaje objeto o simplemente lenguaje se refiere a hechos concretos de la realidad factual, por ejemplo decir la “Universidad Nacional de Trujillo se encuentra en el departamento de  La Libertad” de ahí que todo lenguaje tiene un objeto al que se dirige o refiere es el “lenguaje-objeto”.
Por esto podemos afirmar que todo lenguaje que tenga por objeto un lenguaje es un “metalenguaje”, que a su vez puede ser lenguaje objeto de otro metalenguaje de orden superior, y así sucesivamente (niveles del lenguaje).
La teoría de los niveles de lenguaje fue establecida por Bertrand Russell en su introducción al Tractatus Logico-Philosophicus de Wittgenstein, quien ya en dicho libro estableció: “Lo que puede ser mostrado, no puede ser dicho”.
Russell que había elaborado la teoría de los tipos a fin de resolver las paradojas lógicas, establece que "cada lenguaje tiene una estructura propia respecto a la cual nada puede enunciarse en el propio lenguaje; pero puede haber otro lenguaje que trate de la estructura del primer lenguaje, no habiendo límites en esta jerarquía de lenguajes".
Especialmente significativa a este respecto es la teoría semántica de la verdad, de Tarski, según la cual el predicado “ser verdadero” es metalingüístico con respecto al lenguaje objeto.
Así se resuelve la clásica paradoja del mentiroso. La expresión gramaticalmente correcta: "Epiménides el cretense dice que todos los cretenses son mentirosos", no puede tener, ni tiene valor de verdad. Pero su sentido de verdad aparece claramente cuando distinguimos dos niveles de lenguaje. "Epiménides el cretense dice: "Todos los cretenses son mentirosos"".
El lenguaje objeto puede tener muchos metalenguajes según diversos puntos de vista.
Desde la relación que guarda con el usuario, (Antonio dice, que Juan dijo, que Fulanita dijo que…..), hasta el significado de diccionario como uso semántico.
Pero es de especial relevancia el estudio del metalenguaje bajo el punto de vista de su “estructura formal” o “sintáctica”, lo que da lugar a los lenguajes formales lógico-matemáticos.
Luego la importancia del empleo de los niveles del lenguaje es distinguir dichos niveles y solucionar paradojas que se suelen cometer en el lenguaje cotidiano. Una de estas paradojas es la paradoja de Russell ha sido expresada en varios términos más cotidianos, el más conocido es la paradoja del barbero que se puede enunciar de la siguiente manera:

En un lejano poblado de un antiguo emirato había un barbero llamado As-Samet diestro en afeitar cabezas y barbas, maestro en escamondar pies y en poner sanguijuelas. Un día el emir se dio cuenta de la falta de barberos en el emirato, y ordenó que los barberos solo afeitaran a aquellas personas que no pudieran hacerlo por sí mismas. Cierto día el emir llamó a As-Samet para que lo afeitara y él le contó sus angustias:
-- En mi pueblo soy el único barbero. Si me afeito, entonces puedo afeitarme por mí mismo, por lo tanto no debería de afeitarme el barbero de mi pueblo ¡que soy yo! Pero si por el contrario, no me afeito, entonces algún barbero me debe afeitar ¡pero yo soy el único barbero de allí!
El emir pensó que sus pensamientos eran tan profundos, que lo premió con la mano de la más virtuosa de sus hijas. Así, el barbero As-Samet vivió por siempre felíz.

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